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M&M: Milei y Musk

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Por un mundo sin regulaciones. Nuestro Presidente y el hombre más rico del planeta, dueño de X. | cedoc

Viene de ayer:​ “Influencia de Internet en  el ascenso de la derecha”

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Durante todo el 19º Taller Internacional de Regulación de Medios Digitales realizado en Cartagena, Colombia, el último martes no pude dejar de pensar en cuánto de todo lo que allí se discutía era un laboratorio perfecto donde comprobar los claros y oscuros de las ideas económicas de Javier Milei asumiendo el mercado digital como metonimia de mercado total. De hecho, los expertos digitales han dejado de referirse a mercado digital para pasar a definirlo como sociedad digital. 

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Partiendo del axioma de que todo lo que pueda ser digital será digital, desarrollan conceptos como: “ciudadanos digitales” y “constitucionalismo digital” donde se incluya una nueva generación de derechos constitucionales como el acceso a la conectividad equivalente al derecho de movilidad, surgiendo el sujeto político “persona digital” quien debe poder estar conectado todo el tiempo en todas partes.

Estamos frente a la primera revolución digital de nuestra civilización cuyos principales puntos son: 

  • Las redes son mercados y los mercados se vuelven globales.
  • Todo es digital.
  • Costo marginal cero.
  • Tensión entre el orden jurídico y nuevos modelos de negocios.
  • Viejas estructuras industriales en contra de la sociedad digital (industria versus campo de antaño).
  • Colapso de fronteras entre materias jurídicas.
  • Permanente tensión entre derechos humanos y competencia económica.
  • Conflicto en la interpretación de los derechos humanos, particularmente las libertades en materia de información, libertad de expresión y derecho a la información.
  • Cuestionamiento de las formas tradicionales de regular la competencia.
  • La tecnología es sinónimo de poder político y de poder económico.
  • Competencia feroz por innovar y lograr liderazgo tecnológico.
  • La geopolítica de la desconfianza recíproca: Europa tiene desconfianza en EE.UU. por no ser puerto seguro para el trafico de datos, Estados Unidos, piensa lo mismo de China y China lo mismo de Europa y EE.UU.

Una muy interesante exposición en Power Point se puede acceder en este enlace. Paralelamente PERFIL está publicando este domingo la disertación y el debate que me tocó conducir.

Pero la discusión de fondo que atravesaba cada controversia se resumía en dos palabra perpetuas: poder y dinero, quién se quedaba con qué. 

Las empresas de telecomunicaciones mayoritariamente nacionales y que proveen de conectividad a los usuarios se quejaban de que su rentabilidad baja año a año, porque sin poder aumentar proporcionalmente las tarifas, debían aumentar cada vez más las inversiones para sostener un aumento de la cantidad de datos que consumían los hogares, porque las empresas difusoras de contenidos y servicios –principalmente Alphabet (Google/YouTube), Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp), Netflix, Apple,  Amazon y Microsoft, en la columna anterior se detalló el porcentaje de cada una de ellas– aumentaban la cantidad de oferta a sus clientes ganando cada vez dinero, sin hacerse cargo de los costos incrementales de distribución (fibra óptica, antenas, servidores, etc.).

“Hablan de 5G, 6G, 7G y de seguir así volveremos a la era de las palomas mensajeras porque el sistema colapsará”, dijo uno de los participantes que pedía efusivamente la intervención regulatoria de los estados sobre los gigantes de Silicon Valley. La empresas telefónicas mundiales valen hoy menos de la mitad que hace cinco años, mientras que las empresas difusoras de contenidos y servicios valen el doble y hasta diez veces más que hace cinco años.

Cuando Milei sostiene “no hay fallas de mercado” más claramente se podría expresar en “no hay fallas de mercado que el tiempo no solucione”. Por ejemplo en este caso, si no hubiera en el futuro ninguna regulación de los estados, cuando las empresas que proveen conectividad dejen de ser rentables y reduzcan sus servicios a solo las zonas más densamente pobladas o hipotéticamente directamente llegaran a extinguirse, las empresas difusoras de contenidos y servicios sufrirían las consecuencias corrigiendo el exceso de captura de renta que realizan transfiriendo parte de esa rentabilidad a las empresas de conectividad, para poder darle viabilidad a esa otra parte del sistema.

Ahora para que esto último suceda en el medio transcurriría un proceso donde varias empresas tendrían que desaparecer, zonas completas quedarán sin conectividad y muchos empleos y saberes perderse. Los monopolios, los oligopolios como en este caso, y los abusos de posición dominante se corrigen por cambios en el ecosistema que nunca son rápidos. Parafraseando a Keynes “en el largo plazo todos los monopolios estarán muertos” el problema es que en ese largo plazo también los consumidores estarán muertos y para que no se destruya innecesariamente valor, hace ya casi un siglo que los estados de las principales economías capitalistas del mundo intervienen casualmente para no destruir capital (escribí sobre la concepción del tiempo en Milei este viernes). En mi exposición usé el ejemplo de los zorros y la liebres en Canadá, que cada cierta cantidad de años ambas especies entran en extinción: cuando los zorros se reproducen mucho y se comen todas las liebres, éstas entran en extinción; allí son los zorros que sin comida comienzan a reducir su población hasta entrar ellos en extinción, y cuando eso sucede las liebres aumentan su población, porque hay menos zorros y así sucesivamente. La ciencia, en este caso económica, vino a mejorar lo dado naturalmente y el darwinismo social.

La misma falacia sucede con la libertad de expresión sin ninguna regulación, otro de los temas que se abordó en el 19º Taller Internacional de Regulación de Medios Digitales a partir de la prohibición de X en Brasil por no aceptar excluir contenidos socialmente negativos. No es verdad que las redes sociales no puedan técnicamente impedir cierto tipo de contenidos, de hecho, la pornografía es omitida en la mayoría, aunque casualmente no la X de Elon Musk, propuesto por Trump como el gran desregulador de su eventual segundo gobierno (cuando Musk compró Twitter cerró los equipos de moderación de contenidos que hacían el trabajo manual de corrección, como en un diario solo que tras ser publicado).

Los medios de comunicación periodísticos somos los que más hemos luchado por defender la libertad de expresión, pero nunca se nos hubiera ocurrido argumentarla para defendernos, por haber publicado una información falsa o incorrecta. La libertad de expresión impide cualquier censura previa, pero luego cada uno es responsable por las consecuencias de lo que expresa, si son mentiras habrá responsabilidades económicas y/o penales en la Justicia. Entonces, el problema no es qué se dice sino que quien lo diga sea anónimo y en ese caso no pueda ser responsabilizado por las consecuencias de sus dichos.

Finalmente, y como siempre sucede, cualquier libertad llevada al extremo se convierte en lo opuesto, porque cercena la libertad de terceros, por eso el repetido axioma jurídico prescribe que “la libertad de uno termina donde comienza la libertad del otro”.

Milei como Musk son cultores de la hipérbole.

 

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