Señor Joaquín Morales Solá, me dirijo a Ud. en relación con su artículo “¿Qué hacen los barrabravas con los jubilados?”, que avala el accionar represivo ejecutado por la Sra. Patricia Bullreich. Usted escribió en un periódico de circulación nacional (y no en una red de resentidos y desinformados): “Ciertos sectores políticos cuestionan la represión policial. ¿Y qué debería hacer la Policía? ¿Qué haría el Estado en cualquier parte del mundo ante una situación de violencia de esa magnitud? Debe reaccionar. Es su naturaleza. Si no lo hace, pierde su razón de ser”.
Yo no sé si Ud. es capaz de darse cuenta del abismo al que se asoman esas frases que admiten, por un lado la “represión policial” y la justifican como la “razón de ser” del Estado. De ahí a justificar la represión militar de la última dictadura hay sólo un paso y Ud. no parece titubear en darlo.
Otros periodistas (en este mismo diario, pero también en el que le paga sus colaboraciones) desmontaron las ridículas presunciones paranoicas de la Sra. Bullreich y del Gobierno del que forma parte, tal vez como episodio terminal de una carrera errática. No hubo violencia concertada, no hubo sedición, no hubo intento de golpe de Estado, ni siquiera es claro que haya habido tantos “barrabravas” sino sencillamente hinchas de fútbol (que como yo, o son jubilados o tienen parientes jubilados, puestos bajo la avara tutela de la Sra. Pettovello).
Para Ud., sin embargo, se trata de seres que metafísicamente “son violentos por naturaleza”: “Los barras bravas llevan la violencia a donde van”.
Sorprende que un señor mayor como Ud. caiga en simplificaciones semejantes. El gran filósofo Emmanuel Levinas escribió unas Reflexiones sobre la filosofía del hitlerismo donde puntualizó (para salvar al funcionario del Tercer Reich) que en la filosofía de Heidegger se puede querer o no el propio Dasein. Para el nazismo, en cambio, uno estaba condenado a su “razón de ser” y su “naturaleza” (lo que Ud. llama “violento por naturaleza”).
Por supuesto, no hay seres de violencia por naturaleza, como no hay jubiladas patoteras o fotógrafos militantes que merezcan la desinhibida represión policial desatada sobre esos cuerpos vulnerables, sobre los que Ud. no tuvo ni una palabra de solidaridad.
Como jubilado, le aseguro que prefiero la compañía y la protección de esos “barrabravas” que Ud. desprecia (como Hi-tler despreciaba a los judíos, como hoy se desprecia a los musulmanes: por su “naturaleza”) a su compañía o la de la Sra. Bullreich, a quien no le escribo porque sé que ella no lee. ¿Usted sí?