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Qué hacer con Villarruel y Conan

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Especialidad. La de este Gobierno es generar problemas donde no los hay. Las relaciones internacionales son el mejor ejemplo. Francia fue el último episodio. | NA

Hay gobiernos incapaces de resolver problemas y hay otros muy capaces de generarlos.

No se sabe si este será capaz de solucionar los problemas pasados y presentes. Lo que sí está probado es que es un experto en promover nuevos conflictos. Como hace en el plano internacional.

Sin que nadie se lo pidiera, ya escaló cortocircuitos con la mayoría de los países de la región, incluyendo a Brasil, nuestro principal socio. Lo mismo sucedió con otras naciones claves como China y España. Con los Estados Unidos lo que hizo fue apoyar en público a Trump, rival de la actual administración.

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El último conflicto ocurrió esta semana y apuntó a Francia, justo cuando estaban por comenzar los Juegos Olímpicos. Esta vez fue la vicepresidenta la encargada de encender la mecha, al calificar a ese país de “colonialista e hipócrita” tras los cantos racistas de un jugador de la Selección contra futbolistas franceses.

Como se sabe, Javier Milei envió a su hermana a la embajada francesa para pedir disculpas, tratar de “desafortunadas” las opiniones de Victoria Villarruel y garantizar la cita con Emmanuel Macron.

En un gobierno especializado en promover conflictos, este tampoco podía terminar rápido. Y lo que empezó como otra crisis diplomática se convirtió en una nueva batalla entre el Ejecutivo y la vicepresidenta.

Diferencias. Después de que el Gobierno la criticara por sus dichos, Villarruel los ratificó (aún es lo primero que se lee cuando se ingresa a su cuenta de X) y días más tarde sostuvo que “pasa por alto” las críticas.

La desconfianza entre Milei y su vice es mutua. Los separa la ideología y sus creencias místicas

Como para no dejar morir el conflicto, el viernes Adorni informó que Macron “se tomó un momento para agradecerle directa y especialmente a la señora Karina Milei por sus palabras, en ocasión de la polémica por los cánticos deportivos y el desafortunado tuit de la vicepresidenta”.

Los cruces entre Milei y la persona que eligió para acompañarlo en la fórmula comenzaron en plena campaña y tienen múltiples raíces.

Mientras que él pretende la destrucción del Estado, Villarruel reivindica su existencia y postula una mayor presencia estatal en temas como Seguridad y Defensa (la escuela austríaca de Milei propone la privatización completa de esas áreas).

El anarcocapitalismo de Milei es ajeno a cualquier espíritu nacionalista; en cambio, Villarruel representa la continuidad de una de las vertientes de esa histórica corriente ideológica.

En la escalada de esta semana, ella profundizó su posición con las típicas apelaciones “patrióticas” de ese sector: “Aunque nos insulten y silben nuestro Himno, Argentina está destinada a la grandeza. ¡Viva la argentinidad!”.

Hasta la alianza entre ambos, a Milei jamás le había interesado el pasado político. Cuando se le preguntaba sobre la última dictadura, compartía la corrección política de criticarla con dureza. Villarruel defiende a aquellos dictadores (su padre era uno de ellos) y brega por la libertad de los que aún están detenidos.

También son muy diferentes en sus creencias místicas. Ella es ultracatólica, él avanza hacia la ortodoxia judía. Pero mientras la religiosidad de ella significa una relación con Dios y el más allá intermediada por oraciones y ceremonias colectivas, la de él no supone otra intermediación que la de su hermana Karina (la considera la reencarnación de Moisés), a través de la cual el “Uno” le transmite distintas misiones.  

En línea con su mesianismo, Milei es un dogmático que recurre al pragmatismo solo como recurso de última instancia.

Villarruel se parece más a una política tradicional, negociadora y pragmática.

Pero lo que más hiere la sensibilidad de los hermanos es que están convencidos de que la mujer en la que tanto confiaron se burla de ellos y de sus creencias ante testigos. Así como de impostar ante ellos una supuesta preocupación por la estabilidad emocional del Presidente al pedirles que “ayuden a contener a Javier”.

