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Una Selección sin Messi es posible

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Por esas lágrimas. Un llanto que podría marcar el comienzo de una despedida. | afp

Y finalmente un día Argentina salió campeón sin Messi. Con un Messi saliendo lesionado con un tobillo que también en eso, como en tantas otras cosas (y en otras obviamente no) se parece al de Maradona (en el 90). Pero antes de salir lesionado, a lo largo de toda la Copa, pasó algo nuevo: Messi no fue determinante. Eso no había ocurrido nunca antes en un campeonato entero. Fue una copa sufriente la de Messi, las lesiones encabezaron los problemas. Pero se le suma seguramente la edad, y también el estar jugando en un campeonato cuyo ritmo futbolístico es lento y torpe, lejos del fútbol de élite.

Estamos asistiendo en directo al ocaso de Messi. Pero es un ocaso tan genial, que no nos imaginamos que no juegue el próximo Mundial, ya con 39 años. Mientras Messi lloraba en el banco, yo pensaba si ese llanto no iba más allá de haber salido en una final, si no era el llanto del comienzo de una despedida, el llanto de una carrera que queda en el pasado, tan extraordinaria que no alcanzan las palabras para describirlas. Scaloni en la conferencia de prensa dijo que “Messi nació para estar en una cancha de fútbol” (frase que también podría haber sido dicha sobre Maradona) y con esa salida, con esa lesión o con esas lesiones (porque fueron varias a través de la Copa) y con esa falta de centralidad en el juego en casi todos los partidos, lo que parecía que se estaba terminando no era solo la carrera de Messi, sino el fútbol mismo. Por supuesto que esto no es así (yo nunca podría haber imaginado que el fútbol continuaría después de Maradona, y sin embargo ocurrió) pero sí que la escena, toda la escena (la salida, el llanto, Lautaro Martínez yendo a abrazarse con él después del gol) tenía un dejo de melancolía radical.

Hay un libro que sé que a Martín Kohan le gustó (y a mí también) llamado La apuesta melancólica, del ensayista francés Daniel Bensaïd, en el que pone en relación a la revolución con la melancolía. La revolución, de la francesa de 1789 en adelante, que parece reenviar a la fiesta, la vitalidad y el entusiasmo, tiene también una pata melancólica (la tienen sobre todo los intelectuales que se dedicaron a tener ideas revolucionarias). Pues en medio de los festejos por el campeonato, yo experimentaba no alegría, sino la melancolía por el Messi que ya nunca volverá a ser lo que fue, por el Messi al que le pedimos un Mundial más y no jodemos más.

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Fuera de eso, como decíamos la semana pasada, volvió el fútbol local. Boca sacó un empate en la altura de Quito después de un papelón de la dirigencia que no inscribió a tiempo a los refuerzos. Da casi vergüenza lo que pasa en Boca. Dicho de otro modo, la gestión de Riquelme empieza a tener tintes desastrosos. O dicho de otro modo, lo mejor de la gestión de Riquelme tiene cinco letras: Macri. O Milei. O cualquiera de esos. Frente a lo monstruoso defendemos a Riquelme. Pero Riquelme nos la hace muy difícil. Hablando de la pelotita, los pibes en la altura se la bancaron bastante, y si Merentiel hubiera estado derecho, hasta ganaba el partido. Este Boca remendado pasa a ser favorito para la revancha del miércoles. Esperemos que pase y luego jugar con los titulares contra Cruzeiro en los octavos de final.