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el horror, el horror...

Una hija de Alice Munro la acusó de ignorar los abusos sexuales cometidos por su padrastro

Sobre Alice Munro, la escritora Premio Nobel de Literatura 2013, fallecida el pasado 13 de mayo a los 92 años, ha caído una condena que obliga a replantear su obra bajo una luz gris y nauseabunda. Andrea Robin Skinner, nacida del matrimonio de la escritora galardonada con James Munro, confesó que el segundo marido de la escritora, Gerald Fremlin, abusó de ella desde los 9 años. Y que cuando eso llegó a oídos de su madre, decidió continuar con él.

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Munro. Izq. la escritora canadiense, Nobel de Literatura en 2013. Abajo, der. Andrea Robin Skinner, su hija, que contó todo en un artículo publicado en un diario de Toronto. A la der. arriba Xochitl González. | cedoc

El domingo pasado, en la edición del periódico Toronto Star (Canadá), Andrea Robin Skinner publicó una columna de opinión titulada: “Mi padrastro abusó sexualmente de mí cuando era niña. Mi madre, Alice Munro, decidió quedarse con él”. Esta denuncia pública ocupó todos los espacios de la cultura literaria global durante esta semana, desatando todo tipo de opiniones.

Alice Munro, la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2013 y primera canadiense en recibir tal galardón, falleció en Canadá el pasado 13 de mayo a los 92 años, internada en un geriátrico bajo el diagnóstico de demencia que le fue diagnosticada en 2012. Las tres hijas de Alice son fruto del matrimonio con James Munro, Andrea es la menor.

Más allá del título explícito que no deja dudas, la denuncia publicada se remonta al relato de las primeras vacaciones familiares de la escritora con su segundo marido, Gerald Fremlin, en 1976 (año en que se casaron), cuando la hija menor tenía tan solo 9 años y el sujeto, ante la ausencia de la madre, se introdujo en la cama de la niña para abusar de ella. A partir de allí, las situaciones de abuso sexual se repitieron durante años.

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El conflicto familiar se hace más opresivo. Andrea le narra los hechos a uno de los hermanos de la nueva familia ensamblada, quien a su vez avisa a su madre, Carole, quien finalmente explica a James Munro lo que sufre su hija. No obstante, James nada le dice a su exesposa, ni enfrenta al abusador y deja que la niña siga visitando la casa de su madre donde vive el depredador sexual. Vale decir, la menor quedó sola para soportar la situación.

En 1991, a los 25 años, Andrea Skinner expone a su madre lo que soportó durante su infancia y adolescencia. Lejos de enfrentar a Fremlin, Alice Munro toma la confesión de su hija como la confirmación de su competencia amorosa por la atención del marido, y sigue con él hasta su muerte en 2013. Incluso lo apoya cuando la Justicia canadiense lo condena en 2005, en base a cartas que escribió a la familia donde no solo confirmó sus actos pedófilos, sino que amenazaba con difundir fotos de Andrea en situaciones comprometedoras.

Esto último horrorizó al público canadiense, incluyendo al ámbito intelectual. El ícono feminista, escritora del gótico, reconocida mundialmente junto a escritoras como Ann Radcliffe, Mary Shelley, las hermanas Brönte y Daphne Du Maurier, había dejado a su hija a merced de un depredador y continuó negando tal situación, al punto que utilizó sus influencias para que esto no trascendiera al público.

Tanto es así que el mismo lunes Robert Thacker, autor de la biografía Alice Munro. Escribiendo sus vidas, 2011, admitió al medio canadiense The Globe and Mail que ya en 2008 sabía del abuso, pero decidió no incluirlo en su libro por considerarlo un asunto familiar privado, y agregó, tratando de enfriar la indignación, que la misma Alice reconocía el daño causado a su hija y no podía superarlo. 

La también canadiense Margaret Atwood, en declaraciones a medios norteamericanos, dijo: “Algo que me llamó la atención es que Alice era de un pequeño pueblo del sudoeste de Ontario en una época en la que este tipo de cosas se barrían bajo la alfombra como algo normal. Ahora que conocemos este horrible episodio, vemos pistas en su obra: en los cuentos “La paz de Utrecht” y “Material”, y en la novela La vida de las mujeres”.

Y también agregó: “Hay secretos oscuros que salen a la luz en gran parte de su obra. Una vez di un curso llamado “Gótico del sur de Ontario”. Esa parte del mundo, de donde venía Alice, era muy gótica. El gótico tiene mucho que ver con los secretos. Los crímenes en los sótanos. La persona de confianza que resulta ser un hombre lobo. Esa era la historia real de Alice”.

Tal vez el problema no sea la oscuridad de su obra sino el padecimiento señalado en un principio: demencia. ¿Sufría una enfermedad neurológica o psiquiátrica? ¿Acaso la negación de la realidad era su síntoma? ¿No es esto campo propicio para un abusador infiltrado en un ámbito intrafamiliar debilitado?

En la revista estadounidense The Atlantic, la escritora Xochitl González –finalista del Pulitzer Prize for Commentary 2023 por su trabajo en la revista–, publicó una columna titulada “Alice Munro fue una madre terrible”. En ella analiza la situación abriendo una ventana a la evidente incapacidad de la escritora para dar dimensión al conflicto familiar:

“Así como hay personas terribles y con problemas que son excelentes mecánicos o corredores de bolsa, hay personas terribles y con problemas que hacen un arte excelente. Quizás incluso estén sobrerrepresentados. Quizás, en algunos casos, sea precisamente su problemática terrible la que contribuyó a que ese arte fuera excelente. Eso, por sí solo, podría ser motivo suficiente para seguir participando en el arte después de que nuestros ídolos hayan caído. No a ciegas, como los acólitos. Pero lo más importante es ver qué fue lo que hizo que su trabajo resonara. El arte es poderoso no porque refleje sólo nuestra bondad innata, sino más bien porque revela nuestra complejidad innata: el delicado equilibrio entre el amor y el pecado que existe, en diversos grados, dentro de todos nosotros”.

“Munro publicó una historia llamada ‘Vándalos’ en The New Yorker poco después de que su hija le contara por primera vez sobre el abuso. La historia trata sobre una mujer cuyo marido abusó sexualmente de una vecina mucho más joven. La mujer no puede o no quiere admitir que sabe, en algún nivel, lo que pasó y no hace nada. Fue la última historia de su colección de 1994 Open Secrets. No solo debería leerse de nuevo; hay que leerlo de nuevo bajo esa luz gris y nauseabunda de lo que sabemos ahora”.