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limitaciones

Lujo y vulgaridad

Kenwood House 20241026
Entrada principal de Kenwood House | Wikipedia.org

Radiante como una novia en medio de un bosque, al norte de Hampstead Heathen, en las afueras de Londres, Kenwood House ofrece la inusual posibilidad de ver, sin las limitaciones de un museo tradicional, al menos dos de las pinturas más famosas del mundo, Dama tocando la guitarra, de Vermeer, y uno de los autorretratos de vejez de Rembrandt. Además, están Van Dyck, Joshua Reynolds, Thomas Lawrence, Angelica Kauffmann, François Boucher, George Romney, Joseph Wright of Derby, Turner y Thomas Gainsborough. Con “limitaciones” me refiero a los recursos museísticos destinados a preservar el orden y las obras, abarcando desde cámaras y personal de seguridad hasta vidrios antiatentados woke, alarmas y barreras de contención que van trazando un recorrido de rebaño.

Como pasada por un filtro símil sepia de Instagram, la refinada imagen de Kenwood se difumina

Los fanáticos de la pintura pueden tener una sensación de peligro inminente similar a la que nos embarga cuando andamos con mucha plata en alguna callecita de Buenos Aires. Ver obras de esa envergadura y valor sin controles aparentes, en un contexto lujoso, pero aun así doméstico, sin nada de institucional, puede parecer demasiado. En los espacios verdes, ocurre algo similar con las esculturas de Henry Moore, Barbara Hepworth y Reg Butler, dispuestas aquí y allá, como si fuesen esos enanitos que decoraban hace tiempo los jardines de algunas casas. Pero Kenwood podría conceptualizarse como una suerte de experiencia inmersiva, ya que propone sentirse un poco como el dueño de casa (hay trajes de época disponibles para reforzar la fantasía) dada la autonomía para conocerla. Sin las reglas de las visitas guiadas, algunos excepcionalmente idóneos expertos que trabajan ad honorem o, nunca mejor dicho, por amor al arte, pueden ser consultados –solo si uno quiere y en el momento que quiera– para informar sobre la colección exhibida.

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Todo llama a alucinar con estar palpitando lo más distinguido de la cultura inglesa del siglo IXX, hasta que un golpe de realidad quiebra parte del espejismo. Es que su existencia en la forma actual se remonta a Lord Iveagh, nacido en Dublin en 1847, e hijo de Sir Benjamin Lee Guinness. Como pasada por un filtro símil sepia de Instagram, la refinada y luminosa imagen de Kenwood se difumina en los tonos turbios de la que hoy es una de cervezas favoritas de los hooligans.