No caben dudas que el estallido del llamado criptogate constituye el mayor escándalo que ha protagonizado el Presidente argentino desde que llegó a la Casa Rosada, directamente autoinflingido, a pesar de sus explicaciones posteriores, que no contribuyeron a paliar el daño causado por su peculiar estilo de conducción y la impericia propia y de los equipos que lo secundan.
Simultáneamente, y no por virtudes propias, sino por la necesidad de atender en tiempos perentorios la agenda propuesta para las sesiones extraordinarias del Congreso, el oficialismo, –sabida es su orfandad legislativa absoluta y su poca vocación para acuerdos legislativos– obtuvo, algunos dirían milagrosamente, resultados altamente significativos.
En primer lugar, y desde el punto de vista de la bienvenida reforma política que el país requiere, sumó a la otrora lograda sanción de la boleta única, la suspensión de las inútiles PASO.
No pudo lograrlo en el caso de la esperada Ficha Limpia, que es de aspirar que sea sancionada en el curso de las sesiones ordinarias que comienzan en pocos días, pero logró la sanción de leyes de gran relevancia como la de Reiterancia y reincidencia, y la de Juicio en ausencia, a pesar de la oposición del bloque K (en defensa una vez más de intereses iraníes).
Empero, quizás el logro más significativo del Gobierno en las jornadas legislativas, consistió en haber impedido la constitución de una comisión investigadora que se abocara al análisis de los hechos del criptogate.
El proyecto fue rechazado: faltó un solo voto para su aprobación con dos tercios del total de la Cámara, resultado al que no fue ajeno el estado de desorientación de los bloques políticos opositores al Gobierno.
El PRO no pudo ocultar sus divisiones, al igual que el otrora gran partido de la democracia como lo fue la Unión Cívica Radical, sumido en un presente fragmentado, situación a la que no le debería resultar ajena la gestión del actual presidente de este partido.
El debate dejó expuestas las contradicciones del kirchnerismo con su propio pasado y la actualidad de los innumerables casos de corrupción en los que sus principales dirigentes están involucrados y por los cuales han sido condenados, sin que nunca fueran investigados por una comisión parlamentaria, lo que relativiza y le resta contenido ético a su afán investigativo en este caso.
Los esfuerzos de los equipos del Gobierno, y del propio Presidente, estuvieron encaminados a minimizar el episodio y reemprender con vigor su cruzada fundamentalmente en el aspecto económico.
Continúan a todo vapor las reformas del Estado, no sólo con el cierre de inútiles empresas estatales.
También el nuevo el viaje presidencial, con la apetecida y lograda fotografía con el presidente Trump, las reuniones con altos dignatarios, y la más que probable perspectiva de un nuevo acuerdo con el FMI, han contribuido a atemperar los ecos del autoinfligido daño producto de la impericia del equipo gubernamental en pleno.
Párrafo final para el bienvenido decreto de duelo nacional por dos días, en ocasión de las dramáticas escenas vividas en ocasión de la devolución de rehenes en Gaza, remarcado aun más por el oprobioso silencio, ya acostumbrado en estos casos, del kirchnerismo.
Observando el escenario en su conjunto, cabe reflexionar que el gobierno argentino ha demostrado impericia e inexperiencia en un cúmulo de aspectos de gestión nacional.
No obstante, y a la luz de las alternativas que brinda el escenario político, es de desear que más pronto que tarde, subsane sus errores, y continúe su marcha transformadora.
Para bien propio y de todos los argentinos.
*Economista argentino. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.