Es probablemente más atractivo pensar los procesos sociales, no tanto por la voluntad de agencia de las personas, es decir, por sus intenciones en el hacer, sino por los contextos que permiten definir y diferenciar lo posible de lo no posible en espacios históricos determinados. La no observación de la sociedad en estos términos es lo que está afectando sensiblemente a quienes insisten en indicarse como los aparentes rivales de Milei. Confundir la imaginación personal con la estructura de la sociedad es una buena manera de consolidar la intrascendencia.
Los debates intelectuales de principios de la década de 1960 y hasta mediados de 1970 se llenaban de reflexiones sobre el imperialismo y el anticolonialismo, en especial alrededor de los países catalogados como del Tercer Mundo. América Latina y África podían ser razonados no solo a través de esfuerzos de pensamiento unificado, sino como territorios en los que los cuerpos de las personas podían pasar a cumplir el rol de combatientes, guerrilleros, soldados o revolucionarios, como términos intercambiables para una era que constituía estas imaginaciones entre componentes románticos, y bajo la idea de que no solo era necesario, sino también posible y aceptable. Leer a Frantz Fanon, a Mao Zedong y al Che Chevara ofrecía el guion de la película que sucedía por detrás de las personas, en la que sus personajes tenían sentido, y de la que se creían actores fundamentales de acción.
Con las modas musicales se pueden exponer fenómenos equivalentes. A principios de la década de 1990, la aparición de lo que se iba a conocer como la música grunge dejaba casi en un sinsentido a las bandas de glam rock de la década previa, constituyendo un escenario de lo aceptable en el que el maquillaje, los pelos de colores y las ropas estridentes abandonaban su escenario para de nuevo permitir pantalones de jean y camisas leñadoras, con personajes de adolescentes en roles conflictuados con la vida.
Los intelectuales y la excitación política
Lo que ambos ejemplos exponen son las condiciones para la sociabilidad de aquellos a quienes toca cada caso. Podían las bandas de la década de 1980 seguir igual que en los años de gloria, pero la realidad era que las ventas de sus discos disminuían dramáticamente y que concurrir a sus recitales había perdido todo el atractivo. Los movimientos de liberación nacional podían seguir teniendo representantes, repasar sus lecturas algo más antiguas o tratar de insistir con los de otro momento, es decir, con otras personas en unos años posteriores, sobre el sentido de regresar a las armas, pero con una suerte no tan diferente a bandas como Poison en 1993. Para ninguno de ambos casos se trataría de la calidad de sus composiciones o de sus reflexiones, porque las “cosas” como tales suelen jugar un rol relevante, si no solo si se integrarían al espacio de lo aceptable.
Podría pensarse a Javier Milei y sus discursos, pero en 2003. Podría imaginarse el mismo léxico, la misma campaña, incluso en un juego de simulación completa, pensar a las redes sociales con el potencial actual, pero en ese tiempo. También incluir a un Néstor Kirchner en esa condición de entonces, como pleno dominador de la escena nueva y contraria a la era menemista, con una economía no agotada, sino en situación de resurgimiento; y entonces imaginar si Milei tendría el mismo efecto que en 2023. Es difícil asegurar una respuesta afirmativa.
Los que intentan ser rivales de Milei deben aceptar que por ahora este no es su tiempo, y aunque ese tiempo pueda ser breve o muy extenso hacia el futuro, no es el de ahora mismo. El Milei de este 2024 tiene muchas semejanzas con el Kirchner de 2003, en tanto basa su sentido en el contraste con un fracaso inmediatamente anterior, con aparentes resultados en la economía por ahora indicados en la baja de la inflación, con una vocación impactante por eliminar enemigos y por fundar un nuevo destino político argentino sobre la base también de una conexión con el pasado del país, y con alguna probable absorción de otros partidos en este nuevo proyecto decorado con el nombre de La Libertad Avanza. Así, venir a hablar del Estado presente o de la regulación de la economía es como proponer el regreso a la convertibilidad en 2005.
Ciertas excitaciones sobre mediciones de encuestas hicieron hace algunas semanas creer que ya era el momento de un fin cercano para el Presidente. Sin embargo, es factible no solo que esto se haya exagerado por los deseos de los analistas, algo bastante común en estos tiempos, sino por la falta de incorporación de otros componentes sobre lo que define todavía a esta época. La pregunta no es si Milei baja, sino si el contexto que hace posible a este Milei sigue en estado de existencia o ya ha perdido su potencia. Sería difícil sostener la idea de que la sociedad argentina ha vuelto ya a abrazar el regreso de un Estado que la acompañe, como proyecto, en el quehacer de sus vidas diarias.
Las sociedades basan su reproducción sobre estructuras que se van actualizando de manera recurrente. Esto quiere decir que poseen condicionamientos que definen lo que en un momento dado su cultura y su estado de opinión aceptan, y sobre esa base indican cuáles acciones son o no aceptadas como válidas. Pero al mismo tiempo, se puede señalar que, aunque existan estructuras, las sociedades van alternando lo que es tomado como aprobado con lo no aprobado. De modo que parece, así, que la estructura, más que poner el límite, señala la manera, al mismo tiempo, en que será modificada, y en esto el debate no es por el cambio, sino por el tiempo que ese cambio requiere. Ninguna estructura se alterna, en el sentido del sueño imaginario y deseado ahora por la oposición, en la velocidad que cree necesitar. Con el tiempo y la reproducción social, es poco lo que se puede hacer voluntariamente. Los cambios son explicados siempre luego de que ocurren, y nunca antes.
El Alfonsín de 1983 no es el mismo Alfonsín anunciando el Plan Primavera en 1988, aunque su cuerpo y organismo tengan los mismos componentes; como tampoco es lo mismo la banda Kiss en su esplendor en 1977 que la misma banda en el ocaso del sentido de uso de los maquillajes en 1983; como tampoco son los mismos hábitos de quien aquí lee esto, de los que tal vez tenía como usuales hace 15 años. Esto recuerda una cuestión fundamental: los seres humanos no participan de la sociedad, sino sus personajes, que son especializados en jugar los roles de lo permitido en tiempos que los pueden beneficiar o perjudicar.
Milei puede explicar sobre economía y generar admiración, pero en especial le debe un agradecimiento a la gestión anterior. Esa experiencia terminó de consolidar la no aceptación de un modelo de relación entre Estado y economía que se encuentra mayormente aceptado como ineficiente. Solo que ese desgaste demoró veinte años. Si a los kirchneristas les parece demasiado tiempo un futuro así equivalente, pueden pedirles un rato de charla a sus rivales, para saber qué se siente vivir en la no victoria que se experimenta como eterna. Y también es hora de aprender que hay cosas que no se resuelven con la publicación de datos de opinión pública, sino con el paso del tiempo.
*Sociólogo.