Cierra con bailecito la mejor semana de su breve historia presidencial. Ni él puede creer su coronación en Mar-a-Lago bendecido por Donald Trump, aunque jura que “habrá más semanas exitosas”. Si los números económicos atestiguan una mejora notable en diversos rubros, encabezados por la inflación, el déficit y el riesgo país, también sorprende el ejercicio de un amateur en política como Javier Milei contra avezados profesionales de la oposición: cruzó la ciénaga de la queja universitaria, el trance de Aerolíneas Argentinas, impuso la rigidez del veto y bloqueo los límites que deseaban imponerles a sus DNU. Siempre en minoría absoluta. Todavía le falta el Presupuesto. Pero, tal vez, nadie imaginó la importancia que significa estar sentado en la Casa Rosada, aplicar el poder y la billetera del Presidente, incluyendo cierta muñeca de alguien más semejante a un monje sinuoso que a un cuadro de la KGB: Santiago Caputo. Para colmo, son bienvenidas las diatribas de Cristina de Kirchner y de su furioso hijo, alelado por los acontecimientos y recurriendo a las monsergas peronistas del siglo pasado –la entrega, la colonización–, aunque Máximo exhibió cierta picardía barrial al describir el abrazo Milei-Trump: “Saltó a su brazos como un koala”. Olvidó, quizás, una imagen semejante, de saltimbanqui, que perteneció a su padre, Néstor, cuando en una entrevista con otro mandatario republicano, George Bush hijo, nervioso y caritativo, le acariciaba el muslo sin ninguna pretensión de sexo. Parte del sometimiento cultural, seguramente.
La viuda Cristina, en cambio, en la semana jubilosa acusó a Milei de convertirse en un “pequeño dictadorzuelo”. Casi un oxímoron. Más turbada estará cuando, al no prosperar o demorarse en exceso el cruce de Ariel Lijo a la Corte Suprema, esa decisión se la reserve Milei para designarlo en comisión (y sujeto a la posterior aprobación del Senado) junto a Manuel García Mansilla. Si así fuera, ¿sus odios se encarnizarán contra el decreto o se abrazará al silencio porque esa medida podría favorecerla?.En medio, además, de una rabia exacerbada a pesar de haber conocido la sentencia por anticipado: el fallo de la Cámara en su contra y otros doce beneméritos que la condenaron a seis años de prisión por la corrupción de Vialidad en Santa Cruz. Más que nunca ahora ha decidido cumplir con 25 recorridos y actos por la provincia de Buenos Aires para protagonizar su descargo ante la pena. Y defenderse en la calle, en su santuario bonaerense.
Y observar, con distancia y precaución, las declaraciones presuntamente solidarias y a su favor que han formulado el gobernador Axel Kicillof, el exministro Julio De Vido (absuelto en ese veredicto) y Guillermo Moreno. Sospecha un compromiso formal en esas voces, mientras en sus casas festejaron el fallo. En particular, aquel que jamás recibió un gesto de acompañamiento por parte de ella cuando estuvo preso y que, ahora, debe haber repartido champagne hasta en su pajarera de Lima. Y si Axel no habla debe ser por una corrección obligada ante la jefa nacional del Partido Justicialista y del jefe bonaerense del mismo PJ, Máximo. Está demasiado condicionado a ese dúo por la confección de las próximas listas de candidatos, aunque varios intendentes le exigen un grito de rebeldía antes de las elecciones del año próximo, a celebrarse en dos días diferentes, y quizás –como el mismo gobernador entiende– con tres peronismos distintos en la carrera de largada.
Por su parte, padece un desencuentro interior Mauricio Macri: Milei vive su vida anterior, el flirteo de otra década con quien fue su amigo, Trump, la alternativa de una recuperación inédita de la Argentina que bajo su mandato no se pudo cumplir. Y que él mismo reconoce por falta de autoridad y confianza, sin incluir las fronteras de la época que le impedían ser más temerario. Aunque todos lo niegan, se promueve generoso y, según él, en la semana más feliz de Milei, en ese mundo de juguete, como colaboración le pide al Gobierno que se atienda la lentitud en que se concreten inversiones, ya que el RIGI de la ley Bases hasta ahora solo consumó una en Catamarca. Observa demasiada morosidad en ese proceso, tal vez un peligroso estancamiento para sostener la estabilidad económica. Cree que tampoco se produce un boom inmobiliario como el que correspondería a la actual situación, que el sector industrial continúa bajo enfriamiento y, si hay una compra importante de camionetas en una provincia, responde en exclusivo a una operación puntual de las empresas dedicadas a la explotación de minería o petróleo. No a un movimiento masivo de automotores. Hoy adhiere también a los pedidos de plata de los gobernadores cercanos para aprobar el
Presupuesto como forma de no perder liderazgo, volvió a reanudar vínculos con Miguel Pichetto, y hasta ha acortado la línea que lo separaba de Horacio Rodríguez Larreta, quien lo invitó a su próximo casamiento. Fue una sorpresa, tuvo que excusarse, no puede ir: en la fecha del himeneo, ya tiene comprometido un viaje a México y los Estados Unidos con su mujer Juliana. Palabra santa.
Otros que se han perdido en el desierto son los radicales, parecen esas tribus que se han separado, dispersas, como los judíos que terminaron en Etiopía. No dejan de asombrarse de la actuación de Milei en su semana más feliz, en la que se inscriben el G20, la visita de Macron –con diversos reclamos diplomáticos– y la de Meloni, como si la Argentina fuera la capital del mundo. O integrará a esa cúpula mundial de repente, después de mucho tiempo, Milei mediante.