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Manual de instrucciones

Más que escuchar o ver, esta es la época de silenciar, seleccionar y esquivar. Estamos rodeados de mensajes e instrucciones, tips y planes a seguir. Siempre hay alguien dispuesto a decirnos qué deberíamos cambiar o cómo hacerlo. De ahí la importancia de saber qué se quiere, de intentar tener una dirección con la que orientarse en el propio deseo. Las redes estimulan las generalizaciones y tiran la posta. Nos mandan a meter quinta a fondo y, acto seguido, a desacelerar. El mensaje puede ser el contrario en cuestión de un scrolleo. ¿Se imaginan a un deportista olímpico bajando un cambio en los entrenamientos? ¿Por qué habría que leer menos o más lento un lector?

El mensaje de esta época no incluye al receptor. Solo se trata de emisión y contenido. Roman Jakobson, creador del esquema básico de la comunicación, diría que hoy ésta es imposible. Puro ruido. Del otro lado de la tríada, y aunque los algoritmos gocen del buen concepto de saber todo de nosotros, solo hay una masa amorfa y homogénea. Una multitud indistinguible. No hay niveles ni grados. Podrán medirnos, cruzar nuestros datos para vendernos cosas, incluso decir que saben todo de nosotros –hasta cómo vamos a votar– pero en realidad el comportamiento humano es cada vez menos predecible. Por eso es crucial identificar la importancia de ver menos o no ver algunas cosas. Escuchar menos y discernir más. Entender que el desafío es contra el divague, contra ese inmenso manual de instrucciones en el que hemos convertido a internet.

Como señala Alexandra Kohan en El sentido del humor, siguiendo algo de Jorge Jinkis: “Vivimos en tiempos de aleccionamiento, dedos levantados y bajadas de línea. Hay una especie de rechazo a los agujeros del otro –y a los propios– y a la inestabilidad de ciertos saberes. Hay por momentos una necesidad de que todo pueda subsumirse en la educación. Asistimos a una constante pedagogización de la vida por todos los medios”.

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No todos podemos hacer todo. Cocinar es un verdadero despelote y hacerlo bien es solo para algunos. Todo se nos aparece como fácil de lograr. ¡Sospechemos! El desafío es vivir en el mundo real. Y la realidad es una construcción cada día más esquiva.