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Pintadas políticas

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Pintadas | Unsplash | Timon Studler | derstudi

El destiempo de las pintadas políticas en las paredes de la ciudad me interpela cada vez que lo detecto. No su pertinencia, no su actualidad, sino al revés: su inactualidad. Tal vez porque, en su momento, hace ya cincuenta años, cuando acababa de aprender a leer y leía sin parar cualquier cosa que apareciese, en los muros de Buenos Aires se encontraban todavía pintadas de “Luche y vuelve”. Habré preguntado, me habrán respondido. Hoy sin dudas, a la distancia, lo entiendo bastante mejor. Ya había habido lucha, ya había habido vuelta. Pero la vuelta terminó por ser justo eso que apuntó a liquidar la lucha. Esas mismas leyendas callejeras, no mucho tiempo después, ahí donde perduraban, ahí donde persistían, encontraban otro destiempo, expresaban otra cosa: ahora eran lo prohibido, lo sujeto a represión. Pero a veces esas pintadas no son huellas de un pasado que caducó pero permanece, sino huellas de un futuro que pudo ser pero no fue (como cuando esgrimen el “Vote a” de un candidato que finalmente perdió).

Cuando el presente nos agobia, cualquier forma del destiempo trae alivio y hasta esperanza

Había hasta hace poco una pintada en la calle Apolinario Figueroa, entre Hidalgo y Acoyte. Decía así: “Renuncia Piñera”. Esa exigencia, como tal, ya había quedado desatendida, porque Piñera nunca renunció; pero es sabido que años después de haber dejado el poder, tuvo un trágico accidente y se mató. Con lo cual la pintada, que hasta hace días seguía ahí, por una parte se quedaba corta, y por otra iba demasiado lejos. Ya no decía nada que viniera a cuento o tuviera sentido. Aunque hay algo que no dejaba de indicar, que es que hubo otro tiempo, hubo otros tiempos, distintos del presente, que no dejan de estar ahí, por más que hayan pasado, y por ende hay además otros tiempos, también distintos del presente, que no son pero podrían ser, que podrían llegar a venir.

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Y es que es eso evidentemente lo que me atrae en las pintadas políticas inactuales. No pasa por lo que digan, si estoy o no estoy de acuerdo, ni por la persona de la que hablan, si me genera adhesión o lo contrario. Pasa por su mismo desfasaje cronológico, por la manera en que al presente le abren el tajo de otro tiempo posible.

Cuando el presente nos agobia, cualquier forma del destiempo, o el destiempo como forma, trae alivio y hasta esperanza.