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Milei y la pasión por la expulsión

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Marra. El último expulsado del paraíso libertario por “no respetar la agenda”. | cedoc

Va quedando en evidencia que el proyecto político de Javier Milei no debería caracterizarse por sus aparentes condiciones ideológicas o por sus decisiones de gobierno, gritadas con insistencia como una especial aventura desreguladora siempre orientada a aumentar la indignación popular. La Libertad Avanza, tanto como partido político, como gestionador del Estado, debería caracterizarse, esencialmente, como una organización especializada en la expulsión de personas.

En la era moderna que nos toca vivir, las ideas de “incluidos” y “excluidos” se ofrecen con modalidades especialmente laxas, no fijas. No es especialmente complejo observar la cantidad de ámbitos a través de los cuales las personas pueden sentirse identificados, sin que ello requiera una precisión muy específica o de una especialización en esa relación. Decir que se simpatiza por un club de fútbol es posible solo con una declaración o un sentimiento personal, sin siquiera saber el nombre del arquero titular del equipo; se puede tener afecto por cierto tipo de literatura, sin tener una licenciatura en Letras; o se puede relacionar con una religión, como lo indicó Max Weber, sin tener claro o al detalle toda la tradición de sus escrituras o las recomendaciones específicas de sus prácticas.

Los ámbitos sociales de mayor complejidad, y esto implica los más masivos, asumen sus propios criterios de universalidad a través de esa misma consideración de variaciones en las modalidades de inclusión. El sistema educativo asume que todos podrán circular por allí, y el sistema del derecho de que se protegen los derechos de las personas, más allá de sus características individuales (no se ajusta más a derecho alguien con más sensibilidad al arte que otro con mayor sensibilidad a los negocios). El beneficio productivo, es decir, en términos de posibilidad de reproducción social, es sobre la base no siempre dicha de la funcionalidad de esta modalidad como solución a las variedades infinitas que la experiencia social ofrece. Como el liberalismo defiende, es posible respetar la experiencia que a cada uno le salga, y que cada individuo, en consecuencia, avance con mayor o menor precisión en lo que pueda hacer en su experiencia vivencial.

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Los partidos políticos creados en su mayoría entre finales del siglo XIX y principio del XX detectaron rápidamente que en su interior, y en su despliegue y aumento, iban a tener que adaptarse a las complejidades y variaciones necesarias de toda sociedad, con el objetivo de lograr resultados electorales importantes. Millones de votos, implicaban millones de alternativas y experiencias de quienes evaluaban votar o no, a esas ofertas electorales. La inclusión o exclusión en estos partidos ha estado siempre considerado desde una visión más bien abierta o poco restrictiva, y debería decirse que esto mismo ha sido, menos el resultado de una decisión intelectual, que la consecuencia del reconocimiento de la llegada de las sociedades de masas y de la era moderna.

Con La Libertad Avanza parece surgir el intento de una negación de estas condiciones. El comunicado de expulsión de Ramiro Marra del partido dice que “Todos aquellos que no respeten la agenda del Presidente serán expulsados. No importa quiénes sean”, exponiendo una relación interesante con la condición para estar incluido en este proyecto. Solo estarán “adentro” aquellos que puedan hacer desaparecer su propia individualidad.

A través de esta situación se puede pensar sobre las condiciones de posibilidad hacia el futuro. La oferta del partido de Milei no es sobre la base de una relación variada entre las partes, como elementos que se relacionan de modo alternativo y que se construyen en su misma interacción, sino como elementos unidos por vínculos especialmente rígidos. La expulsión sistemática de sus partes, la salida recurrente de sus funcionarios y protagonistas, es el resultado esperable de este tipo de organización poco aceptable en variedades. Poco tiene que ver esto con el mundo moderno, con la sociedad de esta era; por eso el futuro ofrece preguntas de sostenibilidad necesarias.

Otro componente que debería llamar la atención es la aceptación casi en formato de sometimiento de estos expulsados. Diana Mondino fue lanzada a una zona de no gobierno rodeada de acusaciones muy complejas, y su respuesta fue que había sido “un gran honor trabajar estos meses” con el presidente Milei. Pocas veces se pudo atestiguar una unión tan interesante entre una liberal como Mondino y un comunista como Bujarin al momento que estaba por ser fusilado como resultado de las purgas stalinistas de 1937, y reconociendo al mismo tiempo a Stalin como el líder ideal de la URSS. De Marra se esperaban declaraciones de algún tipo, y en su video terminó expresando su compromiso con las ideas del proyecto. Los que salen, los que son excluidos, casi piden disculpas y rinden pleitesía al líder. Parece en realidad una exclusión con ciertas cadenas. Se sale, pero hacia un destierro, esperando la llegada de un perdón, que se extiende en el tiempo de un aguardar siempre infinito. Villarruel puede en esto, contar también su historia.

Este escenario obliga a pensar sobre la idea de cómo debe ser problematizado el poder en su rol de regulador de las relaciones de interacción, en especial dentro del mundo de la política. Tiene poder quien logra hacer, que con una sola indicación, se ejecute por otra persona la orden que se le ha dado. Quien sigue esta orden comprende que se encuentra en una relación desigual de jerarquía y que conviene, por posibles consecuencias, seguir esa orden, más que rechazarla. Una menor cantidad de esfuerzo y control en estas cadenas de órdenes, en términos sociológicos, implica mayor poder, ya que no requiere refuerzos de otro tipo, como amenazas explícitas y casos extremos, como suelen darse a través del uso de la violencia.

Milei parece gustar más de la literalidad, que de la amenaza. Esto tiene consecuencias operativas notables, ya que produce el miedo al error recurrente, a la posible sanción repentina, y por lo tanto a la anulación de la acción. En La Libertad Avanza todos deben saber que están pasibles de ser castigados con el destierro. Accionar en esas condiciones es complejo, y especialmente restrictivo.

Más que una organización que se oriente en la compleción de objetivos, como podrían ser la reducción de los índices de inflación, el logro de inversiones, o el fin del sistemático déficit fiscal, se trata de una estructura que basa sus operaciones en personas unidas entre sí a través de lazos muy rígidos, con poca flexibilidad interna y que deben accionar cotidianamente con el único objetivo, y fin, de sobrevivir sin ser avisados de que es tiempo de ir a un exterior.

Se pueden subir los impuestos, es factible la incorporación de personas de otros partidos como Scioli, y hasta se puede comerciar con China. Lo único que no se puede evitar es la cólera del castigo de aquel que quiera vivir su vida política, de acuerdo a las condiciones del siglo XXI. No hay nada como el placer de la rigidez de obligar a todos a respetar el proyecto de vida de una sola persona, la del Presidente, porque como diría Rousseau, el que no quiera aceptar la voluntad general, será obligado a hacerlo.

*Sociologo.