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Otro River-Boca, el mundo vuelve a empezar

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El último. Con gol de Lanzini, el Millonario ganó 1-0 en la Bombonera. Mañana, la revancha. | cedoc

Estuve en la cancha de River cuando Jota Jota López le hizo un gol a Boca desde la mitad de cancha. Estuve en la cancha de Boca, un 3 a 0 a River, con dos de Brindisi y el tercero de Maradona, que gambeteó a Fillol (lo dejó despatarrado en el piso) y luego, con un toque suave, dejó también despatarrados a Passarella y Tarantini. Maradona fue a festejarlo contra el banderín del córner del lado derecho, justo donde yo estaba parado entre la multitud: pese a que estaba muy oscuro (era de noche y llovía), gracias a una lupa, me reconocí en la tribuna en una foto de El Gráfico. Tenía 14 años y no se la mostré a mi viejo porque estaba con un cigarrillo en la mano y él no sabía todavía que yo fumaba (médico, como era, cuando se enteró se enojó como nunca antes).

Estuve en la cancha de Boca cuando Maradona, desde casi la línea del lateral izquierdo –y desde lejos– le pegó con la parte de afuera del pie, y con una comba de adentro hacia afuera, la clavó contra el palo derecho de Fillol, que no atinó ni a moverse porque era imposible pensar que alguien podía hacer eso (ni las cámaras de televisión, tomadas por sorpresa, lograron grabar correctamente el tiro). Estuve en la cancha de River en un aburrido 0 a 0 un día de un frío gélido. No logré tomar ningún colectivo y con un amigo caminamos casi hasta Chacarita. Estuve en la cancha de Boca cuando Carrizo se hizo un gol en contra y River comenzó su inexorable camino al descenso. Buena parte de la historia de mi vida está marcada por los Boca-River.

El de mañana tiene dos hechos especiales, uno me gusta y el otro –tal vez el más importante– no. Me gusta el día y la hora del partido: domingo a las 15.30. Un River-Boca un domingo a la tarde: ¡eso es el fútbol! No un sábado, no de noche. Después de un almuerzo liviano, o antes de una merienda tardía, el mejor horario para un partido. No me gusta, en cambio, cuando el partido queda algo opacado por compromisos cercanos importantes. Esta vez le toca a River, que viene de jugar la Libertadores contra Independiente del Valle. Para Boca que, Gago mediante, no juega a nada (quiero decir: no juega la Libertadores), el partido contra River es crucial. Para River no. Esta vez le tocó a River, pero muchas otras veces le pasó a Boca, lo de priorizar la Copa Libertadores antes que el partido contra River. Eso no me gusta.

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Permítanme decir algo: para mí no hay nada más importante que un Boca-River. Sé que, mientras Boca la mira por televisión, River avanza en la Copa y eso (incluso económicamente) tiene un valor muy importante. Pero nada debería ser más importante para River que jugar con Boca, ni para Boca que jugar con River. El año que River se fue a la B, después de, obviamente, una sensación de alegría e ironía por el descenso de ellos, rápidamente me di cuenta de que los iba a extrañar. En la B, River hizo una campaña irregular, y hasta el final no se sabía si subían o no. Pero yo hinchaba porque ascendieran. No me alegraba que perdieran contra Boca de Corrientes, sino que quería que jugaran (y perdieran) contra Boca Juniors. Mañana River-Boca juegan de nuevo y el mundo vuelve a empezar.

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