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Recuerdos de Córdoba

Paseo es un ensayo compuesto de ensayos que acompañan el desplazamiento diario del autor por la ciudad.

Pasó por San Clemente el escritor santafesino Francisco Bitar y trajo un libro de ensayos sobre música (La música que escuchan todos), escrito a medias con el cordobés Carlos Surghi. Detrás de Bitar cayó Surghi y trajo otro libro, esta vez de él solo, que se llama Paseo. Con Bitar y sus mujeres comimos pizza, como ya van dos años seguidos; en cambio con Surghi, a quien no conocía, tomamos café y tuvimos una conversación variada. Empezamos hablando mal de los rosarinos y seguimos con algunas particularidades cordobesas. Surghi, profesor de estética, autor de poemas, ensayos, cuentos y novelas, sostiene que en Córdoba no hay mafias literarias como en Rosario porque es una ciudad tan extendida, mal comunicada y de topografía tan perversa que a la gente le resulta difícil encontrarse. Peregrina teoría que intenta hacer pasar a sus cómplices de camarilla por santos inocentes.

Hablamos de la relación que Surghi encuentra entre Córdoba y Londres (ciudades bajas, de gran superficie, llenas de rastros y desechos del pasado) y compartimos una común admiración por ciertos marxistas británicos que no se diferencian mucho de ciertos conservadores británicos, ese extraño parentesco que une a Chesterton con E.P. Thompson y con Orwell. También hablamos del escritor cordobés Antonio Oviedo, una gloria secreta de la ciudad (aunque nadie es tan desconocido hoy en día y además ganó un Konex), a quien sugirió que era imprescindible leer. Dos días más tarde, me llegó un whatsapp de Surghi que reproducía el artículo de un dogmático y arrogante izquierdista nativo, que nada tiene que ver con esos británicos e intenta someter la literatura a la esclavitud y el control de la teoría. Por suerte, antes de que llegara esa infame misiva, había leído Paseo y, como el libro me pareció bueno, se me ocurrió que Surghi era víctima de la necesidad de protegerse invocando generalidades académicas, sin advertir que esa costumbre puede perjudicar no solo su juicio sino también su escritura y hasta su salud.

Paseo es un ensayo compuesto de ensayos que acompañan el desplazamiento diario del autor por la ciudad después de dejar a su hijo en la guardería y dirigirse a una zona que llama “la gran curva del río”. En el trayecto se encuentra con escombros de todo tipo y su inmersión en la fantasmagoría siniestra de la ciudad lo conduce a la oscura barranca y al viejo cementerio. “Uno termina amando lo desagradable que lo circunda cuando lo desagradable mismo se vuelve íntimo”, comenta Surghi, mientras conversa al caminar con la literatura del paseo, un género que empieza en Rousseau y pasa, entre otros, por Walser, Chejfec, Iain Sinclair, Padeletti, Baudelaire, Derek Jarman y, desde luego, Oviedo, autor de una tetralogía sobre los fantasmas de Córdoba, una ciudad que no exporta literatura, acaso porque ella misma es un fantasma. En algún momento de sus mañanas, el narrador para en un café, pausa que aprovecha para hablar de los cafés de Aira. Paseo tiene la cadencia de un vals en el que el pasado y el futuro, así como lo abstracto y lo concreto, se devoran mutuamente mientras hacen desaparecer el presente entre calefones herrumbrados y yuyos invasores. Al final hay unos versos cuyo origen Surghi dice no recordar: “escombros del pasado es el presente, modesta, la ruina del ahora.”

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