Durante mucho tiempo –casi desde más allá de la memoria– los periodistas fuimos mirados como una alternativa a las carencias o –peor– mala praxis de jueces, de fiscales, del entramado jurídico que parece –sigue pareciendo– más proclive a la mala praxis que a la búsqueda de la verdad.
Afortunadamente, esa condición de seudojueces o seudofiscales se ha perdido cuando los preceptos éticos que enmarcan este oficio definieron a los periodistas como otra cosa: ni jueces ni fiscales. Solo buscadores de noticias y de la verdad o lo que fuere cercano a ella. Tampoco somos médicos, ni científicos, no somos psiquiatras (aunque analicemos ciertos comportamientos sociales sobre la base de opiniones calificadas de especialistas) y tampoco criminólogos (aunque muchas veces pretendemos serlo cuando un caso policial relevante nos invita a meternos en los vericuetos de la investigación.
Dicho esto, quiero referirme a un grave error (dos, en realidad) cometido en la edición del domingo 7, portada y páginas 48 y 49. El caso policial que conmocionó al país entero fue tratado de manera incorrecta tanto en tapa como en la sección afín. “¿Perejil o psicópata? Las dos miradas sobre el acusado por el caso Nancy” fue el título interior. En portada se superó la incorrección, atribuyendo erróneamente al juez de la causa la calificación de psicópata para Damián Lezcano, el hombre de 70 años a quien se consideró inicialmente autor del femicidio de Nancy Videla (ahora se estima que el autor fue su sobrino, pero ese es otro tema).
Pues bien: ¿Qué especialista en psicología, o psiquiatría, criminología o derecho fue consultado para afirmar que Lezcano es un psicópata? Del texto no surge que el diagnóstico haya sido corroborado con algún especialista. Lo grave en esta postura del autor de la nota y editor de la sección es que la caracterización de psicópata sin argumentos científicos identificables puede llevar a un equívoco: el de atribuir al presunto homicida una condición que podría dejarlo al borde de la inimputabilidad. La psicopatía como trastorno en la vida de una persona forma parte de los estudios psicológicos más novedosos en las últimas décadas y ocupa un lugar destacado en el análisis criminalístico. Un texto publicado hace ya cinco años, con las firmas de los catedráticos Florencia Lorenzo García y José R. Agustina (Universitat Internacional Catalunya, Barcelona), señala: “La psicopatía no pertenece al núcleo de enfermedades mentales que han sido exhaustivamente investigadas y plenamente descritas por la ciencia médica. De hecho, tan solo muy recientemente ha logrado entrar en el catálogo recogido en el DSM (Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Trastornos Mentales). Sin embargo, puede afirmarse que (…) su incidencia en la criminalidad es altamente significativa –de un 15% a un 25% de la población reclusa está constituida por psicópatas–, hallándose la completa ausencia de empatía y frenos inhibitorios entre el conjunto de factores más relevantes relacionados con la inclinación al delito”. Cierto es que las conductas del acusado Lezcano lo acercan, y mucho, a la condición de psicópata, pero PERFIL debió basar su definición en fundamentos aportados por especialistas y no por el autor de la nota.
El caso de la portada fue explicado por el editor jefe Santiago Farrell como “un error de interpretación” en el diálogo con el editor y autor de la nota, Leonardo Nieva. Asumió, así, su responsabilidad en el título fallido.
Quiero hacer aquí una breve observación, que no minimiza lo sucedido: en los últimos años, la redacción de PERFIL ha perdido numerosos periodistas (por traslados internos de la editorial, por renuncias, por elección de otros medios), con lo que el músculo periodístico se ha debilitado en extremo. Policiales contaba con cuatro personas (editor y tres redactores); solo queda el editor.