Siempre los periodistas. La repetida generación de conflictos no es solo producto de la psicología de Milei, sino de la decisión de continuar con la exitosa estrategia electoral de diferenciarse del establishment político, empresarial y comunicacional del país y del mundo.

El enigma de los perros presidenciales mereció un fallo del procurador para que no se siga hablando de ellos

Es dudoso que la praxis trotskista de la revolución permanente ayude a resolver los problemas del país, pero es la característica más notoria de este Gobierno.

De ahí sus recurrentes peleas con personas y sectores que ni siquiera quieren pelearse, como los economistas clásicos, los grandes banqueros y los periodistas de distintas creencias que coinciden con la marcha general de esta administración.

Ya se sabe que los medios son un dolor de cabeza para un oficialismo que no tolera discrepancia alguna. Esta semana hubo una muestra más de la dificultad oficial para resolver conflictos en lugar de generarlos.

Hace meses que periodistas de distintos medios vienen presentando pedidos de acceso a la información vinculados con las reformas en Olivos para recibir a los perros del Presidente, el número total de mascotas y los costos de su mantenimiento.

El Gobierno podría cerrar un tema que parece nimio con un par de precisiones y hasta difundir, como hecho de color, una foto de Milei con sus mascotas.

En cambio, lo que hizo fue pedirle al procurador del Tesoro que se expidiera para evitar nuevas preguntas al respecto.

Así, esta semana Rodolfo Barra argumentó que nadie tiene derecho a conocer detalles sobre los perros presidenciales, ni sobre cuántos son ni lo que costaron las refacciones para mudarlos, ya que todo lo solventa el propio Milei y hace a su vida privada.

El procurador decidió no tomar en cuenta la enorme jurisprudencia nacional e internacional en la materia. Como los célebres fallos de la Corte Suprema de los Estados Unidos (“New York Times vs. Sullivan, de 1964; o “Curtis Publishing Co. vs. Butts”, de 1967, entre otros): “Quienes deciden participar en la esfera pública asumen voluntariamente la reducción de su vida privada en comparación con quienes permanecen en el anonimato”.

O el célebre fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Fontevecchia vs. el gobierno de Menem, por el que el Estado fue condenado: “Los funcionarios públicos no solo se encuentran sujetos a un mayor escrutinio social en lo que respecta a sus actividades oficiales, sino también en relación con cuestiones que, en principio, podrían estar vinculadas a su vida privada, pero que revelan asuntos de interés público”. Este fallo integra la “Colección de dictámenes sobre derechos humanos” (2021) del Ministerio Público Fiscal.

El miedo de Milei a la libertad

Cuanto más secretismo le sumen, más público y controvertido será.

Porque desde el punto de vista económico, que los costos los solvente el Presidente no lo hace un tema privado, ya que se supone que sus ingresos provienen del Estado y el escrutinio sobre la relación ingresos-egresos de un funcionario es de interés público.

Lo extraño es que, seguramente, Milei podría justificar sin problemas los gastos que ocasionó la mudanza de sus perros. Por eso llama la atención que no lo haga.

Cuántos son. El otro motivo de interés público está referido a la cantidad de perros que realmente viven en Olivos.

Lo único que vuelve relevante a este interrogante es que Milei repite que vive y juega con cinco perros, frente a una investigación de la revista Noticias que comprobó, a través de testigos directos, que solo son cuatro los clones del fallecido Conan original.

El viernes, el diario Clarín (responsable del pedido de informes que motivó la intervención de Barra) publicó que en Olivos se construyeron cinco caniles, pero que uno está vacío porque solo hay cuatro animales.

Adorni sostiene: “Si el Presidente dice que hay cinco perros, hay cinco perros”, pero la sociedad tiene derecho a conocer cuál es la realidad que percibe quien conduce sus destinos. Y el Gobierno tendría la posibilidad de cerrar al menos alguna de las tantas polémicas que abre.

(Salvo que considere que la respuesta que debería dar en este caso terminará generando una polémica mucho mayor).