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Me duele tu dolor

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Grabois. Juan conteniendo a su padre, Roberto, durante un escrache. Junto a Perón en la tapa de su libro. Y el post de Juan Grabois sobre la muerte de su padre. | cedoc

Los discursos de consolación son un género de la retórica desarrollado por los estoicos en la cultura greco-romana. Michaël Foesser,  profesor en la Universidad de Borgoña especializado en la obra de Paul Ricoeur y Kant, en su libro El tiempo de la consolación se pregunta: “¿Por qué consolar se ha convertido en una tarea tan complicada? Considerada durante largo tiempo como una prerrogativa de la filosofía, la consolación parece en la actualidad una práctica reservada a la psicología o a la religión.” Y reflexiona, “la desaparición de los antiguos modelos comunitarios genera anhelos reaccionarios de restauración o bien la tentación de abandonarse al resentimiento sectario. El presente libro rechaza esa alternativa, ya que defiende una política de la consolación que permita afrontar de manera colectiva aquello que nuestras sociedades echan en falta”. Especialmente escrito para la Argentina actual, donde se celebra con más alegría la reducción de la brecha del dólar que la de la grieta.

"Sin consolación se generan anhelos reaccionarios y resentimiento sectario"

Y viene a cuento de la muerte del padre de Juan Grabois este jueves, Roberto, a los 82 años, dirigente peronista fundador en los 60 del Frente Estudiantil Nacional contra la dictadura del general Onganía y la década siguiente, parte de la Organización Única del Trasvasamiento Generacional para el regreso de Perón a la Argentina.

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Hace meses Juan Grabois sufrió el peor escrache que se le puede hacer a una persona. Estaba con su padre de 82 años tomando un café en la vereda cuando dos personas, una que lo increpaba y otra que filmaba, los interrumpen al grito de: “Ahí lo tenemos al gerente de la pobreza. Café $1.200, empanada $1.000. Cerviño y Salguero, Palermo Chico. Después no sabemos de qué labura ni nada”, (no es Palermo Chico sino Botánico donde el padre de Grabois vive desde antes que su hijo naciera).

Pese a los intentos de su hijo de contenerlo, Roberto Grabois reacciona con una valentía, que en retrospectiva hoy debe orgullecer a sus descendientes. Con sus 82 años y los achaques físicos que terminaron con su vida meses después, se paró y le dijo: “Mirá, yo soy Roberto Grabois, éste es mi hijo y vos sos un reventado hijo de mil putas”. El agresor le responde: “Vos sos un hijo de puta”. Y con igual ternura que firmeza, contestó:  “Yo soy un padre, tomatelás”.

Sería de buena persona que aquel agresor se identificara y le pidiera disculpas a Juan Grabois y a la memoria de su padre. El agresor es solo el autor material del escrache, los autores intelectuales son todos quienes difunden discursos de odio y agitan también a personas, que crédulamente aunque equivocados en las formas, terminan percibiendo como victimarios de sus desventuras personales a los actores de la política.

Cuando vi al padre de Grabois con un pico de presión levantarse dignamente, pero frágil de la mesa para rechazar al agresor me dolió el dolor que estaba sintiendo. Lo mismo ahora con la muerte de su padre, me duele el dolor de Juan Grabois en la todavía cercana muerte de mi propio padre. Y esta columna además de abrazar a Grabois con palabras, que es lo que los periodistas podemos contribuir, llamar a aquellos que escrachan “de buena fe” a la reflexión.

Tras la muerte de su padre  y aquel último episodio público desagradable, se comprende ahora más, las reacciones cada vez afectadas que tuvo Juan Grabois cuando personas del común lo insultaban como cuando volvió de Roma y en Ezeiza hace pocos meses.

Hay un aprendizaje que se hace frente al dolor, volviendo a la consolación individual y social en uno de los libros más ecuménicos sobre la materia, De la consolación por la filosofía escrito por Severino Boecio, quien daba clase en las prisiones que él mismo sufrió, escribió: “Ningún hombre puede estar realmente seguro hasta que haya sido abandonado por la Fortuna”.

A Juan Grabois tras la muerte del padre y los últimos escraches recibidos ahora, habría que decirle “que no se turbe tu corazón” como habría pedido Jesús a sus seguidores.

Y sobre la consolación como opuesto de la desolación el papa Francisco dijo: “la consolación nos hace audaces: cuando estamos en tiempo de oscuridad, de desolación, y pensamos: “Esto no soy capaz de hacerlo”. Te abate la desolación, te hace ver todo oscuro: “No, yo no puedo hacerlo, no lo haré”. En cambio, en tiempo de consolación, ves las mismas cosas de forma diferente y dices: “No, yo voy adelante, lo hago”.

Para Paul Ricoeur ser humano es tener la capacidad de consolar, porque “el consuelo es un modo de despliegue de la solicitud o cuidado del otro”. Frente a pérdidas inevitables como no sólo metafóricamente también puede ser a una sociedad en su conjunto atravesar un pérdida económica por las causas justificadas o no, que fueran. Lo lógico desde el Gobierno es tener por lo menos, compasión y no producir esas medidas con alegría sino con pesar e igual responsabilidad.

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Como sostiene Foesser en El tiempo de la consolación es imprescindible en las sociedades actuales recuperar ese espíritu humanista de la consolación, tanto en los gobernantes como en los constructores de subjetividad como actores del debate público. El ejemplo del escrache al padre de Grabois ya enfermo debe hacernos reflexionar a todos.