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Ser o no ser: Marchesín, el miedo o la generosidad

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Elección. Brey todavía estaba verde para calzarse esa responsabilidad. | afp

Boca quedó eliminado por segunda vez consecutiva de la Copa Libertadores y sufrió uno de los papelones más grandes de su historia. No necesariamente por la derrota, sino por cómo se dio: en la Bombonera, contra un equipo peruano (Alianza Lima) dirigido por un adversario identificado con River y San Lorenzo como Néstor Gorosito, con goles malogrados abajo del arco y con una secuencia inexplicable de cambio de arquero.

Al entrenador se lo contrata y se lo juzga por los resultados de sus decisiones sobre cada jugador en beneficio del equipo. Con el diario del lunes, todos acertarían el Prode (aquel juego azaroso donde se apostaba el resultado de los partidos), pero el entrenador decide el domingo. Por eso, sobre el tema de las decisiones y el fútbol, en el aire quedó flotando una pregunta que se proyecta hasta el día de hoy y que no tapó la victoria por 1 a 0 ante Rosario Central por el torneo local.

¿Qué llevó a Fernando Gago a reemplazar a su arquero titular (Agustín Marchesín) por un juvenil (Leandro Brey) que estaba sin entrar en calor a pocos minutos del final?

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El fútbol, como la vida, está hecho de elecciones. En la previa, el entrenador de arqueros (Muñoz) y sus dirigidos (Marchesín y Brey) seguramente hablaron sobre una posible definición por penales. Entonces, luego de esa conversación, se abre el juego como en el célebre soliloquio de Hamlet escrito por Shakespeare: ¿ser o no ser el arquero que tenga la responsabilidad de defender la clasificación de Boca a la Libertadores para evitar un fracaso histórico?

Por pergaminos, la respuesta sería Marchesín, y por estadísticas sería Brey. El ex-Lanús tiene números peores que sus antecesores como Sergio Romero o Agustín Rossi: tuvo dos definiciones por penales en Libertadores y perdió las dos, en toda su carrera solo atajó 26 de los 116 penales que le patearon. Al juvenil le fue muy bien por Copa Argentina y es probable que tenga mucho futuro en este rubro, pero todavía estaba verde para calzarse esta responsabilidad.

Sin tener resuelto quién, es el propio guardameta el que interviene para plantear esta pregunta que se transformó en existencial. En la secuencia de video de un minuto se suceden varias acciones y gestos que lo único que hacen es generar dudas en un grupo, dudas que vistas con el diario del lunes pueden ser causales de la derrota: el arquero que le plantea la duda al auxiliar, el auxiliar que se la traslada al entrenador, el entrenador que la comparte con su asistente, el asistente que convoca al arquero suplente, el suplente que, sorprendido, no sabe para dónde arrancar, el entrenador que le dice al arquero titular que se tire para el cambio, el titular que no se tira porque no quiere dar la imagen de cagón, el cambio que se demora, la sorpresa del resto de los jugadores por algo que ni siquiera lo sospechaban. Acción e inacción. Dudas y más dudas.

El fútbol es un deporte de decisiones. Cada pase, cada disparo, cada movimiento táctico es el resultado de una elección en fracciones de segundo. Los jugadores más destacados son los que en promedio toman mejores decisiones, porque entienden lo que está pasando.

La ficha de dominó que desemboca la caída es de Marchesín y es el cuestionamiento que nunca se va a poder sacar de encima. El jugador quiere y tiene que jugar. Su nombre lo define. Pedir salir, sin que exista una dolencia que lo justifique, es inadmisible. Peor aún, si entendiendo el momento definitorio que estaba por delante ve que afuera lo reemplazará un compañero juvenil que ni siquiera estaba precalentando.

Sartre decía que el ser humano está condenado a ser libre, porque ser libre significa tomar decisiones, y esas decisiones terminan definiéndonos. En el fútbol, esa decisión puede cambiar por completo el destino de un equipo.

Si nada se movía y todo continuaba como venía, más allá de la informal charla previa, Marchesín iba a ser el arquero de los penales. Ante la duda, decidió empujar el dominó y las fichas empezaron a caer. Si alguien viene a plantearte salir, es muy difícil que un entrenador decida no sacarlo. A partir de ahí, sus opciones eran dos: terminar como el futbolista generoso que pensó en el bien del equipo (si Brey tapaba los penales, se convertía en ídolo y Boca se clasificaba) o en un cagón que decidió bajarse en un momento definitorio.

Ser o no ser el arquero, esa era la cuestión. Marchesín decidió no serlo.