A las puertas de Rosh Hashaná, ¡gracias Israel!
¡Gracias por cuidarnos!
Gracias por eliminar al más cruento líder terrorista de las últimas décadas, autor e impulsor de atentados sangrientos en Argentina y varias partes del mundo.
Gracias por avanzar a paso firme en ese terreno cenagoso donde nosotros, los ilustrados, andamos en puntas de pie para no ensuciarnos los talones con la mierda de la historia.
Gracias por distinguir claramente quién es el enemigo, no solo de ustedes, los judíos y los israelíes, sino de todo el mundo que se pretende libre y democrático.
Gracias por denunciar sin tapujos las autocracias asesinas, las teocracias represoras y lapidadoras, los gobiernos que aterrorizan a sus propios pobladores, en una clara muestra de que eso que encarnan es lo más nefasto de lo que se puede (mal)entender por religión.
Gracias por poner el cuerpo allí donde nosotros sólo cacareamos nuestros supuestos valores y nos pavoneamos con las banderas de la inclusión y la equidad para luego escondernos detrás de escritorios y cátedras, suponiendo que esos lugares nos otorgan la autoridad moral, el prestigio y la impunidad para decir canalladas sin escrúpulos.
Gracias Israel por poner a la vista que todos nosotros dependemos de ustedes, de su valentía, de sus convicciones y de la firme determinación de no dejar avanzar la barbarie.
Gracias por haber perdonado nuestras ofensas cuando, hace casi un siglo (ayer nomás), vimos cómo se levantaba la más tenebrosa hoguera de la muerte, la macabra edificación del nazismo, de sus campos y cámaras, de sus trenes cargados de víctimas, de sus vejaciones incontables, y miramos para otro lado fingiendo demencia, porque no estuvimos a la altura de los acontecimientos y creímos que nadie se iba a dar cuenta de nuestra pequeñez.
Gracias por protegernos, no solo de los destructores, sino de nuestra propia soberbia y necedad.
Gracias por defendernos ahora, a pesar de nuestra traición y de nuestra hipocresía.
Gracias por haber establecido una nación verdaderamente progresista, democrática y republicana en medio del atraso y de los regímenes más autoritarios del planeta, una nación que es punta de lanza y que muestra, por contraste, el horror que la rodea. Una nación que dice “es posible”, o como dijeron los fundadores, “Si lo queréis, no será (solo) un sueño”.
Gracias por darnos la más extraña y valiosa lección: cómo un antiguo pueblo de origen tribal supo construir una tradición legal y humanista, diferenciándose de todas las culturas del entorno, y convertir esa multimilenaria existencia en un estado moderno, vital y creativo.
¡Único caso de la historia humana! Aunque muchos, demasiados no lo entiendan y le reprochen a ese pueblo que haya dejado de ser un judío errante, figura funcional a toda persecución y discriminación.
Gracias Israel por saber cuál es el sentido de su existencia, como pueblo y como país, a pesar -o mejor dicho, con- todas sus contradicciones, conflictos, internas y diferencias, porque de eso se trata una democracia que se precie de tal.
Gracias Israel por estar a la vanguardia, no solo de mil inventos científicos y tecnológicos que nos facilitan la vida a todos, sino fundamentalmente de la lucha por preservar esos valores que decimos afirmar y que ha costado tantos siglos fundar y sostener.
Gracias Israel por ser, una vez más, “luz para las naciones”, como dicen sus fuentes, a pesar de que todos nosotros, llenos de culpa mal procesada y de ambigüedades y vacilaciones morales, típicas de la mala conciencia, sigamos culpándolos de todo, en uno más de nuestros actos de ceguera irresponsable, enredados en una oscuridad voluntaria.
Gracias Israel por ser fieles al mandato que les ha sido dado: “elegirás la vida”, a pesar de y resistiendo todos los embates de millones que optan por la muerte.
Gracias por enseñarnos una vez más, como en aquellos lejanos tiempos bíblicos al pie del Sinaí, el significado de algunas palabras -libertad, justicia, igualdad, términos que han sido mancillados y malversados por tanto idota útil- que circulan en banales discursos contemporáneos.
Gracias por la lucha actual y renovada, que expresa y sintetiza todo lo que hace milenios vienen creando y transmitiendo en forma ininterrumpida: desde el shabat, invento revolucionario y verdaderamente progresista que conmovió el mundo antiguo y dio base a toda la legislación laboral de la modernidad, hasta la escritura y la interpretación, la paternidad y la filiación, la ley ética y los sistemas de riego, los medicamentos más avanzados y las lecturas talmúdicas, para solo mencionar poquísimos hitos de la riqueza que Israel como pueblo y como país nos han donado.
¡Gracias Israel!
Sería genial poder prometerte que estaremos a tu lado, que intentaremos que tanto sacrificio no sea en vano, que honraremos los principios que dan origen a tu lucha porque son también los nuestros. ¡Ojalá seamos dignos de tanta entrega y entereza!
Amén.
Firmado: Las democracias occidentales, los organismos de derechos humanos, los colectivos feministas e inclusivos de todo el mundo.
