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vanguardia

Pergolini, patrón

“Lo que me deprime de los streams –dice un amigo durante una sobremesa– es que me hacen acordar a Imagen de radio. Lo pasaban en la tele en los 80 y era un bajón”. Gugleo y aparece una foto de Juan Alberto Badía con buzo blanco, camisa de jean y auriculares cuadrados, confirmando la época. Tal vez influenciada por los efectos de la cena o el poder de persuasión de mi amigo, acepto que la puesta en escena de torsos parlantes en pequeños estudios es muy precaria, y aburre. Lo de Badía, al menos, tenía la gracia de ser excepcional, porque los presupuestos que manejaban los canales de aire daban para más. El entrenamiento, hoy coptado por la pobreza de las redes, contaba con recursos que le otorgaban un campo de expansión mucho mayor.

Cuando era chica, Mario Pergolini era la figura irreverente de la televisión, contrastaba con productos que no destilaban el vaho oleoso de los de su némesis, Tinelli, siempre flanqueado por culos, tetas y la locutora que reía a sueldo. Habilísimo en establecer complicidad con el público, era, además, un maestro en reclutar colaboradores. Lo hecho por sus noteros en CQC es extraordinario si hablamos de periodismo de color.

Ya no hay plata para viajar a las alfombras rojas del mundo y chaparse a estrellas con la desfachatez de Andy Kusnetzoff, pero Pergolini puede jactarse de ser tan pionero como cuando vendía formatos al exterior. Supo antes que nadie que la movida stremera iba a terminar por comerse todo, y lo toma con humor. A veces, saca a relucir una faceta un poco diferente a la habitual, cargándose al hombro aquello que sus laderos actuales no pueden terminar de concretar por razones etarias y profesionales. Ejecuta una performance que, en términos muy actualizados, evoca a un clásico: el patrón a la Romay. Fingiendo ser alguien anclado en los 90, visto por su staff con algo de la vergüenza ajena que nos da el tío borracho que al mismo tiempo es el alma de la fiesta, aprovecha el aura conquistada en los tiempos en que la fama no se traccionaba a fuerza de trolls y se burla de las carencias que advirtió antes que el resto, montándose sobre ellas con ironía y provecho. No olvida que vanguardia no es solo mirar adelante, sino enlazar con astucia pasado y presente.

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