Prometí que no iba a escribir sobre Boca hoy, y no pienso hacerlo. Pues no es sobre Boca que versaré, sino sobre el periodismo deportivo de los medios hegemónicos, en torno a Boca. Creo que lo que salva al periodismo deportivo oficial es el periodismo político, que es aún peor. Alcanza con chusmear cinco minutos la tele para ver evidentes periodistas pagos por el Gobierno y las grandes empresas, operadores mediáticos, fuerzas de choque simbólicas o grupos de tareas comunicacionales. Cuando mueren hay peleas familiares por su herencia, como si fueran multimillonarios, porque efectivamente lo son, se convirtieron en eso, después de años y años y años de recaudar.
Entre tanto, nosotros, la opinión pública, somos sus víctimas. Víctimas de sus operaciones, sus campañas de difamación u ocultamiento (ocultar lo que ocurre es tan importante –y se cobra tanto– como mentir o calumniar a otros). Pues bien: el periodismo deportivo mayoritario no llega a tanto, es más ingenuo, menos dañino, aunque sus campañas son igual de evidentes (vean si no cómo tratan los medios macristas a Riquelme). Pero esta semana, el periodismo deportivo oficial estuvo especialmente insoportable. Dale, dale y dale, tachín, tachín, simplemente porque Boca ganó un partido, a Huracán, el primero de los tres que jugó hasta ahora (veremos cómo le va esta noche, en la trasnoche, contra Racing).
El domingo pasado contra Huracán no jugó bien, apenas si levantó un poco el nivel en el segundo tiempo, no mucho más. Y en el medio, hubo un golazo de Palacios, un gol que bien podríamos llamar “intelectual”: desde el momento en que dejó correr la pelota entre sus piernas, ya tenía toda la jugada en la cabeza. Entonces, hubo que soportar toda la semana, en un programa tras otro, en la tele y en la radio (el gil soy yo que los escucho…) que Boca ya se había vestido de candidato, que Palacios era un crack (tal vez lo sea, qué se yo. Sé que es hiperprematuro para decirlo), que Gago había encontrado el equipo, y decenas y decenas de hipérboles y exageraciones más.
El caso máximo fue Marchesín. Escuché decir, no a uno, sino a varios periodistas de diferentes programas y medios que Boca había ya encontrado a su arquero y que parecía que atajaba en Boca desde hacía años. Pero Marchesín jugó regular. Tapó dos buenas (en una en verdad habían cobrado offside), pero antes rechazó mal una con los puños (en lugar de salir fuerte del área, la pelota salió para arriba, liviana, y tuvo la suerte de que le cayera de nuevo a él); en otra, bastante sencilla, dio un rebote muy largo (por suerte no entró ningún delantero de Huracán para el rebote y la sacó un defensor), y en otra más, que cobraron faul cuando salió contra un delantero que cargó sobre él, pero que igualmente había salido muy tibio a ese choque. Ojalá Marchesín la rompa en Boca. Pero el otro día jugó 5 puntos, salvo para el bombo, bombo y bombo del periodismo deportivo oficial que necesita que Boca venda (pero Boca vende, aunque pierda…. ¡Machacamos con “crisis en Boca” y listo!).
En fin, ya sin espacio, quería decir algo sobre el paupérrimo estado de muchos, demasiados, campos de juego. Quedará para otra vez.