COLUMNISTAS
el evento $libra

Significados de no entender

En el título póstumo de Sarlo, es la puerta a lo desconocido. Para el Gobierno, es un atajo para sortear el escándalo cripto.

220225_milei_lanzador_cuchillos_temes_g
Número vivo. | Pablo Temes

“No entender” fue el título que eligió Beatriz Sarlo para sus memorias que fueron publicadas recientemente por la editorial Siglo XXI.

La destacada intelectual argentina fallecida en diciembre pasado escribió que “no entender” fue su experiencia primera y definitiva. “Comencé no entendiendo –explica Sarlo– y, casi enseguida, acepté que ese era el punto de pasaje a todo lo que valía la pena. Convencida de que entender era un trabajo, me acostumbré a que ese trabajo fuera un placer. Ni el camino del arte ni el del pensamiento son una línea recta”.

“No entender” como punto de partida y como posición de combate “contra” un objeto (textual, histórico o cultural) que presenta una dura resistencia y no se deja comprender con facilidad. Tener consciencia de no entender es ya una forma embrionaria de la comprensión: en ese comienzo nebuloso se vislumbra que –como afirmó Marx– apariencia y esencia casi nunca coinciden y para encontrar el vínculo secreto que articula ambas esferas se requiere de un arduo trabajo del pensamiento.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La desconfianza y la curiosidad hacia lo que aún es desconocido son herramientas fundamentales para la lectura (de textos o de tiempos). Es preferible reconocer que algo no se ha decodificado del todo antes que descansar tranquilamente en el primer sentido que se atribuya. Esa comodidad (esa “zona de confort”, diríamos hoy) cierra el camino a otros sentidos posibles.

La Capilla Sixtina o el libro primero de El capital no se nos revelan con solo observarla detenidamente o leerlo con esmero, requieren del soporte de una cultura tanto o más complicada que las imágenes y los textos. Sarlo realiza una atrayente reivindicación de “no entender”como el capítulo inicial de un viaje hacia el intento de reconstrucción de ese caos que llamamos “realidad” por el camino del pensamiento.

Sin embargo, hay que advertir que existen otros múltiples usos de “no entender”: como sinónimo de “fingir demencia” deliberada para no asumir los errores propios; como menosprecio de los otros desde el pedestal ocupado por los paternalistas incurables o como coartada para esquivar la responsabilidad de tomar partido.

Cuando se desató la crisis del criptogate, la última trinchera de un gobierno en shock fue “no entender”. El economista brillante y el mejor presidente de la historia (según su autopercepción) adujo no estar del todo interiorizado de la estafa que organizaron cuatro atorrantes que habitan los sótanos de la criptoeconomía. El que agitaba a los cuatro vientos que “no la ven” porque estaban todos ensobrados no la vio y dejó el sobre al aire libre con todos los dedos marcados. Luego, para transmitir (y transmitirse) tranquilidad, otra de las defensas del Gobierno fue bajarle el precio al episodio. “La gente no entiende del tema cripto, de esto no se va a enterar nadie y se va a disipar rápido”, fue la línea argumental que propalaron las gargantas profundas del mileísmo. Curiosa coincidencia con los derrotistas del otro lado que, para confirmar sus prejuicios, recurren a la presunta ignorancia popular que provoca una falta de interés y, en consecuencia, habilita una manipulación eficaz. Sin embargo, varios estudios revelaron que arriba del 80% de los consultados afirmaron haber escuchado sobre el tema y estar altamente informados del mismo y otro tanto intuyó que en la trama no había inocentes.

“No entender” también fue el refugio de muchos de los partidarios de libertarianismo en construcción. “Yo de eso no entiendo nada”, coreaba el mileísmo talibán para esquivarle a la evidencia del negocio turbio. No era necesario conocer los mecanismos de las porosas blockchain, la flexibilidad viscosa del token o el movimiento traidor de un rugpull para darse cuenta de que estábamos no solo ante a una estafa millonaria, sino también muy torpe.

No solo la política abusa del “no entender”. Jonatan Viale comprendió a su manera el oficio periodístico (fue su forma de “no entender”) cuando creyó que era un mercado que paga muy bien el silencio y en el que (invirtiendo la fórmula de Rodolfo Walsh) “la mentira no solo se cuenta, la mentira se milita”.

Aunque la suya es la expresión más burda de “no entender” en el periodismo o en el análisis político. También desde ese ámbito se ha repetido que no se entiende por qué Milei se mete en estos líos (conflicto con las universidades, ataque a la diversidad sexual o criptogate) cuando en todas las otras áreas, y sobre todo en la economía, viene de acierto en acierto. Lo que no se entiende o no se quiere entender es que el ajuste salvaje, el reseteo general del país y la “batalla cultural” están íntimamente unidas. Y en el caso de la estafa millonaria, fue la expresión extrema de un modelo de economía política que está en el ADN del proyecto mileísta: la etapa superior del fetichismo financiero o la discreta lumpenización del capitalismo.

En el trasfondo está la verdad como objetivo a conquistar y como horizonte de lucha. El fuego de la crisis iluminó las fragilidades del mileísmo y nos acercó un poco más a su verdad. Una verdad que está lejos de la infalibilidad con la que se presentaba hasta ayer nomás y más cerca de los límites rigurosos que impone el país de la hegemonía imposible. Un país tan oprimido y tenaz como difícil de entender.