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Pila de revistas

Revista literaria muy popular y a la vez rigurosa, llena de notas y entrevistas a escritores.

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Dedico mis días a comer pebetes de jamón y queso de Luiyi y a ver Paquita Salas. ¡Soy un dandi! La tercera actividad que más disfruto es revisar revistas viejas. De hecho, el otro día en los ratos libres de la verdulería en la que trabajo, me sumergí en una pila de Magazine Littéraire buscando una vieja entrevista a Jean Echenoz sobre Flaubert, que rápidamente encontré y que, al volver a leerla, comprobé nuevamente que es excelente. En el medio de esa pila, inesperadamente hallé un número de la revista española Quimera, el 70/71, que si bien no indica el año de edición, por las publicidades de libros que contiene intuyo que es de 1987, año en que se publicó Bajo el signo de Saturno, de Susan Sontag, libro precisamente publicitado en ese número. Para quien no lo recuerde, Quimera era una revista literaria muy popular y a la vez rigurosa, llena de notas y entrevistas a escritores, que se vendía en quioscos, en una época también en los porteños. Hoy todo eso parece de otra época, tal vez porque efectivamente es de otra época. De una época mejor.

El número 70/71 es un especial dedicado enteramente (122 páginas) a la literatura estadounidense. A Cynthia Ozick se la entrevista en torno a la existencia –o no– de una literatura judía-norteamericana. Ozick responde: “Si hoy hubiera una novela judía no podría basarse en una sociología judía, porque la sociología judía es ya prácticamente igual a la norteamericana, salvo ligeras diferencias de credo (…) mi opinión es que, descartada la sociología judía como base sobre la que construir una novela, solo yendo al corazón y al alma metafísica del judaísmo podría hablarse de novela judía en Norteamérica. Algunos, muy pocos, autores están en esa línea; probablemente y hasta cierto punto es lo que hago yo”. De John Barth se publica un artículo llamado “Más o menos”, con un tono levemente decepcionado, en el que escribe: “Hay un declive nacional en la capacidad de leer y escribir, no solo entre los jóvenes (incluyendo a los aspirantes a escritores, como grupo) sino entre los profesores”. La idea de “aspirante a escritor” no deja de ser interesante como figura a debatir, y de hecho es un tema sobre el que solemos charlar, después de ver Paquita Salas, claro. La entrevista con Toni Morrison no me resultó interesante, y no leí las entrevistas a Raymond Carver y Richard Ford, porque me interesan menos aún. A Lawrence Ferlinghetti se lo presenta como “El último fronterizo”, y la entrevista no deja de preguntarle sobre cualquier cosa, como “¿Conoce usted la situación de Nicaragua, ha estado allí?” o “¿Cree usted, usando las palabras de Shelley, que el poeta es el profeta, el legislador de la humanidad?”, pero Ferlinghetti sale airoso redoblando la apuesta: “Sí, estuve en Nicaragua en el 84. Me encontré con siete dirigentes sandinistas. Son simpáticos, y no tienen nada del dictador latinoamericano. Es la clase de gente que te puedes encontrar entre los más politizados de la Sorbona”.

La contratapa es una publicidad entera de Aerolíneas Argentinas, con lo que deduzco que es una edición para vender en los quioscos argentinos (en esa época la revista tenía una delegación en Buenos Aires). Ahora que lo recuerdo, en esos años en los quioscos se conseguían también revistas como Cabildo. No sé si era una época tan hermosa. En verdad, creo que todas las épocas son horribles.

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