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espejismos

Moral contra moral

Opuestos 20240727
Antagonismo | Unsplash | Igor Omilaev

Conservador, neofascista o la más sencilla facho son palabras que, sumadas al prefijo anti, al verbo atrasa, a anglicismos como tradwife, pick up girl o incel y a otras filiadas a la salud mental, tipo transfobia, lesbofobia o bifobia se usan para nominar, a partir de opiniones sobre temas específicos o elecciones de vida, a determinadas personas. Del otro lado de lo que podríamos llamar –sin gran rigor– espectro ideológico, ocurre lo mismo, con categorías como feminazi, zurdo o hembrismo. Es que definir a los sujetos con muy poco es una práctica instalada entre activistas culturales y políticos, muy prolíficos para hacer crecer nomenclaturas, en un ping pong con la agenda pública. El problema aparece cuando alguien se siente encorsetado por un concepto que juzga arbitrario, hasta llegar a hablar de estigmatización.

Pese a estar inscripto por fuera de lo que se entiende como “tradición” en la medida en que se apoya sobre la base de las nuevas tendencias, este esquema de señalamiento propio de las redes sociales se parece mucho a viejos sistemas dedicados a imponer una serie de normativas de carácter moral. Es muy difícil, si uno ve lo mal que van algunas cosas en casi todas las sociedades, no desear cambios morales, pero el peligro de hacerlo por medio de reduccionismos, a veces muy peyorativos, es apagar la multiplicidad y la complejidad de las opiniones.

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Mientras en el ámbito cultural se habla de disidencias en plural, la noción de disenso se desdibuja, tal vez conceptualmente mutilada mediante una operación similar a la de definir a una persona con una única palabra. ¿Adónde conduce la aplicación masiva de una forma de pensamiento que es adecuado, o correcto, solamente para un grupo? ¿Es una “obligación moral” imponer la moral propia? ¿Hay que consensuar en todo?

“Disenso significa, antes que nada, otro sentido, divergencia, contrario parecer, desacuerdo. Existe muy poca literatura acerca del disenso y la poca que existe viene desde el pensamiento institucionalmente aceptado, con lo cual el disenso está caracterizado negativamente”, sostiene el filósofo argentino Alberto Buela, autor, entre muchos otros títulos, de Teoría del disenso, que viene como anillo al dedo frente a esta cuestión. Para él, “nada ni nadie nos puede obligar a renunciar a nuestras ideas solo para que se asemejen a las del resto de nuestros conciudadanos”, afirmación simple, pero fuera de radar en la era del encasillamiento sistemático.

En su teoría, Buela opone el disenso al consenso, una noción que emana desde hace décadas en las gobernanzas del mundo, mediante referentes de todo el arco político, voceros, operadores y replicantes. “A partir del disenso como método –propone– se rompe el consenso de los satisfechos del sistema, tanto en las sociedades opulentas como en las otras”. Tal vez, lo que realmente atrasa, lo que es más viejo que el pan, pero no tan bueno, es la reedición de vetustos espejismos totalitarios abocados a establecer una visión unívoca del mundo que, en muchos casos, ¡ni siquiera es realmente propia!