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Tropiezos, convenios y negociaciones

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Complicados. Lijo y García Mansilla: Milei nunca imaginó que provocaran tantos problemas. | cedoc

Una nube política se avecina esta semana sobre el Gobierno en medio de la seducción morbosa  que provoca la impudicia institucional de Alberto Fernández, su mujer Fabiola y el harem de queridas. Por no hablar del negocio de los Seguros. Se mantiene caliente el folletín turco de la pareja, función día y noche, esta semana empiezan a declarar testigos involuntarios y otros, en cambio, sujetos apasionados por los medios: aún quedan por revelar documentales de la dama herida y nuevos testimonios del elenco femenino auditado prolijamente por el expresidente en su mandato, un incurable romántico. Procacidades al margen, los mercados suben, la inflación baja y Javier Milei puede circular a contramano sin castigo ni riesgo de choque. Hasta novia se ha buscado. Pero siempre el estado climático traiciona y este miércoles el pronóstico le vaticina alerta roja por una audiencia en el Senado que interpelará al juez Ariel Lijo, propuesto por el Gobierno para saltar de magistrado federal a ministro de la Corte Suprema. Un interrogatorio expectante debido a las controversias que provoca su nominación, una catarata de observaciones críticas que complican, además, el blindaje del Gobierno: si no sale Lijo, difícil que en el futuro Javier Milei pueda imponer a otro. Aunque siempre depende del precio. Para colmo, el segundo aspirante oficial y del que nadie confiesa autoría intelectual, Manuel García Mansilla, a pesar de que hoy acumula menos reticencias que Lijo, parece jaqueado antes de entrar de escena por su propia firma: eliminó su cuenta personal en Twitter apenas se conoció el propósito de su designación, una medida que ciertamente no lo inmuniza y que, por el contrario, en otros países (los Estados Unidos, por ejemplo) le impediría competir. Por ocultar información.

El interrogatorio de pasado mañana abundará en cuestionamientos a la carrera de Lijo, en particular a sus decisiones como juez, de trámites dormidos o fallos discutibles, conductas, negocios y amistades sospechosas, críticas ya anticipadas. Se supone que esos antecedentes, salvables o no, son clave para su acceso a la Corte Suprema. Sin embargo, más que valores o deficiencias personales, la designación de Lijo pasa por un acuerdo o una ruptura política en las diferentes agrupaciones partidarias: los votos de los senadores no se consiguen, en general, solo por el saldo del examen del miércoles. Y, si bien la determinación es ejecutada por los legisladores, antes pesan las opiniones de los gobernadores, de sus provincias, también las instrucciones de sus respectivos jefes políticos. También del dulce que implican otros intereses o conveniencias.

El pronóstico es de alerta roja para la audiencia del Senado sobre Ariel Lijo

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Empezando por Mauricio Macri, quien evita referirse a Lijo por su nombre, expresó las razones para exponer su rechazo a la candidatura en base a que un postulante a la Corte debe generar confianza y que la transparencia de la Justicia es fundamental para dinamizar el progreso y conseguir inversiones. Loable explicación para considerar un “error” la llegada de Lijo al máximo tribunal. A pesar de que le reprochen que él quiso nombrar dos miembros en ese instituto por vía de decreto y que su máximo asesor en el Poder Judicial (y en otros rubros) fue Fabián Rodríguez Simón, más conocido por “Pepín”, prófugo durante estos años en Montevideo (afirmando seguramente como Cristina de Kirchner que su caso proviene del law fare). Sin embargo, la razón más probable para bloquear el ascenso del juez por parte de Macri resida en otra justificación: no quiere que se modifique la ecuación de mayoría y minoría en la Corte que él mismo, sin proponérselo, instaló durante su gestión.

Entiende que el eventual aterrizaje de Lijo deviene de la estrategia particular de Ricardo Lorenzetti, siempre en minoría en la Corte frente al trío Rosatti, Rosenkrantz y Maqueda. No es una novedad ese intento de cambio preferencial, operado en las cercanías de Milei vía Santiago Caputo y con el mismo Presidente, por el mismo Lorenzetti y el acompañamiento de algún periodista de nota. Apunta a corregir el poder del trío dominante con dos nuevos miembros y, en apariencia, con la segura retirada de Guillermo Maqueda por cumplir 75 años en diciembre (salvo que a Milei se le ocurra ofrecerle una postergación y que el abogado cordobés la acepte). Entonces, los rechazos morales de Macri a Lijo resultan una tapadera de su real intención, la defensa del control mayoritario de dos de los miembros nombrados durante su gestión, Rosatti y Rosenkrantz, en particular éste último. Olvida, quizás, que un juez federal –cargo que retendría Lijo si se frustra su postulación– puede ser mucho más importante que un integrante de la Corte Suprema.

Si el peronismo contribuye con sus votos, quiere alguna compensación física en la Justicia

No ha trascendido ni un fleco de que en la última reunión de Macri y Milei, hace menos de siete días, se haya tratado este tema. Según comentan, ambos se sienten más cordiales desde ese encuentro, el ingeniero ya no se percibe como “una doméstica paraguaya” –consideración que al parecer recibía de Karina Milei y el Caputo junior–, afilado ahora en la relación luego de otras reuniones menos amistosas que tuvieron en el pasado (a pesar de que en la última discutieron bastante sobre la comparación de números del déficit de ambas administraciones). La mayor inquietud de Milei en el encuentro pasó por la elección del año próximo, la necesidad de ir juntos en varios distritos y observar el efecto de lo que podrían cosechar como candidatos Horacio Rodríguez Larreta en Capital Federal y Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires, ese dúo a consagrarse en la avenida del centro. Al parecer, Macri planteó la necesidad de apelar a gente valiosa para incorporar al Gobierno y en no dejarse arrastrar por negociaciones en las que a Milei lo despluman de a poco. Ejemplo, los entendimientos con el diputado radical Emiliano Yacobitti que al Estado le cuestan cuantiosas sumas adicionales para la Universidad y sus alrededores.

Este tipo de transacción, quizás no dineraria, también se contempla entre la viuda de Kirchner y Milei por el caso Lijo sin contactos personales. La exmandataria, como en toda decisión política, requiere de alguna certeza sobre intercambio de propósitos y de presos en la guerra. Códigos, es decir que si el peronismo contribuye con sus votos al juez en el Senado, también demanda una compensación física en la Justicia, sea en la Procuración o en la designación de nuevos magistrados. Más o menos como Macri, en otras palabras. A esta altura, en un tema casi impenetrable para él, Milei nunca debe haber pensado que imponer a un juez en la Corte Suprema generara tantos tropiezos y convenios, negociaciones y prestaciones, ni siquiera que hasta le recomendarían ampliar el organismo de cinco a siete, con la inclusión de una o dos mujeres, para que todo el arco político se acueste contento. Ni siquiera alcanzan para esa felicidad los entretenimientos románticos que hoy se conocen de Alberto Fernández, un récord frente a otros mandatarios (salvo Silvio Berlusconi) que tal vez fue beneficioso para el país: al menos, le restaron tiempo al implacable Don Juan para sumar otras medidas de Gobierno no precisamente efectivas.