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Trucos de agitación

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Para mí, como para tantos, la Cindor tiene una significación especial (allá Proust con su magdalena y su acceso a la memoria involuntaria). Habrá sido por eso que, cruzando la avenida Córdoba entre Aráoz y Scalabrini Ortiz, me detuve a ver (a ver y a leer) un gran cartel que la publicita. Aparece una caja grande, fatalmente tentadora aunque no sea la botellita de antaño, y una leyenda refulgente: “Agitemos para que las cosas pasen”. Sabemos a qué se refiere: a que el chocolate no quede hundido en el fondo del envase y a que se formen burbujitas de encanto en la leche. Pero este eslógan, como suele suceder, busca tener otras resonancias, asociarse con otras cosas. Más allá de la chocolatada en sí, convoca cierto vitalismo, un ideal de movimiento, el afán de activar vivencias: agitar y que algo pase (dice “cosas”, no especifica qué).

Hacen creer que está pasando algo cuando en concreto las cuestiones de fondo se preservan

Ahora bien, en la imagen que completa la publicidad quien aparece es un adolescente o un niño (acaso una oscilación intencional: quién no siguió tomando Cindor una vez terminada la infancia. O tal vez un signo de época: que los niños tienden a lucir como adolescentes, y los adultos a menudo también). El asunto es que ese muchachito está perfectamente inmóvil, quieto y más bien pasivo: lo contrario de una agitación (o, como se dice ahora, de un agite). Y lo está porque está conectado a un visor de realidad virtual. De manera que, sean las que sean las cosas que están pasando, son engaños o ilusiones, apariencias de interior de caverna, sucedáneos del verdadero pasar. Y es que, en realidad, no está pasando nada. Parece que sí, pero lo cierto es que no.

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Me quedo pensando en eso: en los trucos de una agitación aparente, que hacen creer que están pasando cosas cuando en concreto las cuestiones de fondo se preservan en lo siempre igual. Alzo la vista y doy con otro cartel, algo más lejos. Es una publicidad de Rexona. A mí Rexona no me significa nada, pero igual leo: “Protección para que nada te detenga”. Me pregunto qué le ven de bueno a eso de no detenerse, a eso de nunca parar. Como si, incluso con protección, pero tanto más cuando no la hay, no fuera la manera más segura de terminar pegando contra algo. Por ejemplo, sin ir más lejos, contra la realidad.