Desde hace años pertenezco a un grupo de piratas informáticos italianos que se dedican a piratear, bajar y subir libros en cualquier formato a un sitio web al cual tiene acceso mucha gente, pero siempre la misma. Fue creado hace más de diez años por alguien que se hace llamar Natjus Pantocrator y de quien solo conozco un ojo, si es que es suyo, que distingo en su avatar. El sitio, en honor a Ladri di biciclette, de Vittorio De Sica, se llama Ladri di biblioteche, y tiene su servidor, creo, en Nueva Zelanda. Sobrevive sin contratiempos de consideración gracias a que no tiene el flujo y su importancia no es tan grande como para poner en acción a la AISE, la Agenzia Informazioni e Sicurezza Esterna, pero creo que aunque cayeran en su mira no serían fáciles de desactivar; y además los usufructuarios son muy pocos, apenas cinco mil almas.
La mayoría de los colaboradores (digo bien: todos ofrecen material digitalizado, todos piden material excéntrico digitalizado y todos, si disponen del ejemplar físico, lo digitalizan y lo ofrecen gentilmente al sitio) son gente de izquierda, esto es, personas de cierta edad con poco sentido del humor y muchas razones para estar amargadas de la mañana a la noche. Hay mucha bibliografía antifascista (no quiero exagerar, pero me atrevería a decir que toda) y algo de literatura, pero muy poco. Natjus Pantocrator es un ejemplo de tolerancia y hospitalidad. Cuando se desató la guerra en Ucrania y notó que el tema suscitaba controversia y ganas de discutir, abrió un canal llamado “Rusia”, y cuando algunos comenzaron a intercambiarse imágenes de mujeres desnudas abrió otro llamado “Cosas desnudas”, que después de algunas quejas pasó a llamarse “Canal de estética”. También hay un “Salón de charlas”, donde se habla de cualquier cosa, pero por lo general el tema primordial son los libros que se buscan y se ofrecen.
Hace poco, Natjus Pantocrator publicó un mensaje inquietante. Palabras más, palabras menos, decía que estaba harto de perder dinero y que estaba pensando seriamente en cerrar LdB. Al instante se hicieron oír muchas voces diciendo que pensar eso era absolutamente demencial, y que encontrara el modo de que fueran los propios usuarios a solventar los gastos del sitio. Natjus Pantocrator quedó en pensarlo y dos días después publicó otro mensaje diciendo que había encontrado una solución: desde ese momento, todo el que quisiera tener acceso a la base de datos desde donde descargar los libros debía colaborar con algo de dinero, una vez al mes, sin estipular una cifra, de modo que cada uno colaborara con lo que pudiera o quisiera. La idea fue unánimemente aplaudida y eso fue todo.
El problema era yo. Puedo llegar a bajar una veintena de libros por mes, y en algunos casos preguntar si alguien dispone de determinado libro y disponer de él a los pocos días, debidamente fotocopiado. Por lo general un libro buscado, de cualquier índole, se convierte en una inquietud general, por lo que es difícil que algo que se busca no aparezca a los pocos días, a veces a las pocas horas. Por eso amo LdB. ¿Pero con cuánto podía contribuir? Cinco mil pesos argentinos apenas podían significar 4,5 euros, es decir una miseria. Tal vez debía contribuir con diez mil, pero 9 euros tampoco era mucho. De modo que decidí poner sobre aviso a Natjus Pantocrator, escribiéndole un mensaje directo que más o menos decía lo que sigue: “Hola, voy a contribuir con 9 euros. Para vos seguramente no signifique mucho, pero para mí sí, porque vivo en la Argentina”. La respuesta de Natjus Pantocrator fue casi inmediata: “No deposites nada, ya estás habilitado para siempre”. La respuesta un poco me ofendió. Esa sensación de “¿mi plata no vale?”, que estamos habituados a experimentar de vez en cuando. Así que volví a escribirle a Natjus diciendo: “¿Tan poco te parecen 9 euros?”, a lo que Natjus respondió: “No, no me parece poco, pero soy napolitano y tengo que hacer algo por mis hermanos argentinos”. Gracias Natjus.