Se alinearon los planetas. No quedan dudas. Ese es el significado que para Javier Milei y su gobierno tiene la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. A medida que en la noche del martes los resultados iban consolidando una tendencia imparable a favor del candidato del Partido Republicano, la euforia del Presidente y su entorno iba experimentando una especie de crescendo casi extático. Es claro que para el actual gobierno no daba lo mismo que ganara uno u otro candidato. Con Kamala Harris en la Casa Blanca las cosas hubieran sido muy diferentes.
En la política –como ocurre prácticamente con cualquier otra actividad– las relaciones interpersonales juegan un rol fundamental. Y esa importancia se agiganta cuando esa relación de afecto y afinidad se da entre los jefes de Estado. En el caso del vínculo entre la Argentina y los Estados Unidos, la historia es rica en ejemplos que confirman el postulado precedente: Carlos Menem con George Bush padre y Bill Clinton; Arturo Frondizi con John Fitzgerald Kennedy.
Es claro que para la Casa Rosada no daba lo mismo que ganara cualquier candidato en Estados Unidos
Donald Trump siente afecto verdadero y gratitud por Milei, cuya gestión valora enormemente. Afecto por la afinidad ideológica absoluta existente entre los dos; gratitud, por la actitud del mandatario argentino de ir a visitarlo en un momento en que el flamante presidente electo era denostado por la mayoría de la dirigencia política estadounidense. En la tarde del miércoles en Miami, dos integrantes del Comité de Campaña de los republicanos señalaban que a Trump lo conmovió esta actitud de Milei. De ahí que la reunión de la próxima semana en Mar-a-Lago, la exuberantemente lujosa residencia de Trump en West Palm Beach, debe ser tomada como una muestra de ese afecto. Y como una verdadera señal política. Afecto y valoración que son compartidos por Elon Musk, cuyo protagonismo en la campaña y en estos primeros días posteriores a la elección es evidente y significativo.
Las reacciones de los mercados del miércoles reflejaron con contundencia el impacto positivo que el triunfo de Trump produjo en la macroeconomía vernácula. Una de las expectativas de mayor envergadura está dada por la posibilidad de conseguir el apoyo por parte del futuro presidente de EE.UU. para obtener el dinero fresco necesario para levantar el cepo. En 2018, durante la realización de la cumbre del G20 en Buenos Aires, se recuerda que Trump le preguntó a Mauricio Macri –a quien lo une una amistad de años– qué necesitaba. Y, más allá de lo que Macri le haya contestado en ese momento, los hechos posteriores demostraron que Trump ayudó mucho a su amigo para conseguir aquel préstamo inaudito que le otorgó el Fondo Monetario Internacional.
Pero, para el gobierno argentino, el alineamiento de los planetas no termina en esta posibilidad de obtener la cantidad de dólares necesarios para levantar el cepo. Las circunstancias políticas de la región hacen que Milei pueda transformarse en una pieza muy importante dentro del mosaico que hay en esta parte del continente ya que, con la ausencia de Jair Bolsonaro, la alianza con la Argentina es de obligada necesidad para tener influencia en gran parte de Latinoamérica. “Vamos a ser el faro de América del Sur y vamos a forjar alianzas duraderas con los amigos de la libertad. Con Trump en los Estados Unidos mucho de lo que estamos haciendo aquí cobra un sentido mucho más trascendental”, aseguró un diputado oficialista.
El Gobierno se siente cómodo en la pelea con los líderes sindicales, que no entienden el cambio de época
En la política doméstica, una vez aquietadas las aguas por la salida de Cancillería se Diana Mondino, también se vivieron días de euforia y revancha. El Presidente, junto a Guillermo Francos y su hermana Karina, recibieron en Casa Rosada a los gobernadores radicales Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Carlos Sadir (Jujuy), Gustavo Valdés (Corrientes), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Leandro Zdero (Chaco). Fueron casi dos horas de reunión, donde se intentó dejar atrás la polémica por Alfonsín, tema en el que Milei ensayó una suerte de disculpa, y se centraron en la importancia de sostener el equilibrio fiscal, hablaron de la realidad que atraviesa cada una de las provincias y de cómo motorizar la actividad desde las economías provinciales para que el país salga adelante. En realidad, lo que al Gobierno le interesa es mantener esa suerte de alianza con los mandatarios provinciales que le permitirá luego contar con votos y apoyos que son vitales entre las bancas del Congreso Nacional.
El otro tema en el que el Gobierno se siente cómodo es en la pelea con los líderes sindicales. Esta semana el conflicto con los gremios aeronáuticos se agudizó. Gente que quedó varada en los aeropuertos, pasajeros que tuvieron que sufrir más de tres horas de espera arriba de los aviones y otras postales para el olvido. La Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA), que conduce Pablo Biró, la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), encabezada por Juan Pablo Brey, y la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), liderada por Edgardo Llano, fueron las responsables de las penurias de miles de pasajeros. Ninguno de los responsables de estos gremios ha entendido que la gente pide a gritos un cambio de época mientras ellos mantienen sus privilegios de espaldas a la sociedad. Basta con citar las palabras de otro experimentado líder sindical que tuvo, al menos, un rapto de lucidez: se trata de Ricardo Cirielli, líder de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA), quien cruzó a sus compañeros y dijo que “están obligando al Gobierno a cerrar Aerolíneas Argentinas” e incluso calificó su estrategia de paros eternos como de “lock out sindical”. Más claro, agua. Sus declaraciones son un símbolo que alumbra la futura relación de los gremios entre sí y de estos para con el Gobierno. Han perdido el apoyo de la gente y le están entregando a Milei un triunfo en bandeja para agigantar su figura. La mentalidad anacrónica y llena de vicios de gran parte de los líderes sindicales es un problema que se debe encarar de una vez por todas para que la Argentina empiece a sanar.