El llamado “Templo I”, una pirámide escalonada de veinte metros de alto que data del siglo VII, se yergue como la construcción dominante en la zona arqueológica de Comalcalco, envuelto en la selva tropical mexicana. En ese magnífico escenario, que en tiempos de los mayas fue un importante centro social y comercial, el presidente mexicano Andrés López Obrador (AMLO) hizo un pedido sorpresivo, exigiendo que la Iglesia y la corona española pidieran perdón por lo que él llamó “agravios a los pueblos originarios” y “las matanzas e imposiciones” que llevaron adelante “la cruz y la espada”. Mencionó una misiva dirigida a Francisco y Felipe VI por este motivo, fechada el primer día de marzo. El anuncio tuvo lugar durante una visita presidencial a Centla, con motivo de la conmemoración de los quinientos años de la batalla que enfrentó allí a Hernán Cortés con los indígenas.
Lo insólito de su solicitud no es esta exigencia, porque pedidos de disculpas similares ya han tenido lugar en relación con otros hechos. En 2015, Japón y Corea del Sur alcanzaron un acuerdo, ahora en revisión, sobre las mujeres abusadas por soldados japoneses en la Segunda Guerra Mundial. En 2018, el presidente francés Emmanuel Macron se disculpó por las desapariciones forzadas durante la revolución en Argelia (1954-1962). En 2015, el gobierno de España puso en vigor una ley de reparación histórica, permitiendo que los descendientes de judíos sefardíes expulsados del país por su identidad religiosa, en virtud del Edicto de Granada (1492), puedan acceder a la nacionalidad española.
La característica común de estos procesos ha sido siempre la negociación a través de canales diplomáticos, y no la formalización de demandas de Estado a través de declaraciones a la prensa. AMLO eligió el camino de la polémica. El proscenio, la fecha escogida, la alusión a los estudios de su esposa Beatriz sobre la conquista, hacen suponer que su intención era dar un golpe de efecto. Recordaba a aquel gesto de Nicolás Maduro, que acusó a España de “genocida” y exigió el pago de reparaciones a los indígenas americanos en un acto del 12 de octubre.
El ministerio español de Relaciones Exteriores rechazó de plano las declaraciones del presidente mexicano, en parte porque no tuvo más remedio. Aunque estas palabras no impactarán de lleno en las relaciones comerciales que mantienen ambos países, sí generarán malestar. El vínculo mexicano-español es fructífero, y se potencia año a año.
El pedido que hace a la sede apostólica merece un párrafo aparte, no solo por las formas sino por la imprecisión. Pedidos de disculpa formales por parte de la Iglesia ya hubo: Juan Pablo II en su visita a la República Dominicana (1992), Benedicto XVI en Brasil, durante la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (2007) y Francisco, en sendas visitas a Bolivia (2015) y México (2016). El pontífice argentino, por su parte, anunció que no participará de los actos por los doscientos años de la independencia mexicana, que se cumplen en 2021. La noticia se dio a conocer un día después de las declaraciones de AMLO.
El estudio de la conquista no es unívoco en sus conclusiones. El proceso fue muy complejo, y las fuentes documentales impiden arrojar una cifra irrefutable que permita conocer el número de víctimas con exactitud. Esto no autoriza a omitir el tema, ni tampoco exculpa a nadie, pero el reduccionismo irresponsable de un hecho histórico de tal magnitud, basado en el oportunismo político más que en la seriedad de una investigación, pone a las partes pasibles de encarar un proceso de negociación en un lugar incómodo.
Si esta es la estrategia de AMLO para celebrar el “Año de Reconciliación” en 2021, queda advertido de que lo más probable es que le toque festejar solo. Nadie acude a una fiesta para ser el bufón del dueño de casa. Mientras tanto, la Cancillería mexicana ha salido al rescate buscando contemporizar las declaraciones del presidente. Veremos si lo logra.
*Profesor de Historia de la Universidad Austral.