Cada tanto agarro Cuentos completos, de Flannery O’Connor y leo o releo alguno de los relatos. Tengo el libro hace años y es de los pocos a los que vuelvo. Lo abro y leo unas páginas cuando no puedo escribir. Lo abro y leo unas páginas cuando todo lo demás que estoy leyendo me aburre. Siempre es reveladora y lúcida y cruel y graciosa. Esta vez leí Una vista del bosque. Los protagonistas son un viejo y su nieta de diez años, la única persona de la familia a la que el abuelo respeta porque es tremendamente parecida a él. La nena se llama Mary Fortune, su segundo nombre es, en realidad, el apellido del viejo. Ella va a heredar la fortuna del abuelo, nadie más que ella. Pero fortuna también quiere decir “suerte”, “destino”, “encadenamiento de los sucesos”… todo eso incuba el pequeño personaje y todo eso iremos descubriendo a medida que avancemos en el relato. El abuelo, a su vez, odia a su yerno, el padre de Mary Fortune. Y el quiebre entre él y la nieta, mejor dicho lo que a él lo quiebra y lo enfurece es que el padre le pegue y ella no haga nada para detenerlo. El tampoco lo detiene, pero su alma orgullosa exige que sea la niña quien ponga coto a los abusos de su padre. No voy a contar el final. Sólo que cuando terminás este o cualquiera de sus cuentos pensás cómo es que todavía no le hiciste un altar donde prenderle velas. En su ensayo El arte de escribir cuentos (que primero conocí por una cita de otro ensayo que recomiendo mucho, Escribir, de Carver), ella dice que “Un buen cuento no puede ser reducido, solo puede ser expandido. Un cuento es bueno cuando ustedes pueden seguir viendo más y más cosas en él y cuando, pese a todo, sigue escapándose de uno”.
Flannery entra al alma humana sin prejuicios. Qué gloria leerla sobre todo estas semanas en que todo tiende a reducirse en vez de expandirse, como un mal cuento.
Mi maestro, en tiempos aciagos, siempre recitaba un fragmento de un relato de Bradbury: “¿Cómo voy a hacer para salir de esta lluvia? ¿Cómo voy a hacer para salir de esta lluvia?”. Me lo pregunto todos los días: cómo vamos a hacer, cómo vamos a hacer… y a veces me llena de desazón. Otras, como esta semana, veo las fotos de la asamblea en Parque Lezama, el sábado pasado, las banderas, las consignas, las cientos de personas y pienso que vamos a salir de la lluvia porque asoma el arco iris… Scrolleo las redes y en todos los muros se replican los flyers invitando a la marcha del 1 de febrero y el corazón me late fuerte de nuevo.
Vamos a salir de esta lluvia, vamos a salir de esta lluvia.
En el fondo, extraño estar de nuevo en las calles, el subte explotando de pañuelos verdes y naranjas y violetas, el glitter, las amigas, quedar en un bar antes y después, estar juntas y saltar porque la que no salta, los cantitos, las tetas al aire, el puño levantado. En junio se cumplen diez años del primer Ni una menos, hay que ir calentando los motores, pienso, aceitando las rodillas para marchar y saltar y bailar las calles ¿no, amigas? Y así que mueren más hombres que mujeres. Y así que no existe el femicidio. Y así que los gays abusan de sus hijes. Y así que todo culpa del wokismo. Empiecen a correr, fachxs.