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Milei-Maduro: tan distintos y parecidos

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ONU. Milei ahora y Maduro en el pasado, con posiciones similares. | cedoc

La posmodernidad primero y la hipermodernidad ahora representan este clima de época en el que las ideologías perdieron la relevancia dogmática que tuvieron en la modernidad, se mezclan entre ellas y terminan confundiendo a los mismos políticos que las deberían encarnar.

Y no es que este clima de época sea el origen de la confusión ideológica de los dirigentes. Los dirigentes vienen confundidos desde antes, en cuanto representan bien el desconcierto general y nuestra propia confusión.

Turbación. En la modernidad no existía la ideológica líquida. Había ideas, estados y creencias místicas fuertes, blindadas ante las dudas. Cada época tiene el clima que se merece, el que construyó a partir de eventos anteriores y de la evolución tecnológica y económica. Entenderlo sirve para entender por qué lo que en un momento es correcto después deja de serlo.

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Javier Milei es un fiel exponente de esta hipermodernidad. Encarna la mezcla entre una ideología típica de la modernidad como el anarcocapitalismo (aunque durante la modernidad nunca tuvo relevancia) con el individualismo y el hedonismo propio de la posmodernidad.

El posicionamiento internacional de Milei muestra la confusión ideológica, no solo de los sectores que se alinean junto a él, sino de las ideologías en general.

Él es el único mandatario que se define como anarcocapitalista y su leitmotiv es la desaparición del Estado. Como antes lo había hecho en Davos y en otros eventos, en su primer discurso ante las Naciones Unidas advirtió que el comunismo avanza por el planeta y coopta a sus líderes. Acusó a la ONU de ser un “gobierno supranacional de burócratas” dedicados a “promover políticas colectivistas”. “Con sus múltiples tentáculos –señaló– pretenden decidir cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo”.

La posición de Milei en la ONU colocó al país junto a Maduro. Líderes hiperbólicos unidos por sus...

Luego criticó el consenso internacional sobre la llamada Agenda 2030 (un cúmulo de buenas intenciones sobre derechos humanos, pobreza, clima, comercio, etc.): “No es otra cosa que un programa de gobierno supranacional, de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que (…) violentan el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas”.

En línea con la Agenda 2030, la Asamblea aprobó el Pacto del Futuro, con una rotunda mayoría de 143 miembros. La Argentina no se sumó y quedó junto a países como Corea del Norte, El Salvador, Nicaragua, Rusia y Venezuela.

Es la política líquida la que une a un libertario, con un comunista ortodoxo y populistas varios. ¿Qué otras cosas pueden tener en común Milei, Kim Jong-un, Bukele, Ortega, Putin y Maduro? Solo sus excentricidades, sus distintas expresiones de mesianismo y ciertos problemas comunes de personalidad.

El caso más conocido en la región es el del presidente de Venezuela. En 2022, en una carta leída por su canciller ante la ONU, Maduro hizo críticas similares a las de Milei. Allí donde el argentino considera al organismo un “supra Estado”, el venezolano lo califica como “un régimen de pensamiento único”. Lo que Milei cuestiona como un avasallamiento de la ONU sobre “cómo deben vivir los ciudadanos del mundo”, Maduro lo hace sobre un ente que “no reconoce otros modelos, otros paradigmas políticos, económicos, religiosos y culturales”.

Pero como lo que los une no es una ideología sino la turbación conceptual, mientras el libertario cree que la ONU fomenta el socialismo en contra de un mercado libre de todo Estado, quien se percibe como “socialista bolivariano” afirma que el organismo es “la máscara de la economía de mercado y la globalización neoliberal”.

Excéntricos. Esta semana, Milei y Maduro volvieron a ser noticia. Y no solo por posicionarse en el mismo bando dentro de ONU.  

Ambos reclamaron la detención internacional del otro. La Argentina pidió la captura de Maduro por delitos de lesa humanidad y Venezuela pidió apresar a Milei por robo y supuestos delitos vinculados con el secuestro de un avión venezolano.

