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Defensora de Género

Mujeres: manos a la obra

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La igualdad de género a partir de Trump. | cedoc

La semana pasada comenté la situación de los derechos de las mujeres y la igualdad de género en América Latina y el Caribe. Desde el lunes 20 de enero de 2025, con la asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, vale preguntarse: ¿cambiará en algo la situación?

Es siempre arriesgado hacer suposiciones frente a un presidente que recién llega y trae todo el empuje de sus promesas de campaña con el desafío de empezar a implementar lo que dijo que iba a hacer. Sabemos que una cosa es lo que se propone en la campaña y otra es lo que se puede hacer cuando se instala en el poder.

En este caso, Trump ya estuvo en el gobierno hace solo cuatro años. Su salida fue muy complicada y ruidosa: su resistencia a reconocer su derrota, los desmanes de sus partidarios en el Capitolio que nunca dejó de alentar, los juicios por los que pasó en estos cuatro años y en los que fue considerado culpable, además de los atentados que vivió durante la campaña. Todo eso y su experiencia previa generaron en él un fortalecimiento de sus aspiraciones, una celeridad para actuar y una percepción de que es el salvador de su país.

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En su discurso de apertura señaló que Dios lo protegió para que pueda salvar a su país y se mostró creyente: algo novedoso. Otra versión de las “fuerzas del cielo” que plantean Milei y su equipo de gobierno. Esto es ahora moneda común de los líderes conservadores en sus ideas, no solo las económicas, también en las sociales, culturales y políticas: expresan ser los elegidos por los dioses para salvar a sus pueblos de la catástrofe a la que los condujeron los anteriores gobiernos.

Trump, con una actitud soberbia de palabra y gestual, invitó a sus predecesores para decirles lo que iba a cambiar para salvar al país de la decadencia a la que ellos lo llevaron. No solo Joe Biden y Kamala Harris tuvieron que escucharlo, sino también Obama, Clinton y Bush. La carcajada de Hillary Clinton cuando escuchó su aspiración a cambiar de nombre el Golfo de México fue una clara reacción, que los demás, por respeto y educación, escucharon impávidos.

La megalomanía y las actitudes imperiales fueron el rasgo saliente de su discurso, que se asemejó más al de un emperador que al de un presidente. Esto siguió en su primer día de mandato: se apuró a firmar decenas de decretos acabando y cambiando mucho de lo existente; entre esos está el de abandonar nuevamente la Organización Mundial de la Salud (OMS), como en su anterior mandato.

Entre sus dichos, señaló la simple mención de que solo existen dos géneros: el femenino y el masculino, que desató un gran aplauso y demostración de apoyo de los asistentes. Esto que parece inofensivo y, hasta cierto punto obvio, en sus palabras es un mensaje nefasto para el mundo y todos nosotros. Me recordó lo que le oí decir a la ministra de la Mujer de Brasil que designó Jair Bolsonaro, en su primer discurso, al tomar posesión del cargo: “Empieza una nueva era en Brasil en la que los niños se visten de celeste y las niñas de rosa”. Esto implica negar la Teoría de Género: no solo se remite a negar a las personas del colectivo Lgbtqi+, sino a las desigualdades y discriminaciones que experimentan las mujeres, y con eso retrotraer los derechos a la igualdad.

Con estas palabras, Trump les envió un mensaje a los líderes del mundo que están dudando sobre el tema: dijo que los Estados Unidos no los reconocerá y así les abrió el camino. También negó el acuerdo mundial del cambio climático, pero en eso no lo acompañarán los jefes de Gobierno de otros países, porque el tema impacta en la economía de las naciones.

La Teoría de Género, en cambio, no compromete la situación económica tan rápido y claramente. Esto no significa que no la afecta, pero sus consecuencias son más tardías. Es fundamental que se multipliquen los estudios de este impacto, y esa es tarea que las mujeres tenemos delante; porque no parece que quienes no se ven afectados en forma inminente se ocupen. ¡Mujeres, manos a la obra!