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Desempleo

Un relato antinatural

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Medir. El “termómetro social” que reclamó García Cuerva. | cedoc

A pesar de que solo en los primeros tres meses del año el desempleo sumó, según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), alrededor de 100 mil trabajadores privados (55.800 en la construcción, 12.500 en la industria, 5.700 en el comercio, 10.100 en actividades inmobiliarias, 5 mil en transporte, almacenamiento y comunicación), el secretario de Trabajo de la Nación, Julio Cordero, celebró que la cifra no fuera mayor. “Los despidos suceden de una manera natural, van llevando una cadencia”, dijo esta semana en una entrevista radial. “Vemos que esa subida no es tan pronunciada como podría haberse esperado de lo que uno encontraba”. Y luego se esperanzó con que “es importante decirles a todos que lo que ya hay en la ley Bases es sumamente fuerte para la generación de empleo”.

En la actualidad gobernar es relatar. Importa menos la calidad y la realidad de la gestión que valerse de los medios de información y comunicación (con especial énfasis en las redes sociales) para crear en el electorado propio y en la ciudadanía en general la idea de que está ocurriendo lo que no ocurre. Es decir, para instalar la creencia colectiva de que se vive algo opuesto a lo que se experimenta en el día a día. El estadounidense William Isaac Thomas (1863-1947) y el polaco Floran Znaniecki (1882-1958), figuras claves en la sociología del siglo XX, habían detectado casi cien años atrás que si se logra convencer a la gente de que algo es verdad, esta termina por actuar y pensar de manera que eso parece verdadero. Ese sesgo está en el origen de la doxa, palabra que los antiguos griegos, a partir de Parménides, usaban para designar a lo que es opinión, pero no necesariamente es verdad. Una doxa masivamente compartida se convierte en opinión pública. Si se repite una y otra vez desde espacios de poder que el sufrimiento de hoy será el disfrute de mañana, que de las penurias actuales brotará la felicidad del futuro, se pueden obtener encuestas en las cuales, como ocurre ahora, un porcentaje importante de consultados cree que la economía estará mejor el año próximo y que el camino espinoso que transitamos es el que lleva a un porvenir venturoso. Mientras tanto, el desempleo masivo se ve, como lo hace el secretario de Trabajo, como algo natural, una “cadencia”, la salida del cepo se posterga mientras suma en cada discurso nuevos requisitos (algo que recuerda a la famosa zanahoria del burro), los jubilados pierden el 30% de su escuálido poder adquisitivo y la clase media ingresa en la condición de lo que el pensador polaco Zygmunt Bauman llamó “precariado”. El “termómetro social” que reclamó el arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, en el tedeum del 9 de julio, marca temperaturas cercanas al congelamiento. La precariedad creciente no entra en el relato oficial. Aún resuenan las palabras de Javier Milei cuando dijo, con sorna, que si de veras tanta gente no llegara a fin de mes las calles estarían llenas de cadáveres.

En su libro de 2014 titulado El estado emprendedor, la influyente economista Mariana Mazzucato, directora en el University College London, propone que el deber del Estado no es corregir ligera y pasivamente a los mercados, sino formarlos de una manera activa y protagónica. Cuando no es así, el Estado llega “de una manera reactiva, tardía y triste” a la corrección de los problemas generados por la desregulación absoluta. El propio Bauman señala (en ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?) que no hay desigualdad productiva y que la distribución de la riqueza sigue siendo el gran tema por resolver.  La “cadencia natural” del desempleo es la cadencia antinatural de la pobreza creciente.

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* Escritor y periodista.