... excentricidades, el creerse elegidos de Dios y poder hablar con los muertos, y su odio a los periodistas

La hipermodernidad es la evolución de la posmodernidad en las últimas dos décadas (Lipovetsky ubica su comienzo simbólico en el ataque a las Torres Gemelas), pero entre una y otra era, hay  vasos comunicantes. Uno es el de la cultura del espectáculo, dentro de la cual los políticos son actores centrales. La premisa es no aburrir al ciudadano-espectador.

Milei y Maduro aportan mucho en ese sentido. Con coincidencias notorias.

La más evidente es su estilo de comunicación, la agresividad con la que castigan a sus adversarios, sus estéticas no convencionales, sus relatos de una lucha sin cuartel entre el imperialismo salvaje y el comunismo asesino, los chistes de mal gusto y sus continuas referencias mesiánicas.

Milei, ya se sabe, está convencido de que es un enviado del “Uno” destinado a derrotar al “maligno”; cree que su hermana es la reencarnación de Moisés y él, la de su hermano Aarón; y piensa que Karina es capaz de conectarlo con seres que están en el más allá.

Maduro también asegura que tiene línea directa con Dios y que cuenta con su explícita bendición. Sostiene que posee capacidades extrasensoriales y jura que el fallecido Hugo Chávez se le presentó en forma de pajarito para animarlo: “Vayan a la victoria. Tienen nuestras bendiciones” (así, en plural).

Hace dos semanas, le reclamó a Maradona que se le apareciera por las noches a Milei y “que le jale de las patas y no lo deje dormir”. Si para Milei, su par venezolano es un “comunista asesino”; para Maduro, el libertario “tiene cara de monstruo, es feo, estúpido y un bicho cobarde”.

Ambos tienen preferencia en sus ataques por los periodistas. La gran diferencia es que Maduro, además de insultarlos, los encarcela.

Entre sus enemigos imaginarios, Milei sostenía que el Papa era “el enviado del maligno en la Tierra”; el de Maduro es el Hombre Araña, “figura clave del Imperio”. Y así como la paranoia del argentino le hacía ver que en los debates presidenciales, había “tosedores” pagos para molestarlo; la del venezolano lo hizo decir que habían arribado a su país “un grupo de expertos con un veneno mortal” para inoculárselo. Los mismos que, afirma, le inocularon el cáncer a Chávez.

Cómo sería si Milei no fuera Milei

La otra gran coincidencia entre los inesperados aliados en la ONU, es que tanto Milei como Maduro (al igual que Kim Jong-un, Bukele, Putin y Ortega), son hiperbólicos. Siempre que se refieren a sí mismos, se presentan como la máxima expresión mundial de cualidades únicas.

Licuadora. Las excentricidades que unen a estos líderes, sus aparentemente irreconciliables ideologías y sus coincidentes posiciones políticas, también se extienden a otros líderes. Incluso a aquellos que se reconocen dentro del mismo grupo ideológico.

Forman parte de esta licuadora de ideas, que hace que quienes parecen tan distintos, no lo sean tanto; y quienes se vean similares, en verdad, sean muy diferentes.

De ahí que un hombre que está convencido de que el Estado no debe existir, como Milei, admire a un representante del proteccionismo estatal como Trump. O que él mismo sea admirado por un defensor de un Estado fuerte y confesional como Santiago Abascal (presidente de Vox).

La hipermodernidad recuperó de la modernidad cierta ideologización que la posmodernidad había olvidado, pero lo hizo transformándola en una caricatura de lo que fueron las ideologías dogmáticas de la modernidad.

También volvieron las ideas místicas del pasado, pero ya no a través de religiones oficiales que intermediaban con la divinidad. Ahora son los propios individuos quienes (posmodernidad mediante) son capaces de hablar directamente con los dioses e incluso con los muertos.

En tanto, las sociedades hipermodernas agradecen el espectáculo, usan a unos y otros para intentar mejorar su situación y sufren o gozan con sus consecuencias.

En esta era de verdades débiles, populismos fuertes e ideologías frágiles, sería injusto y errado pedirles a los políticos que sean muy distintos a los sectores sociales a los que representan.