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Océano Atlántico

Un barco a la deriva y un rescate en alta mar

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En problemas. El velero rescatado tenía daños en el mástil, se quedó sin combustible y sin agua. | cedoc

Es la tarde del 15 de diciembre a bordo del Costa Fascinosa. Un crucero de pasajeros con capacidad para casi 4 mil visitantes en sus 290 metros de longitud. Una ciudad en el mar en la que se necesitan –al menos– unos tres días para poder ubicarse medianamente bien y una semana para memorizar cada espacio.

Es la hora del aperitivo italiano así que los bármanes están en su hora pico. Los pasajeros se reúnen en la cubierta del puente nueve, en la popa, para tomar su Aperol Spritz y disfrutar los últimos rayos del sol del día. Se escucha música de ambiente house, se escucha el tintineo de las botellas y vasos de vidrio, y se siente el olor característico que solo se siente a bordo: un aromatizador de ambientes, mezclado con olor a, tal vez, ¿sal?, y a limpio.

No tan a menudo como para notarlo en un viaje de siete días, pero sí lo suficientemente rutinario como para que sea una constante una vez cada dos semanas aproximadamente, a bordo de los cruceros suceden cosas extraordinarias.

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La ruta del Costa Fascinosa para ese mes fue de Europa, comenzando por los puertos de Savona (Italia), Barcelona (España) o Marsella (Francia) hacia el Caribe. En el día de este evento extraordinario, el barco estaba atravesando el Océano Atlántico. Son seis días de navegación, el crossing como se dice a bordo, desde Santa Cruz de Tenerife, España, hasta llegar al Caribe, Barbados.

Era el día tres de la travesía. En el medio del océano, al mirar al horizonte no se ve nada. En realidad, eso es un decir. Se ve solo agua y más agua. Ni un barco a la vista, ni un animal marino. Solo olas. Nada por aquí, y nada por allá. La sensación de libertad que da la inmensidad lo cubre todo. La vida es solamente lo que ocurre dentro de ese barco.

Es en el momento de mayor relajo que se escucha –¡tin, tin!– un sonido por altoparlante que adelanta lo que será un anuncio de los oficiales: “La Guardia Costera le avisó al Costa Fascinosa que hay un navío que enfrenta grande dificultad. Esta nave es la más cercana al barco, por lo que el Costa Fascinosa se alejará de su ruta para realizar maniobras de rescate”. El mismo anuncio se escuchó primero en italiano, después en inglés, español, francés y portugués para que los pasajeros, de distintas nacionalidades, pudieran comprender.

La llamada de la Guardia Costera fue realizada vía satélite para avisar al capitán de la nave que el Fascinosa estaba a poco más de tres horas de distancia del barco a la deriva. Y, de acuerdo con la ley marina, no se puede abandonar a quien necesita ayuda en medio del océano.

En ese momento, desde la app del barco, se pudo ver cómo la línea recta que trazaba el navío en el mapa virtual, desde el inicio del crossing desde Tenerife, se había torcido y ahora comenzaba a formar una curva, y estaba dirigiéndose hacia Cabo Verde.

El movimiento del barco, siempre que haya buen clima, poco se siente. Y si se siente, el marinero se acostumbra. Uno solo puede notarlo cuando para. Como un sonido constante que uno solo escucha cuando deja de sonar. Luego de tres horas de incertidumbre, sin saber si el navío se iba a encontrar con un barco perdido, con migrantes en peligro, o con otro tipo de problema, el Fascinosa frenó.

Desde la cubierta del puente 10, a la izquierda, se podía ver, a lo lejos, un pequeño velero, con una sola bombilla de luz, con cinco hombres que saludaban al crucero que acababa de llegar al rescate desde la punta de la embarcación, donde flambeaba una bandera canadiense. El barco tenía daños en el mástil, se quedó sin agua potable y apenas tenía combustible para continuar el viaje.

El crucero comenzó a virar y acercarse hasta el pequeño tener a la embarcación cerca. A sus laterales, en el puente 4, el Costa Fascinosa cuenta con lanchas naranjas que están disponibles para usar en caso de emergencia.

Una de las lanchas del Costa comenzó a bajar. El agua, ya de noche, se había vuelto más rebelde. Era difícil, tanto para el velero como para la lancha controlar los movimientos. Los tripulantes, ahora en la lancha, sacaron sogas que tenían guardadas para la ocasión, para intentar atarse al barco a la deriva. Tiraron una soga gruesa desde la lancha hacia el velero con fuerza, pero no la suficiente, porque cayó en el agua. Luego otro intento, y otro, hasta que uno de los hombres a la deriva pudo agarrarla en vuelo y atarla a su velero, que ya se movía sin control bajo el agua revuelta.

Una vez conectados los dos veleros, un tripulante del Fascinosa saltó desde la lancha al velero y como una cadena humana, los hombres fueron pasando, desde un barco al otro, grandes botellones de agua, combustible y alimentos. Los pasajeros del Fascinosa, que miraban la escena desde las cubiertas y balcones, aplaudían la maniobra y saludaban a los canadienses.

Una vez separados nuevamente los dos barcos, la lancha con los tripulantes del Costa comenzaron a volver a la nave y fueron recibidos con una ovación. El velero pequeño, ahora con combustible, dio la vuelta y comenzó a perderse lentamente en el horizonte.

Esta podría ser una historia que quedara solo en la memoria y corazón de quienes formaron parte de semejante espectáculo. Sin embargo, se la dejo a ustedes también. Por que vale la pena contar algunas de las cosas que suceden en el magnífico océano.

En el medio de la nada, frente a todos los presentes que vieron cómo se salvaron cinco vidas, el capitán hizo sonar la señal del barco por excelencia, la bocina del crucero que indica “misión cumplida”.