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Mis propias musas

Escribir 20240720
Imagen ilustrativa - Inspiración | Unsplash | Unseen Studio | uns__nstudio

“¿Es ese desplazamiento, esa democratización de lo que significa la violencia, justo?”, se pregunta Pola Oloixarac en Bad hombre (Random House), su nuevo libro, en el que viaja por la novela, el periodismo, la autorreferencia, el documental y el ensayo. Como en Las teorías salvajes, y como en muchos de sus textos e intervenciones públicas, optó por ir donde pocos se meten, sin temor de ahogarse en las aguas semiestancadas de los modos de representación y disciplinamiento que atraviesan la cultura contemporánea. Parece un libro hecho en oposición a cualquier complacencia, aunque no resulte tan provocador como su predecesor, Galería de celebridades argentinas, quizás porque es mucho más personal, íntimo. Pese al juego del título, habla sobre las mujeres y es en este punto donde cualquiera podría decir que sobre las mujeres (y esos afines a las mujeres contenidos en las siglas LGBTIQ) habla casi todo últimamente. Pero Bad hombre logra catapultar una de las cuestiones más palanqueadas de la agenda pública a la poco frecuente esfera de la singularidad.

Boquitas pintadas

Tal vez por ser también una figura singular, Oloixarac pertenece a un linaje específico, el de los autores que atraen a la opinología. Hace unos años, en la revista Crisis, se publicó un artículo centrado en la mutación negativa que había operado en ella, a partir de su visión política. Esta idea es muy repetida entre sus críticos, quizás más dados a especular sobre la persona que sobre la obra, o a leer obras bajo el sesgo hiperreducido y coyuntural que ofrece la grieta nacional. Dicen que cambió, como si se sintiesen traicionados, que es “burguesa”, como si fuesen proletarios. Cuando subí a Instagram la foto de la tapa de Bad hombre, una legión de almas a las que el kirchnerismo termo ha quitado la alegría, se apuró a señalar este cambio. Uno dijo: “Escribe hermoso, lástima en lo que se transformó, lo que piensa” como si considerara que escritura y pensamiento son asuntos separados, tipo el Estado y la Iglesia.

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A mi entender, Oloixarac no cambió tanto (¡o no es la misma que cantaba la marcha en portugués!). Desde Las teorías salvajes, es decir, de entrada, hay al menos cuatro constantes, presentes en todo lo que publicó, sobre las que apoya buena parte de su estilo. El sentido del humor, la ironía y dos musas que la habitan como una creación incorpórea: la bomba nerd que ve en la literatura un cauce para insomnios interestelares, y la artista pensadora que ambiciona llevar el diálogo con su tiempo y espacio hasta los límites más inquietantes.