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Sociedad de la autoafirmación

Lo que a veces se lee como culpa puede ser toma de distancia o, simplemente, elegir distinto. El apresurado interpreta y habla, da su veredicto y cree que las cosas solo son como las imaginó (o las está pensando). Nunca duda de esa lectura. Menos aún de sus efectos. Simplemente dice con valor de verdad y sin lugar a variantes.

Leer todo como resultado de la culpa es como no leer. Los fenómenos son complejos y las personas pueden elegir lo que, en apariencia, “no les conviene” porque nunca sabemos qué persiguen en realidad. Por eso es tan importante evitar las opiniones; sobre todo cuando nadie las pide o suenan a veredictos. Compartir algún aspecto de la vida del otro no nos habilita a más que al placer de pasar un momento juntos, ayudarnos, festejar, o estar en modo presente. Eso implica apagar la máquina de la interpretación.

La culpa es un mecanismo incómodo que implica exceso de autocrítica o juzgamiento de uno mismo y de sus actos. El culposo siempre cree que actuó de manera incorrecta. Por eso se autoincrimina, sufre. Pero hace un tiempo vengo pensando que nuestra sociedad no es –ni por lejos– la sociedad de la culpa que alguna fue. Hoy abundan los mecanismos de autoconvencimiento y autoayuda, de autocuidado y autoconmiseración.

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Más que de autocrítica, estamos sobrecoucheados de autoafirmación. Nos encanta encontrarnos con aquellos que reafirman lo que buscamos ver de nosotros mismos. Los mensajes invitan a decretar algo y a no moverse de ahí, a ser uno mismo, a dejar que las cosas fluyan al punto de que el otro se autosegregue. Todo gira en torno a la necesidad del “cada uno”. Como si la unidad subjetiva no necesitara de la búsqueda de una comunidad.

Por eso digo que somos el punto exactamente opuesto a la sociedad de la culpa: cero autocrítica, cero incorrección. Sobreabundancia de yo y de posiciones subjetivas.

Digo todo esto y pienso, antes que nada, en los mensajes que me llegan y en mi falta de aceptación. Aunque escriba en términos generales, pienso en los aspectos de lo social que me afectan a título personal; en lo que afecta a mis hijos y a mi entorno. Si no leí estas ideas en Byung Chul Han, pega en el palo.

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