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Villarruel, Lijo y Caputo: enigma político y económico

¿Victoria Villarruel acompañará la propuesta del Presidente a favor de que el juez Ariel Lijo se convierta en ministro de la Corte Suprema? Y los operadores financieros con interrogantes a pesar de los avisos y promesas del dúo Luis Caputo y Santiago Bausili.

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Cero en templanza, Javier Milei. | Pablo Temes

Enigma político: ¿Victoria Villarruel acompañará la propuesta del Presidente a favor de que el juez Ariel Lijo se convierta en ministro de la Corte Suprema? Hasta ahora no se pronunció la dama y, en términos partidarios, muchos imaginan que seguirá la instrucción de Javier Milei para preservar unidad interna. Sin embargo, ciertos indicios parecen acercarla a una rebeldía que comparte con el ex mandatario Mauricio Macri, quien se reveló en contra de la nominación de Lijo y cuyo gesto ha desatado un barullo en la Casa Rosada.

Por ejemplo, ya se conoció un mensaje de Santiago Caputo —al menos, él no lo negó— por el cual tildó de fracasado al ex Presidente y dijo que solo buscaba cargos públicos para sus conmilitones. Hasta trascendieron los encargados de esa exploración por el poder y la plata. Según los compinches oficiosos, han sido dos ex ministros quienes encabezan o encabezaban ese propósito: la han encabezado sus ex ministros Guillermo Dietrich y Francisco Cabrera.

No solo despotrica el Caputo joven y monotributista contra el PRO, también el tío mayor y ministro de Economía, Luis Caputo, quien se despachó con encono ante algunos testigos sobre el ingeniero boquense: “Ojo. Todo lo que acerca Mauricio al gobierno viene con pus”. Asombra esa autoría de quien fue su ministro.

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El interrogante sobre la determinación de Villarruel en el caso Lijo no solo debe inquietar al magistrado. También afecta, por más declaración que haya a favor del libre albedrío, la lastimada sintonía entre el número uno y su número dos en el Ejecutivo, hasta podría revelar una escisión mayor entre ambos. Pésimo momento para descubrir una grieta gubernamental, ingresar a las puertas de un nuevo conflicto interno.

Como se sabe, ya ingresaron en el Senado las mociones para el ascenso de Lijo, igual que las partituras en su contra. Si fuera anunciado el aval o no de Villarruel (Vicki para los amigos), el tránsito de la candidatura ofrece dos variantes por lo menos) ella puede mostrarse como una suerte de Julio Cobos cuando levantó el “no positivo” versus la 125 de Cristina de Kirchner (née en Martin Lousteau). Aunque por entonces nadie le atribuía al vicepresidente radical una vocación conspirativa contra la mandataria.

Hoy son diferentes los estados de ánimo: debido a ciertas reyertas entre Villarruel y Milei en los últimos meses, la desaprobación de Lijo por parte de la Vice no solo alude a una cuestión judicial, significaría inclusive una conmoción en el tinglado de poder, cierto temblor institucional. 

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Ariel Lijo.

Por lo menos, así se entiende en las fuerzas mileistas dispuestas a sosegar las actitudes autónomas de la Vice. Menuda tarea conciliadora que, entre otros, quizás le cabe al ministro de Justicia, Mariano Cuneo Libarona, protagonista del turbión amenazante quizás por haber compartido con un miembro de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, la iniciativa de propiciar la llegada de Lijo. Para el ministro será tarea cumplida si alcanza esa meta ya que, según algunos, piensa retirarse del gobierno luego de salvado el episodio.

Si no hay aprobación, se irá por el fracaso personal. En el caso de éxito, se apartaría debido a que administrativamente, por lo menos, ha sido superado en el ejercicio de su función por su segundo en el Ministerio, Sebastián Amerio, de enlace directo con el hombre más influyente del gobierno luego de Karina Milei: Santiago Caputo. Fin de un gran misterio político.

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Enigma económico: algunos de los operadores financieros convocados a la reunión, se fueron con interrogantes a pesar de los avisos y promesas del dúo Luis Caputo y Santiago Bausili. Al menos, quieren ver las actas, en insultante comparación con el reclamo al lastimoso Nicolás Maduro luego de sus controvertidas elecciones.

Los dos funcionarios argentinos anticiparon la concreción de un repo, instrumento de crédito ineludible para su gestión, del que aún faltan conocer especificidades clave: el monto, la participación de los bancos privados, la garantía a ofrecer, el plazo, la tasa y la constancia del depósito. Se supone que ese ejercicio de prueba será más sencillo de exponer que el agujero negro de los comicios venezolanos, una procacidad de fraude.

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Luis Caputo.

Se sabe que el ministro Caputo persigue ese préstamo como una cuestión de vida, requiere un medio solvente de estabilización para los próximos 4 o 5 meses ante faltante de dólares, le va la suerte si no dispone de una asistencia ajena. Su responsabilidad resulta doble: puede inmolarse otra vez en lo personal, pero en su caída dañaría al propio Javier Milei: como se trata de un Presidente economista dedicado a su profesión, al revés de la mayoría de sus antecesores, no podría desprenderse de las consecuencias del fracaso del tecnócrata que ocupa Economía.

Hoy son lo mismo, como Gardel y Lepera, suscriben ambos un único plan intelectual y técnico. Al revés de Mauricio Macri con Alfonso Prat Gay o Nicolas Dujovne, o el binomio Alberto Fernández-Cristina de Kirchner con Martín Guzmán o Silvina Batakis. Por no internarse en otros antepasados presidenciales en los que la culpa de los disturbios económicos solo arrastraban al titular del Palacio de Hacienda.

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Fue una sorpresa a comprobar el anuncio de Caputo que aliviaría los compromisos asfixiantes de deuda. También la escasez de precisiones alcanzó a la seguridad de que habrán de subir las reservas el mes próximo, tema que preocupa al FMI para negar fondos adicionales, fundado en la imposibilidad de facilitar un préstamo si la Argentina no puede pagar (además el organismo revela influencias desagradables del socio más poderoso, USA, cuyo gobierno demócrata de Joe Biden se ha molestado por los halagos de Milei por el republicano Donald Trump).

Tampoco los responsables del área pudieron explicar la bajante a cero de la inflación en septiembre, o la convergencia del tipo de cambio oficial y paralelo (980 a 1.100). Nadie estaba para discutir, menos cuando se anticipó que el futuro blanqueo no iba a costar nada a todos aquellos que invirtieran temporalmente, y quizás sin límites, en acciones y títulos en los próximos meses. La recaudación demanda todo tipo de aditivos.