Cambiarse de equipo de fútbol, cambiarse de un cuadro a otro, puede tomarse, y suele tomarse, como un signo llamativo de inconstancia y de inestabilidad, mala forma de ser voluble. No es preciso detentar la férrea adhesión de algún fanatismo para sospechar de una conversión de esta índole, sobre todo si es de alguien que, por sus años, tuvo tiempo de forjar cierto apego y pertenencia. Pero si ese traspaso lo efectúa, además, para hacerse hincha del equipo contrario (¡justamente del equipo contrario!), y eso lo hace ni más ni menos que durante un partido entre los dos (no antes, ni después: ¡durante!), y por si fuera poco ese partido tiene cierta importancia especial, y las razones para semejante deserción son endebles y hasta caprichosas, todo indica que estamos en presencia de alguien de quien no habría por qué esperar lealtades ni coherencia, de alguien sencillamente dispuesto a desdecirse y darse vuelta y que nada de eso le importe.
Escribir un libro propio y agarrarse ideas de otro es un gesto más que palpable de absoluta deshonestidad. Todas las ideas provienen de ideas previas, aun las más originales; lo que corresponde entonces es indicar tal proveniencia, reconociendo a quienes las han tenido y escrito antes (vale decir, en resumen, citando). Pero se da el caso de uno que, no teniendo ninguna idea ni habiendo pensado por sí mismo nada, resuelve de todas maneras escribir un libro, ponerle su nombre, publicarlo; y lo hace agarrando ideas de otros y presentándolas como si fueran suyas, reproduciendo lo que otros pensaron y exponiéndolo como si lo hubiese pensado él, tomando párrafos ajenos y hurtándolos para pretenderlos propios. Turbias tretas para el disimulo de la inepcia. En términos escolares, significa copiarse y se le pone un uno; en términos adultos, implica un fraude y se lo señala como tal, pues supone desprestigio y desdoro. Todo indica que en tal caso estamos en presencia de alguien bien dispuesto a las estafas, pues primero estafó a los autores cuyas ideas robó, y luego estafó a los lectores que por incautos cayeron así sin más en su trampa.
A quienes no les importa el fútbol (y en eso debe haber unos cuantos), a quienes menosprecian la lectura (debe haber unos cuantos también, pues cada vez más se comentan los textos sin antes haberlos leído), tal vez les resulte menor todo esto. No podrán negar, sin embargo, que en términos de traición y de estafa, ya en asuntos de otro tenor como las guerras o las inversiones, no hay ahora nada de qué sorprenderse.