COLUMNISTAS
ANTÍDOTOS CONTRA LA HIPNOSIS DERECHISTA

¡Trump no existe! y la democracia hipnótica

La gente hoy parece ver sólo lo que quiere. Y lo hacen de una forma agresiva, propia de esa parte del cerebro que los neurocientíficos llaman "reptiliana". Nuestro cerebro más antiguo, el que compartimos con los cocodrilos, el que sólo nos ordena atacar o huir.

Donald Trump 20250406
Donald Trump | Xinhua

Hace exactamente 50 años, en 1975, se publicó en Estados Unidos el libro de Charles Tart sobre los estados de conciencia. La tesis del libro era sencilla: el llamado estado de conciencia "normal" es una herramienta, un mecanismo para afrontar una determinada realidad que definimos como compartida, consensual. Cuando esta realidad entra en crisis, perdemos la capacidad de distinguir lo real de lo imaginario y, sobre todo, lo normal de lo patológico. Nuestro cerebro, en sí mismo, es capaz de funcionar en muchas frecuencias. Diferentes frecuencias corresponden a diferentes realidades, diferentes relaciones entre el interior y el exterior.

Un momento de creación artística, una discusión estresante y un pensamiento metafísico realmente nos hacen ver el mundo de maneras completamente diferentes. La hipnosis es simplemente un estado particular de conciencia en el que nuestra atención consciente está sobrecargada y desconectada de la realidad externa. Lo que está dentro de nosotros toma el relevo en la construcción de la realidad.

Trump y todos los derechistas de hoy están haciendo exactamente eso: sobrecargan emocionalmente las mentes de las personas con miedo y odio; y luego las desconectan del exterior, de los hechos y de otros seres humanos. Y el interior más primitivo toma el relevo. La gente hoy parece ver sólo lo que quiere. Y lo hacen de una forma agresiva, propia de esa parte del cerebro que los neurocientíficos llaman "reptiliana". Nuestro cerebro más antiguo, el que compartimos con los cocodrilos, el que sólo nos ordena atacar o huir.

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Este estado hipnótico y primitivo hace de repente que las instituciones democráticas, basadas precisamente en la búsqueda de consensos en el diálogo, en el ejercicio del juicio y de reglas compartidas, sean menos efectivas, si no francamente inútiles.

Esta evaporación de la realidad imposibilita también definir unos límites mutuos, una ética. El otro no existe. Lo que quiero es lo correcto. Punto.

Donald Trump 20250406
Si logramos explotar el lado positivo del mecanismo hipnótico utilizado por Trump, entonces él y su mundo ya no existirán

Hay tres antídotos contra esta visión hipnótica que nos convierte a todos en cocodrilos.

El primero y más fundamental es tomar conciencia del miedo. El miedo al cambio y el miedo al futuro nos empujan a renunciar a nuestra responsabilidad de ser autores del futuro. Si seguimos cegados por el miedo, confiaremos en las recetas delirantes de los gobernantes y les entregaremos nuestras sociedades. Dejamos de ver, dejamos de pensar y de ejercitar nuestro sentido crítico y nuestra capacidad de autodeterminación. Milton Erickson, el hipnoterapeuta más grande del siglo XX, nos enseñó que de ninguna manera es posible hipnotizar a un ser humano contra su voluntad.

El segundo antídoto es aprender a utilizar nuestros estados superiores de conciencia. Podemos regresar a un cocodrilo, pero también podemos convertirnos en mentes colaborativas y expandidas. Los estudios de Daniel Siegel y su neurobiología interpersonal han demostrado nuestra capacidad para conectarnos sistémicamente con otras mentes. Este es el origen de la empatía, la inteligencia colectiva y nuestros sentimientos sociales. ¡No sólo tenemos cocodrilos en la cabeza!

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El tercer antídoto es el uso de una contrahipnosis, un contrahechizo. En la hipnosis no sólo tenemos la posibilidad de retroceder, sino también de progresar, dejando entrar nuevos contenidos en la conciencia. Similar a los sueños proféticos. Seguir estas nuevas visiones que se originan en la parte más sabia de nuestra mente inconsciente nos permite imaginar y luego crear esas nuevas formas de realidad que pueden curar y hacernos superar el miedo.

Si logramos explotar el lado positivo del mecanismo hipnótico utilizado por Trump, entonces él y su mundo ya no existirán. Una vez más habrá conciudadanos, hechos sobre los que razonar juntos, intereses compartidos, métodos de colaboración. Habremos hecho de la hipnosis una herramienta para dar un salto evolutivo hacia la integración de lo mejor de nosotros, hacia una relación colaborativa entre los seres humanos y hacia una relación amorosa con nuestro planeta.

(*) Expresidente de la Federación Internacional de Prensa Periódica (FIPP)

ML

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