Un poco motivado por las desafortunadas declaraciones del concejal Sergio Santana sobre el turismo marrón en Mar de Ajó, hacés lo que nunca antes: en modo Isidoro Cañones agarrás el auto y te vas a Mar del Plata, la capital turística argentina que, en plena temporada, suele ser marronísima. Por supuesto, está bien que así sea. Después de todo, lo que se llama Argentina tiene poco que ver con las representaciones metropolitanas y la banda atlántica de la geografía nacional. El modo Isidoro Cañones favorece el estudio antropológico porque aprovechás tus relaciones con las estrellas del teatro marplatense para recorrer lugares (playas, restaurantes, calles) que no son tus habituales. Una noche comiste en la esquina de Corrientes y Rivadavia a la salida de los teatros. Una marea marrón, mezclada con jóvenes vedettes en ascenso y viejas leyendas de los escenarios. Comiste bien, y te salió baratísimo. Y estabas a dos pasos de tu casa. Otro día, fuiste a una playa popular con un capocómico y una vedette que cumplía años. Por supuesto, eran íntimos de los vendedores ambulantes, que le regalaron a la cumpleañera una salida de baño de punto y a vos te ofrecieron un descuento fabuloso para una camisola para tu mamá y, encima, te pasaron la clave de wifi del balneario que estaba detrás para que pudieras hacer la transferencia.
Todo era marronidad en diferentes intensidades. Tucumán, Córdoba, Catamarca. Las provincias ya no pampeanas ejercían su derecho a la playa con una resolución indiferente a los prejuicios y, también, a las normalizaciones corporales.
No volverías a Mar del Plata en temporada, pero no por la calidad de la gente, sino por la cantidad (abrumadora). Las morfologías corporales no pueden formar parte de un diagnóstico cultural porque eso conduce de inmediato a la discriminación y el segregacionismo. Y, para vos, lo mejor de Mar del Plata es la mezcolanza.
Por supuesto, deplorás la muerte del delfín en Mar de Ajó, pero es un poco abusivo atribuirlo a mentalidades, culturas o colores de piel. Después de todo, ahí están las fotos de la oligarquía patriótica con sus cadáveres de ciervos apilados después de sus excursiones de caza. Lo que en un caso es ignorancia, en el otro es pura crueldad.