COLUMNISTAS
Castigo

Un filicidio simbólico

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Referentes del presidente. Friedrich Hayek, Hans-Hermann Hoppe y Murray Rothbard. | cedoc

El filicidio es un fenómeno terrible y arcaico en sus orígenes. Ya en la mitología griega aparece Saturno como el dios que devora a sus hijos y, como todos los mitos, denuncia una conducta humana y apunta a sus raíces en el inconsciente colectivo. Los estudios psicológicos clasifican una media docena de motivos por los cuales padres y madres pueden matar a sus hijos. Estos van desde desórdenes de personalidad hasta rencillas interfamiliares, pasando por cuestiones hormonales, políticas y rituales. Se habla de filicidio altruista (matar al hijo para aliviarlo de una enfermedad incurable), psicótico (matarlo por impulso de una patología mental), accidental (matarlo sin querer), vengativo (un cónyuge quiere dañar al otro a través del asesinato del hijo), por rechazo (dar muerte al hijo no deseado), sacrificial (matar al hijo como ofrenda a un dios o a un líder). En todos los casos se trata de la ruptura más extrema y brutal del vínculo de sangre fundacional. La más absoluta negación del amor y el más cruel desconocimiento o negación de la existencia del otro.

En un estudio sobre este tema, los especialistas Norge Estupiñán Rodríguez, Eldalina Rodríguez Hernández, Abel Gallardo Sarmiento, Isis Jiménez Ramírez, Diana Rosa Bayona Santana y Lilibeth Villalonga CostaI (del Hospital Provincial Clínico Quirúrgico y la Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas, Cuba) recuerdan algunos casos tan famosos como tenebrosos: el de Magda Goebbels, esposa del ministro de Propaganda de la Alemania nazi, Joseph Goebbels, que, ante la caída del Reich, envenenó a los seis hijos del matrimonio antes de suicidarse junto a su marido; el del cantante Marvin Gaye, asesinado por su padre en 1984, en el día de su cumpleaños número 45; el de Jeanne Weber, a fines del siglo XIX, quien asfixió a ocho niños, incluidos sus hijos, y protagonizó un sonado proceso judicial en la Francia de su época.

Las fuerzas del infierno

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Y existen también filicidios simbólicos, en los que no se da muerte física al hijo, pero se desconoce de manera terminante a quien figuradamente se presenta como su descendiente. Es lo que acaba de ocurrirle a Javier Milei, que se había declarado heredero de las ideas de Murray Rothbard, Hans-Hermann Hoppe y Friedrich Hayek, tres referentes del libertarismo. Dos de ellos murieron (el estadounidense Rothbart en 1995 y el austríaco Hayek en 1992), pero el sobreviviente Hoppe (alemán residente en Estados Unidos) desautorizó de manera terminante al presidente argentino en una conferencia que se puede ver (traducida) en YouTube y que se propagó como un incendio forestal. Durante la reunión anual de la organización libertaria Sociedad, Propiedad y Libertad Hoppe dijo de Milei: “Desde el punto de vista de un anarcocapitalista, que asegura que es su convicción filosófica, él es un desastre. Y no coincido con aquellos círculos libertarios que lo quieren convertir en un héroe. No es un héroe”. Y desbarató puntillosamente los argumentos con los que Milei suele erigirse como referente de un libertarismo muy sui géneris.

Acaso pocos castigos sean tan dolorosos como los que un padre (real o simbólico) propina públicamente a un hijo. Pero el pecado de soberbia, que los griegos antiguos llamaban hubrys, suele ser castigado por los dioses de las maneras más inesperadas. Tarde o temprano lo hacen. Se verá cómo afecta este filicidio simbólico a quien acusa a otros de mentirosos, pero citó a Cicerón y a Marco Aurelio (grandes filósofos estoicos) con palabras que estos nunca dijeron, y carga, además, con cuatro acusaciones de plagio, la última tomando como propios, nada menos que en la ONU, parlamentos de una serie televisiva. Demasiadas travesuras pueden desatar la ira de algunos padres.

*Escritor y periodista.