COLUMNISTAS
Etapas del duelo

Uno: negación

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Pepe. El empresario Enrique Albistur se sentó a comer pochoclo en una playa de Cariló. | captura de pantalla

El miércoles 24 de enero de 2023, los dirigentes de la CGT, entre ellos algunos que hicieron fortunas personales incalculables durante los más de veinte años que llevan en la administración de sus gremios, las dos CTA y los movimientos sociales declararon un paro general. Milei llevaba cuarenta y cinco días en el cargo. Nunca antes, desde 1983, el sindicalismo convocó a una protesta masiva contra un gobierno a tan poco tiempo de asumir. En el primer mandato de Cristina Kirchner, y en el de Alberto Fernández, no hicieron huelgas generales.  

En esa semana de enero, dos meses después del entierro político de Massa, el empresario Enrique “Pepe” Albistur se sentó a comer pochoclo en una playa de Cariló. Publicista del montón, en los noventa trabajó para la campaña de Carlos Grosso. Una vez elegido, el exintendente le concedió la cartelería pública de la Ciudad. Su negocio despegó. En el peronismo siempre “se garchó”, según su esposa, la diputada Victoria Tolosa Paz. Excitado, trepador al palo, Albistur llegó a ser secretario de Medios de Comunicación durante el gobierno de Néstor Kirchner.

Se la bajó un poco la Justicia. Procesado por “enriquecimiento ilícito”, entre otros delitos, de los que fue acusado por el manejo de la pauta publicitaria oficial, Albistur renunció al cargo. Recuperó cartel cuando Alberto Fernández fue designado a dedo por Cristina Kirchner para ser candidato a presidente. Al amigo Alberto que hizo favores, todo. Le prestó el piso en Puerto Madero. A la enemiga Fabiola Yañez, que lo denunció por acoso, golpes, abusos, nada, ni justicia. Albistur, Tolosa Paz, íntimos de la pareja presidencial, nunca supieron, vieron ni escucharon nada.

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Ahí estaba entonces Pepe Pochoclo, lustrando el bronce con aceite protector, disfrutando una tarde más en la playa de Cariló cuando, sin más que hacer, decidió consolar a los dolidos compañeros, desposeídos de las cajas, que seguramente estaban esperando su palabra para sobrellevar la catástrofe electoral. Milei les acababa de ganar por más de tres millones de votos. Quemado, algo excedido de pechos, sintió que debía, entre otras facturas a pagar, devolver entusiasmo a la Massa derrotada.

Se enfocó en el asunto. Invirtió en una bolsa de pochoclos, ajustó la silla del balneario top, el Hemingway, comprobó que la cámara de su celular tomara el cielo, el mar, masticó para no hablar con la boca llena, activó el sonido, grabó. Dejó para la posteridad, hasta el fin de los tiempos, el mensaje convertido en meme que, como en el caso de Alberto Fernández, confirmó la impresión que quienes lo conocen siempre tuvieron de él.

Escuchen, escuchen, escupiendo maíz pisingallo, desde las arenas propias de Aníbal Fernández, entre otros líderes políticos, empresarios, gremiales empeñados en lograr que en el futuro haya Cariló para todos, habla al país Pepe Pauta: “Como les dije, compañeros, es tiempo de calma, de reflexión y sobre todo de pochoclo, no nos quedemos sin pochoclo. Esto es Semana Santa, no sabemos si cae en marzo o en abril”.

Qué fina ironía. Qué cuadrazo para colgar en el living de la memoria. Qué modo tan sutil de sugerir el final anticipado del Gobierno con el que fantasea el peronismo cuando está en la oposición. El leve jadeo de fondo en el sonido ambiente es un gemido de placer cercano. El que causa el orgasmo de la victoria inminente. Quien presume de garchar bien, sin mirar a quién, niega la impotencia. Siempre cree que les rompe el culo a todos.

En noviembre, la Cámara Federal de Casación Penal ratificó el fallo del Tribunal Oral que en diciembre de 2022, luego de un largo juicio con todas las garantías del debido proceso para los acusados, condenó a Cristina Kirchner, Lázaro Baéz y José López, entre otros, a seis años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos. Los jueces advirtieron que hubo “una maniobra fraudulenta que perjudicó de manera trascendente las cuentas del Estado nacional”. Niega, niega, que una moneda queda.

En quince días, la etapa dos: Ira.

*Periodista.