COLUMNISTAS
cerca del arranque electoral

¿Qué les pasa, están nerviosos?

Lo más preocupante para el Gobierno es la relación entre la caída de las expectativas de futuro y el voto al oficialismo.

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Perdida, ¡¡¡Ya!!! | Pablo Temes

Si Trump no fuese presidente de los EE.UU., tendría un futuro asegurado como jefe de campaña de líderes de otros países. Por ejemplo, la mandataria mexicana se está viendo muy beneficiada en la opinión pública por el conflicto arancelario. En Canadá, la casi segura victoria de los conservadores en la próxima elección se está revirtiendo a favor del oficialismo liberal. Y como si esto fuera poco, ahora le ha cancelado la entrada a Cristina y familia. Vistos aquellos dos ejemplos, ¿la quiere complicar o la quiere ayudar? “Miren hacia el norte”, dijo la jefa en 2014. Acá estamos, mirando, más que nunca, a ver qué pasará con el mundo.

Aquí están “pasando cosas”, las suficientes como para que el Javo haya decidido cancelar su tercer viaje consecutivo al exterior, señal de que en los grupos focales el Presidente luce un poco desenfocado frente a diversas problemáticas, ajenas a las prioridades ciudadanas. Vamos a citar una vez más hasta el cansancio a nuestro querido Sun-Tzú: actuar estratégicamente implica concentrar esfuerzos, no dispersarlos. Dos meses de sucesos que lo mantuvieron a la defensiva no da imagen de león. Por suerte para él, el miércoles logró blindar el DNU por el acuerdo con el FMI (salvo que haya algún dolor de cabeza en la Justicia), con una estrategia muy astuta políticamente.

El turismo desde el extranjero está en crisis por el crawling peg, pero un rubro floreciente es el desfile de representantes de fondos de inversión foráneos. En esas conversaciones se van imponiendo algunas percepciones: 1) en los temas que no hay RIGI, dudan sobre apostar; 2) la minería rinde muy lejana para un país inestable como la Argentina; y 3) primero veamos qué pasa en la elección de octubre. En síntesis: la vidriera entusiasma, pero vamos a seguir viendo y en todo caso volvemos. Como ya comentamos hace unas semanas atrás, el Gobierno puede ganar, mejorar su posición en el Congreso, pero si el kirchnerismo se impusiese en la Provincia de Buenos Aires cantarían “te juro que te adoro… y por tu bien, te digo adiós”.

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Si tienen temores los que aún no la pusieron, imagínense a los que la pusieron y cualquier ruido los asusta. En el libro “Puede fallar”, Andrés Borenstein y Gabriel Llorens describen los problemas de comunicación que tuvieron los gobiernos, y particularmente los ministros de Economía, en los pasados cuarenta años de democracia. Parece que Toto y Javo no lo leyeron, porque en los últimos días cometieron una serie de errores básicos de comunicación que generaron turbulencias, más allá de si los fundamentals están bien o no. Lo cierto es que, al mismo tiempo que el acuerdo con el Fondo está más cerca, más incertidumbre sintió el mundo financiero. Hay algo que no está funcionando bien en la comunicación, en la política… o en la realidad. O todo al mismo tiempo.

A esa paradoja esta semana se le sumó otra, muy llamativa. El último índice de confianza del consumidor de la Universidad Di Tella volvió a marcar un descenso por segunda vez consecutiva desde que asumió la administración libertaria. En febrero fue leve, 0,3 %, pero en marzo es más pronunciado, 6,7 %. Durante 2024 solo había dado negativo en tres meses: enero –por el efecto lógico de la devaluación y la inflación consiguiente– junio y septiembre –quizá fruto de los ruidos políticos que se produjeron con dos temas sensibles como jubilaciones y presupuesto universitario. Lo curioso es que este clima se produzca cuando la economía está despegando y la inflación es claramente más baja que en esos meses del año pasado. En esta última medición, la caída fue en todos los segmentos sociales y geográficos, y en todos los componentes del índice. Lo más preocupante para el Gobierno es la caída sustancial de las expectativas futuras que inciden sobre los comportamientos de consumo y además correlaciona con el voto al oficialismo de turno.

A este dato se le debe sumar un consumo masivo que no repunta lo suficiente y una inflación de marzo que no bajaría de los 2,5 puntos (confesado por economistas filolibertarios). Tampoco ayuda que el índice de precios mayoristas de febrero haya sido el más alto de los últimos cinco meses. También algunos observadores destacan que, si bien el superávit fiscal se mantiene, los egresos están creciendo a más velocidad que los ingresos. ¿Ese es el costo de las negociaciones con los gobernadores para evitar sofocones en el Congreso? Por las dudas, los bancos subieron la tasa de interés a los depósitos en dólares porque hay goteo.

De todos modos, dichas paradojas e interrogantes no están afectando mayormente el nivel de aprobación del Gobierno, ergo la perspectiva electoral. Como faltan siete meses para los comicios –que en Argentina es una eternidad– es muy aventurado decir cuán bien le puede ir al Gobierno. Los errores que cometa sobre clivajes secundarios o marginales para la opinión pública pueden ajarlo, pero no comprometerlo. Se tratará en todo caso de un análisis sobre cuánto logrará maximizar las oportunidades que le brinda el escenario.

El 13 de abril se producirá el primer test electoral del año con la elección en Santa Fe de convencionales constituyentes, la cual operará como un virtual plebiscito sobre el primer año de gestión del gobernador Pullaro. Al mismo tiempo será la primera prueba para la marca LLA en una elección desde que asumió Milei. Después vendrán otras cuatro provincias. Pero el plato fuerte de la previa será el comicio en CABA, el cual puede significar el principio del final del PRO, al menos como los conocimos hasta acá. Más allá del conflicto entre los amarillos y los violetas, los Macri no pudieron contener casi nada del paquete accionario preexistente. Salvo que el oficialismo local lleve un/a candidato/a que conmueva y/o la votación se polarice, el final es absolutamente incierto. Un eslabón más que se rompe en la cadena del statu quo que ordenaba la política argentina de 2015 a 2021.

Vistas las turbulencias de la semana, el Presidente podría interpelar a los operadores financieros: “Qué les pasa? Están nerviosos?”.