El Gobierno terminó la semana envuelto en un halo de euforia. Tuvo razones para hacerlo: el 2,2% de inflación de enero que publicó el Indec –el índice más bajo desde julio de 2020, en plena pandemia–, la media sanción del proyecto de ley de Ficha Limpia por parte de la Cámara de Diputados luego de un debate –si es que se puede llamar así a lo que pasó el miércoles en el recinto de la Cámara, que dio vergüenza– y el avance en las gestiones en el Senado para lograr el nombramiento del juez federal Ariel Lijo como ministro de la Corte Suprema. Sin embargo, no todo el transcurrir interno del Gobierno fue lineal.
El martes, tanto el ministro de Economía como también el Gobierno en general estuvieron en el centro de una ola de rumores que sacudieron incluso a varias usinas de operaciones que anidan en el poder, en donde circuló con fuerza la versión que hablaba de la renuncia de Luis Caputo. En realidad, las versiones eran muchos más brutales –que es como son en general las cosas en este gobierno–: no se hablaba de una renuncia, sino que lo que se decía era que Milei lo había echado por propiciar –se entiende que en algún diálogo privado cuyos ecos habían llegado a oídos del jefe de Estado– la devaluación del peso frente al dólar.
Coincidentemente, durante esas horas Caputo estaba visitando la sede de la Unión Industrial Argentina en donde, con elegancia y firmeza, rechazó todas las insinuaciones destinadas a obtener algún guiño a favor de la depreciación del peso.
El ministerio supo de esta operación. Por eso, después se encargó de tirar por tierra esta versión que algunos creen que fue fogoneada por sectores internos del mismo oficialismo, en donde no todo es amor. Por lo pronto, ese día ya habían volado el titular de la Anses, Mariano de los Heros, que ya venía malherido por un carpetazo que le había propinado Cristina Fernández de Kirchner a causa de su viaje a México en tren de vacaciones, y Sonia Cavallo por ser la hija del Domingo Cavallo, caído en desgracia por haber criticado al Presidente.
La tarde-noche de furia que se vivió en la Cámara de Diputados en la sesión del miércoles, en la que se le dio media sanción al proyecto de ley de Ficha Limpia explica el porqué del desprestigio imparable de la dirigencia política, hecho que también afecta al oficialismo. Nadie prestó la más mínima atención a lo que se debatía y lo que se decía. Poner en duda el valor y la importancia de la ficha limpia es como discutir el sexo de los ángeles. ¿Quién, sensatamente, discutiría que los aspirantes a ejercer cargos públicos deben ser personas honestas? Solo la intención de la clase política de convertirse en una casta posibilitó que Carlos Menem hubiera sido senador por siempre. Solo una actitud de casta hizo que Cristina Fernández de Kirchner, la condenada, no hubiese sido desaforada cuando fue sentenciada. Para los condenados, el destino, según marca la ley, es la cárcel.
Fue notable ver cómo todo el bloque de Unión por la Patria se abroqueló para votar en contra del proyecto. Fue indignante ver cómo algunos diputados, que no tienen una pátina de honestidad, votaron en contra del proyecto. Si entre los condenados hubiese habido gente de La Libertad Avanza o de otro partido, seguramente su voto hubiera sido favorable. Por otra parte, el oficialismo se adueñó de un proyecto que originalmente no le pertenecía. Ficha Limpia es una iniciativa de la sociedad civil que ya había tenido varias batallas en el recinto y que, curiosamente, ya había fracasado a fines del año pasado sin el apoyo de los legisladores libertarios. Como se ve, nada es lo que parece y todos intentan desesperadamente llevar agua para su molino.
Lo que sí se vio es la pérdida de poder progresivo de la expresidenta. Por eso su bastión es el Gran Buenos Aires. De ahí su encarnizada pelea con Axel Kicillof, su exdelfín, que hoy le ha dado vuelta la cara. La señora condenada necesita imperiosamente sostener su circo de acólitos en el Conurbano para subsistir. No le importa llevarse puesto al peronismo –al que objetivamente siempre despreció–, la mueven el resentimiento y el dolor de ya no ser. La soledad y la vuelta al llano es algo que atormenta a los líderes mesiánicos que no han sabido o no han querido preparar un sucesor.
Para el Gobierno no todo ha sido color de rosa. La noche de San Valentín le ha dejado al Presidente un sabor amargo con tintes de papelón internacional. Javier Milei promocionó desde su cuenta en la red social X una criptomoneda llamada $Libra. Veamos qué decía la publicación: “La Argentina Liberal crece!!! Este proyecto privado se dedicará a incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos. El mundo quiere invertir en nuestro país”. Ésto provocó la suba inmediata en su cotización y el posterior derrumbe en el mercado cripto. ¿Qué es lo que lo ha convertido en un papelón sin precedentes? A diferencia de las criptomonedas consolidadas, $Libra es solo un token creado dentro de la blockchain de la plataforma Solana, como uno de los tantos proyectos denominados en la jerga como “meme coin”. Es decir, una moneda virtual que puede ser creada por tres o cuatro personas sin esfuerzo alguno con fines especulativos y carente de respaldo en un proyecto anclado en la realidad. Basura. Lo tremendo es que, luego del tuit del Presidente, dicha meme coin llegó a una capitalización de casi 4 mil millones de dólares y se transaccionaron más de 1.000 millones en apenas cuatro horas desde su lanzamiento. Para tener una noción comparativa, cifras de este calibre son las que representan la cotización –por ejemplo– de un banco consolidado de la Argentina. La polémica escaló rápidamente cuando economistas y analistas advirtieron sobre una posible estafa, señalando que el 80% de los tokens estaban concentrados en solo cinco billeteras y que el dominio del proyecto había sido registrado el mismo día. Alguien hizo un tremendo negocio y luego de tomar ganancia su valor se desplomó.
El presidente Milei es un hombre honesto. No se trata de subirse al tren de los que quieren acusarlo de un presunto hecho de corrupción. Lo grave de la situación es que el primer mandatario se haya embarcado de lleno en la promoción de un proyecto desconocido sin antes chequear si tenía cimientos sólidos. Cae de maduro que alguien de su entorno –con buenas o malas intenciones– impulsó a Milei a una acción semejante. Por mucho menos, varios funcionarios de peso han volado por los aires.
Poco tiempo antes de convertirse en el presidente de los Estados Unidos, los hijos de Donald Trump lanzaron la cripto $Trump, que escaló rápidamente pero que todo el mundo sabía que se trataba de un meme. El caso del líder libertario es bien distinto. Un presidente no puede cometer la imprudencia de quedar enredado en semejante papelón, que fue reflejado por los diarios de todo el mundo. La vorágine vertiginosa del ritmo de vida de Milei y su avasallante personalidad le han jugado una mala pasada. Esta vez no ha sabido pisar el freno antes de estrellarse contra la pared. Queda claro que la cadencia adecuada, la reflexión y la pausa también deben ser atributos esenciales de cualquier jefe de Estado.