Esta semana se inició con la muerte del papa Francisco que conmovió a todo el mundo, independientemente de ser o no católicos. Porque el Papa, como líder mundial, tuvo un gran impacto en ideas y propuestas que superaron los marcos religiosos estrictos, para extenderse a las situaciones mundiales y a la visión de esas situaciones con políticas que fueron y son compartidas por muchas y muchos. También muchas tuvimos diferencias, y es normal. Para las feministas, la exclusión de las mujeres para el ejercicio sacerdotal de la Iglesia fue una diferencia muy grande. La desigualdad en la inclusión de mujeres y hombres no es menor para quienes nos reconocemos feministas, seamos mujeres u hombres, y por eso creemos y defendemos la igualdad de derechos y oportunidades como bienes irrenunciables. Recientemente el papa Francisco trató de ampliar la participación de mujeres, pero en una forma muy marginal, algo que parece es muy difícil de aceptar por la Iglesia católica y aún más que aceptar a las personas trans e incluso a los matrimonios entre personas de igual sexo. El otro desafío es aceptar el concepto de género y sus implicancias en la vida y la interacción con otras personas. Esto sin, claro, la oposición al derecho al aborto, que está por encima de todos los otros aspectos.
Los cambios que el papa Francisco planteó a la Iglesia católica tienen muchos aspectos trascendentales, como recuperar en parte la vida sencilla y austera, eliminando lujos que resultan tan poco naturales porque marcan la desigualdad de los fieles en forma ostentosa, que la hace más inaceptable. Junto con esto, la simplificación de los ritos, que es algo clave para que todas las personas fieles se sientan parte de los ritos y no solo espectadores, para eso la abolición del latín y el uso del lenguaje de cada país es algo muy importante. Todas estas actitudes fueron naturales y no poses adoptadas, esa autenticidad es una de las virtudes que reconocen todos en el papa Francisco. También su capacidad de atender a todos por igual sin diferenciar por sus condiciones físicas, sociales, económicas o políticas. Su acercamiento a los pobres fue desde el comienzo de su vida pastoral una constante y la continuó en el papado, algo muy genuino y que lo llevó a reconocerlos como modelos de fe y a sugerir que la autenticidad de estos sectores es mucho más auténtica que la del resto de la feligresía También levantó la voz en defensa de los sectores más vulnerables y vunerabilizados, independientemente de si pertenecían a la feligresía católica o a otro culto, o a ninguno. La defensa de la paz, la condena de la guerra y los conflictos armados y el cuidado del medioambiente fueron algunos de sus mayores clamores y esfuerzos, enfrentando a líderes mundiales.
La promoción del diálogo interreligioso fue otra de sus contribuciones a la paz y al respeto de la diversidad religiosa, algo importante para superar la creación de silos religiosos, que en muchos casos constituyen la base de conflictos armados. Esa capacidad de escucha y tolerancia fue una de sus mayores virtudes y en ese sentido, si bien nunca reconoció los principios feministas, sí permitió tener diálogo aunque no acuerdo. Sin ser un progresista, sino más bien un cauteloso conservador, tuvo esa capacidad de permitir el diálogo y la tolerancia hacia las diferencias y los diferentes. Los cambios en la Iglesia y en la actividad pastoral que promovió son sus legados más importantes, y ahora deberán pasar la prueba de fuego: sobrevivir a su papado. Por ahora agradezcamos al papa Francisco su apertura y sigamos luchando por nuestros ideales feministas, independientemente de las creencias religiosas y políticas. Los avances en los derechos conquistados son nuestro capital, ojalá la Iglesia católica pueda incorporar algunos de estos principios pronto, o por lo menos la apertura a la participación igualitaria de mujeres y hombres en el ejercicio pastoral y en la conducción del Vaticano.