COLUMNISTAS
LA SALUD DE LAS INSTITUCIONES

Un peligroso precedente

La designación de Lijo y García Mansilla en la Corte en comisión por decreto representa una seria amenaza para la credibilidad de la Justicia.

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En busca de templanza y compostura (de calzados). | Pablo Temes

Lo sucedido con la designación de los dos nuevos ministros de la Corte Suprema ha abierto un peligroso cauce para la institucionalidad. Ni el kirchnerismo se atrevió a tanto. Y eso, claro está, es decir mucho. Cristina Fernández de Kirchner desesperó durante cada uno de los períodos en que gobernó por tener una Corte integrada por ministros adictos. La intención de tener al menos uno durante el gobierno compartido con Alberto Fernández chocó con la falta del número necesario de votos para su aprobación en el Senado. La designación en Comisión nunca fue una alternativa.

La designación de Manuel García Mansilla y la aún en ciernes de Ariel Lijo representa una amenaza seria para la independencia y, por ende, la credibilidad de la Justicia. Esto, que afecta profundamente la seguridad jurídica, tendrá consecuencias negativas para el gobierno y para el país. Una de ellas, las económicas. No hay posibilidad numérica – ni política – de que tanto uno como el otro puedan ser confirmados por el Senado. Por eso es que, astutamente, el Dr. Lijo pidió una licencia extraordinaria sin goce de sueldo. Lo dijo con todas las letras en su presentación ante la Cámara Federal: “Dado que la designación carece de estabilidad en el cargo, le solicito que me conceda licencia sin goce de haberes¨ (sic).

A lo discutido de su nombramiento, se le agrega su desprestigio. El desprestigio también lo abarca al Dr. García Mansilla. Cuando en la audiencia ante la Comisión de Acuerdos del Senado del 28 de agosto de 2024, le tocó responder a la pregunta de la senadora Anabel Fernández Sagasti, sobre qué hubiese hecho si lo hubieran nombrado en comisión, como ocurrió en principio con Horacio Rosatti y Carlos Rosenkranz dijo: ¨Visto el impacto que tuvo aquel decreto 83 del 2015 en la opinión pública, yo no hubiera aceptado¨. La contestación fue una respuesta escueta y contundente. No admitió lugar a dudas. Parece que la olvidó, haciendo realidad la famosa frase atribuida a Groucho Marx que dice: ¨estos son mis principios pero, si no le gustan, tengo otros¨. Está claro que la dignidad ha dejado de ser patrimonio de los dos nuevos arribados al cuerpo. No se conocen juicios de aprobación de esta maniobra por parte de ningún abogado constitucionalista de prestigio.

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Al interpretar el inciso 19 del artículo 99 de la Constitución, que señala que el Poder Ejecutivo podrá ¨llenar vacantes que requieran acuerdo del Senado y que ocurran durante su receso, por medio de nombramientos en comisión que expirarán al final de la próxima Legislatura¨, la mayoría de ellos coinciden en señalar que se refiere a designaciones de embajadores o militares que necesiten su aprobación.

El clima en la Corte está irrespirable. El jueves las discusiones fueron acaloradas, por decirlo de una manera elegante. ¨No podemos hacer nada para oponernos a los nombramientos¨ expresaba una voz desde el interior del cuerpo con absoluta conciencia de la verdadera caja de Pandora que abre estas incorporaciones por decreto. A lo controvertido de la medida se le agregan los cuestionamientos sostenidos que, desde distintos sectores de la sociedad y del derecho, se le hacen al juez Lijo.

El mecanismo utilizado por el Gobierno para proceder a estas designaciones sienta un muy peligroso antecedente puesto que, si el presidente quedase habilitado a designar durante el receso del Congreso jueces sin acuerdo del Senado mediante un simple decreto y reiterar la maniobra al año siguiente, podría lograr cubrir vacantes de magistrados que no tienen acuerdo del Senado por tiempo indefinido. Esto sería, lisa y llanamente, el fin de la división de poderes, de la independencia de la Justicia y de la república. Demás está decir que, ante la llegada a la Corte de Ariel Lijo, quien festeja es “la casta” que el propio líder libertario dice combatir. El presidente Milei insiste en contradecir sus palabras y pensamientos. El perjuicio será para todos los argentinos de bien.

El otro episodio de alto voltaje político que dejó la semana fue la disputa con el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof por los tremendos casos de inseguridad que azotan al conurbano bonaerense y que lo han convertido en un sitio invivible. El Presidente movió primero con un estrepitoso posteo en la red social X donde le pidió al gobernador que se corra del medio y lo “deje intervenir la provincia por la inseguridad”. La jugada no fue sólo un impulso incontenible a los que suele tenernos acostumbrados. El temprano horario de la publicación dejó en claro que tuvo toda la noche para meditarlo. Estaba escrito de antemano. Para concretar semejante petición el gobierno debería demostrar que se cumplen las condiciones previstas en la Constitución nacional y contar con el respaldo del Congreso. Cosas poco probables. Entonces, las declaraciones del primer mandatario parecieron destinadas a fustigar al gobernador en el terreno político en lugar de ofrecer ayuda real ante tamaño flagelo.

La respuesta de Kicillof tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. El bonaerense ensayó una puesta en escena con un rejunte de kirchneristas, ex kirchneristas y algunos peronistas para simular un apoyo que, en lo real, no siempre es explícito. También estuvo Malena Galmarini, la esposa de Sergio Massa, a quien todavía le cuesta aparecer. Fue la foto de Unión por El Espanto. Allí, acusó al presidente de ser el “principal responsable del narcotráfico” en la provincia y agregó que lo denunciará penalmente. Semejante acusación no tiene ningún indicio de realidad y tuvo como fin último buscar la espectacularidad para desviar la atención. Mientras la dirigencia política siga enfrascada en peleas personales estériles, la inseguridad y ningún otro problema tendrá solución en el corto plazo. Debería darles vergüenza y ponerse en la piel de la gente que no sabe si sus seres queridos volverán a casa cada vez que salen a hacer un mandado. Kicillof ha demostrado su total incapacidad para resolver el problema y el presidente debería convocarlo de manera seria y respetuosa si de verdad pretende ayudar.

Al cierre de esta columna, terminaban los preparativos para el discurso de Javier Milei en el Congreso. Una nueva oportunidad para tomar la senda de la templanza y la compostura. El Presidente no debe olvidar que, en el medio, está la gente.