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Vientos de ultraderecha

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Milei. Hace permanentes coqueteos con lo más conservador y extremo de la derecha. | AFP

Es Javier Milei libertario? Para Carmen Beatriz Fernández, doctora en comunicación política y catedrática de la Universidad de Navarra, España, “se trata de un neopopulista o autoritario de derecha”, como lo definió ante BBC Mundo. “Un libertario clásico tiene posturas liberales en el ámbito económico, pero también en lo que se refiere a las libertades personales e individuales. No diría que Milei es un libertario clásico, aunque promueva las ideas económicas de la Escuela Austríaca”. En ese mismo medio, Guillermo Tell Aveledo, decano de la Facultad de Estudios Jurídicos y Políticos de la Universidad Metropolitana de Caracas, le reconoce al presidente argentino su tinte libertario en cuanto critica al Estado, aunque le objeta su postura conservadora y una serie de contradicciones por las cuales lo define como un “paleolibertario (libertario conservador) o anarcocapitalista”.

Si a estas descripciones, síntesis del retrato que otros politólogos, economistas y sociólogos hacen de Milei, se les suman las definiciones que el mandatario hace de sí mismo, sus permanentes coqueteos con lo más conservador y extremo de la derecha internacional, sus discursos, su fobia antiestatal, y en muchos aspectos antirrepublicana, se lo podría situar, ante todo, como ultraderechista, categoría hoy en expansión en el mundo. Al respecto cabe el análisis de Beatriz Acha Ugarte, doctora en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Madrid, en su libro Analizar el auge de la ultraderecha. El estudio de Acha Ugarte se centra en la ultraderecha europea y sus rasgos nacionalistas, xenófobos, racistas y partidarios de un Estado autoritario (por ahora ajenos a Milei), pero hay otras dos características que el Presidente comparte con esos movimientos: su furor antisistema (que incluye desvalorizar componentes de la democracia y del sistema republicano) y el populismo exhibido en su autodesignación como representante del pueblo por designio divino para luchar contra los enemigos a los que denomina casta, aunque no vacile en hacer transacciones con esta y con sus representantes y no toque intereses sensibles de la misma.

La ultraderecha contemporánea, explica la autora española, “se aleja del populismo original de corte agrario; critica al establishment, pero no rechaza formar parte del mismo ni lo cuestiona en su integridad; como hace décadas, se dirige también al elector descontento y frustrado y lo hace con un lenguaje corriente, directo, muchas veces vulgar, asequible al hombre de la calle”. El politólogo neerlandés Cas Mudde, estudioso de fenómenos como la ultraderecha y el populismo, apunta a su vez que la esencia de este último radica en la convicción de que la sociedad se divide en dos grupos compactos y antagónicos, el pueblo puro y la élite corrupta. Los populistas, dice, manipulan los sentimientos de frustración y angustia colectiva y apelan a la “gente corriente”, y a su supuestamente superior sentido común, para exponer una oposición feroz al sistema democrático y a la clase política, a la que suelen calificar, como el líder ultraderechista belga Vlaams Blok, como “mafia política”. Acha Ugarte advierte que los ultraderechistas “se encuentran incómodos en el marco de la democracia liberal y, aunque la respeten formalmente, no comulgan con algunos de los principios que la sustentan, como la igualdad”. Sus miembros y muchos de sus líderes, añade, suelen ser “limitados en sus capacidades, cuando no mentalmente inestables, estigmatizados y acomplejados ante los representantes de otros partidos con mayor experiencia de gestión”. Este es el aire de los tiempos, cuyo soplo nos alcanza y nunca fue ni es saludable.

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*Escritor y periodista.