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Sólo gobiernos totalitarios ponen trabas a la función periodística

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Mike Mccurry: “Los secretarios de prensa deben tener sentido del humor, enorme paciencia y una inflexible adhesión a la verdad”. | afp

¿Qué dirán los historiadores cuando analicen estos tiempos, y en su marco la relación del gobierno mileísta con el periodismo? Arriesgar una respuesta sería un acto temerario, aunque no tanto si miramos con espíritu crítico las actitudes del Presidente y sus acólitos respecto del periodismo independiente (que lo hay, mal que les pese a quienes pretenden negarlo). Voy a proponer una definición que, entiendo, se acercará mucho a la realidad actual: se trata de una relación injusta y desbalanceada porque el Gobierno ejerce un poder que –vale afirmarlo sin dudas– no le concedió el voto mayoritario del electorado argentino. No tiene sustento jurídico y mucho menos humano el trato que recibe el periodismo independiente por parte del Gobierno.

Otra prueba de ello, por si fuese necesario, es el anuncio formulado por el vocero presidencial devenido secretario de Estado, Manuel Adorni, en el sentido de que habrá una fuerte restricción gubernamental sobre la acreditación y libre ejercicio de sus funciones para con los periodistas acreditados en Casa de Gobierno. No quiero reproducir sus argumentos, que fueron ampliamente difundidos en los últimos días, pero sí bucear en las medidas esbozadas, que constituyen un grave atentado oficial contra la libertad de prensa. 

El vocero (en relidad, el Gobierno) no pueden dictar un ucase que –todo parece indicarlo– invadiría la potestad de las empresas periodísticas en la designacción de sus periodistas en la sala de prensa del Gobierno, sea la actual u otra vip como la esbozada por Adorni. En todo el mundo, salvo donde existen dictaduras de uno u otro signos, los periodistas acreditados están allí para informar sobre medidas de gobierno, preguntar sobre lo que no se dice abiertamente, investigar. Para cumplir, en definitiva, con las misiones fundamentales de este oficio. Retirarles a las empresas periodísticas su derecho a designar a quienes las representen sería un verdadero atentado contra la libertad de expresión. Y también lo sería condenar a la expulsión a profesionales independientes que (signo de los tiempos) suelen sumar ingresos representando a varios medios como free lancers, no vinculados por relación de dependencia sino como colaboradores permanentes sin exclusividad, una práctica habitual en el mundo periodístico actual.

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El editorial que Jorge Fontevecchia puso en el aire días atrás refleja en profundidad lo grave de este anuncio gubernamental (https://www.perfil.com/noticias/modo-fontevecchia/dia-219-preguntas-calificadas-un-paso-previo-al-voto-calificado-modof.phtml). 

El señor Milei, su vocero y buena parte de su equipo de colaboradores tienen una tormentosa relación con periodistas y medios que no le son afines (para los que no ahorran insultos, diatribas, acusaciones, palabrotas) y otra cálida, afectuosa, para con comunicadores que sirven (en la acepción “estar al servicio de alguien”, según la RAE, que define al servil, palabra más apropiada, como alguien que “de modo rastrero se somete totalmente a la autoridad de alguien”).

El señor Adorni debería revisar algunos antecedentes de personajes famosos en el cargo que hoy ostenta.  Por ejemplo, el exvocero presidencial de Bill Clinton, Mike McCurry, dijo que “los secretarios de prensa deben tener sentido del humor, enorme paciencia, la habilidad para hablar y escribir con rapidez y una inflexible adhesión a la verdad”.

No creo, por cierto, que el señor Adorni camine por esa senda.