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Un manual de etología humana

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Los escritores norteamericanos suelen tener una insensibilidad hacia la justicia en sentido abstracto bastante siniestra. Cuando el escritor norteamericano promedio oye hablar de casos de injusticia, en primer lugar tiende a rechazarlos, a minimizarlos, a restarles importancia y a fabricar excusas optimistas que no hacen más que poner en primer plano su respeto por lo que le conviene, es decir, se comportan como verdaderos y clásicos burgueses. Sally Rooney es distinta, pero bueno, no es norteamericana, es irlandesa, y por alguna razón tiene mucho éxito en los países anglófonos, lo cual escapa a mi comprensión y a la vez despierta en mí una curiosidad inusual, porque no soy una persona curiosa y mi comportamiento ante las injusticias se asemeja mucho a la del escritor norteamericano promedio. Con apenas 33 años y después de tres novelas, Sally Rooney alcanzó una fama internacional desmedida, si es que algo así existe. Conversaciones entre amigos, Personas normales y Dónde estás, mundo bello, todos publicados por Random, vendieron muchísimo (con Personas normales se hizo incluso una serie), y no es fácil entender su éxito ni encuadrarla en un género. Rooney escribe sobre relaciones entre hombres y mujeres en todas sus variantes y combinaciones químicas (A-B, A-A, B-B, B-A), pero sus libros tienen fuertes connotaciones políticas y su estilo no es banal, aunque sus temas sí. Pero en realidad no hay temas: sus historias hablan de cosas extremadamente actuales, uno ve a los personajes ir y venir, y confirma una y otra vez que no suelen ser muy gentiles con las personas que aman. Pero en sus novelas no hay una trama propiamente dicha; en cierto modo podría decirse que en sus novelas no pasa nada, no hay lo que se podría llamar un desarrollo de la trama, ese ir siempre hacia adelante que hace que el lector pase una tras otra las páginas. Por ejemplo, en Conversaciones entre amigos, la narradora tiene 21 años y comienza una relación con un hombre más grande que ella, casado, dentro de una especie de cuadrado amoroso con su mejor amiga y exnovia, y la mujer del tipo. En Personas normales los protagonistas son dos, Marianne y Connor, que con el paso de los años no hacen otra cosa que amarse y alejarse, amarse y alejarse. En Dónde estás, mundo bello, los personajes vuelven a ser cuatro, y todo vuelve a estar cruzado de amor, amistad, desprecio y explicaciones. De modo que no hay trama, pero sí relaciones, interacciones. Rooney parece actuar con sus personajes como recomendaba Elmore Leonard: los imagina, averigua sus gustos, qué cosas odian, que cósas aman, y luego los suelta y ve qué hacen y escucha lo que dicen. Y toma nota. Rooney siempre recalcó que no hay nada de autobiográfico en sus libros, cosa a la que no le encuentra sentido: escribir para hablar de uno mismo es una tontería, una señal de narcisismo verdaderamente repugnante, al punto que en alguna entrevista confesó que por el contrario, cuando advierte que en lo que escribe se está deslizando su propia vida, entiende que está equivocando el rumbo.

En Intermezzo, su última novela, por primera vez los protagonistas son dos hombres, los hermanos Peter e Ivan, que acaban de perder al padre, y está narrada en una rigurosa tercera persona. Y dentro de la novela está lo de siempre: relaciones sentimentales complicadas, amores que se vuelven amistad y viceversa. Y dolor, mucho dolor. Y anticapitalismo. Y erotismo. En definitiva, Sally Rooney habla de las infinitas formas de amar y de lastimar, pero precisamente escribe para tratar de entender ese modo humano de moverse y actuar. No es casual que Intermezzo comience con una frase de Ludwig Wittgenstein. La labor de Rooney en cierto aspecto se conecta con la filosofía, o si se quiere con la biología del comportamiento humano. En realidad, sus cuatro libros podrían publicarse bajo un único título: Manual de etología humana.