Los mercados son claros. Pueden equivocarse. Muchas veces lo hacen. Pero lo importante a veces es saber cómo piensan. Y ante la gran incógnita de la Argentina cambiaria y financiera del muy volátil primer trimestre de 2025, son claros y simples: creen que habrá una devaluación de entre el 25% y 30% antes de fin de año. Un porcentaje en sintonía con lo que desde el año pasado viene reclamando el FMI. Lo dicen algunos informes de bancos. Y lo demuestran las apuestas al dólar futuro que se realizan en el Rofex, el mercado vinculado a la bolsa de comercio de Rosario, donde se especula con el valor de la divisa contra el peso a futuro.
El Gobierno niega cualquier tipo de alteración en el tipo de cambio. Es su tarea. En este caso en particular, no solo parece una cuestión volitiva. Hay detrás una convicción cercana al fanatismo, vinculada con las ideas libertarias más elementales. Para Javier Milei, no puede haber devaluación ya que, una vez que llegue el dinero del FMI, esos más de 50 mil millones de dólares de reservas superarán en monto y cantidad a la base monetaria primaria (el M1), que suman los billetes y monedas en poder del público junto con los depósitos a la vista. Dicho de manera más simple, los pesos que tiene la gente para poder comprar dólares. Y la posibilidad del tipo de cambio actual de resistir si, ante una hipotética hecatombe, todos los tenedores de esos pesos fueran a la vez a comprar dólares para guarecerse de algún tsunami financiero. El cálculo que hace el Presidente es que los 50 mil millones de dólares, a un valor aproximado de la divisa de 1.095 pesos, alcanzarían para abastecer a todos los que fueran a buscar sus billetes. Obviamente, sin cepos molestos que lo impidan. La medición puede ser exacta y sólida. El problema es que esos 50 mil millones de dólares en las arcas del BCRA no figuran en la categoría de libre disponibilidad. En ese monto hay que calcular que existen los yuanes del swap con China, el oro que se colocó fuera del país, el dinero de Basilea y, lo más importante, las divisas que el público deposita en las entidades financieras y de las cuales el BCRA mantiene una parte a modo de encajes. Estos dólares son del público ahorrista. Y no de la autoridad.
A ese M1 habrá que sumarle la enorme cantidad de pesos que están en poder del público, pero en colocaciones a plazos en títulos como letras, bonos y plazos fijos. Quien se detuvo en el concepto fue el exviceministro de Economía Miguel Kiguel, que en declaraciones radiales afirmó que “hay pesos”. El economista estimó que, si bien no hay demanda profunda de dólares desde el M1 (quizá por la falta de pesos), recordó que existe un esqueleto sólido de instrumentos financieros que podrían demandar dólares al momento de oler sangre. Y esos pesos son muchos. Kiguel les puso número. “Si sumo los depósitos, las Lecaps y otros instrumentos, son más de US$ 100 mil millones”. Habrá que reconocer que el ministro Luis “Toto” Caputo, conocedor de estos menesteres, y su secretario de Finanzas, Pablo Quirno, vienen logrando mes a mes que esos pesos en colocaciones financieras continúen en ese puerto y no abandonen las playas locales por las divisas foráneas. La semana anterior consiguieron renovar vencimientos por unos US$ 9,2 billones, unos U$S 8.400 millones al oficial. Y, pese a que hubo algo de demanda de una letra en pesos que indexa por el precio de la divisa (el dólar linked) que cubre al que cree que habrá una devaluación, las renovaciones en moneda local se dieron a un tiempo escaso. Casi el 70% de los vencimientos volvieron a colocarse en letras con un plazo máximo de mayo. En síntesis, le creyeron al ministro que no habrá devaluaciones. Pero, por las dudas, la confianza vence en no más de sesenta días. Luego, se verá. Se concretó así una especie de tregua entre Finanzas y los money makers, para mantenerse en pesos y no sumarse a los demandantes de dólares, pero en un pacto con vencimiento en mayo. Para ese mes, el acuerdo con el FMI debe estar firmado y en funcionamiento, y la gran incógnita que queda por resolverse, sobre la mesa: esta es, ni mas ni menos, conocer qué se negoció en referencia a la política cambiaria. Y cuál de todas las fórmulas de salida del crawling peg sobre las que se especuló es la válida y la que regirá la relación peso-dólar, al menos durante los próximos cuatro años formales que durará la primera etapa del facilidades extendidas.
Esta tregua pactada de manera real o virtual entre el Gobierno y los tenedores de los más de US$ 100 mil millones en pesos termina una vez que se conozca la política cambiaria. Lo que no quita que no haya movimientos especulativos.
Una pista de lo que piensa el mercado fue explicada por el BBVA a sus clientes vip en su último Reseach sobre Argentina. En un trabajo plagado de sincero optimismo (el país crecerá el 5,5% para los analistas), se menciona la quintaesencia de lo que se espera entre los hombres de altísimo vuelo financiero que operan en el país. Son los colegas con los que Caputo interactuaba antes de volver a convertirse en funcionario. Según el BBVA, “proyectamos escasos cambios en la política cambiaria hasta octubre, más allá de algunos reajustes menores en el marco de un programa con el FMI. El Gobierno priorizará mitigar la usual volatilidad preelectoral. Se espera un desmantelamiento muy gradual de controles de capitales, que se aceleraría luego de los comicios. Nuestra estimación de tipo de cambio para fin de 2025 se ubica en 1.400 ARS/US$”. En concreto, el informe espera una devaluación aproximada del 28% entre marzo y diciembre de este año, pero concentrada en el último período de 2025, luego de las elecciones. Hasta ir a votar, Milei-Caputo buscarán la mayor pax cambiaria posible, quizá coordinada y pactada con los money makers, para luego, sí, dejar vivir en libertad (o algo parecido) el tipo de cambio. En teoría, afirman los analistas, los dólares de libre disponibilidad que quedarían en los anaqueles del BCRA para el Gobierno (no los del FMI; los de los sojeros y la balanza energética positiva que habrá este año, dinero combinado que podría superar los US$ 8 mil millones) podrían permitir esta política de aguante bilardista, hasta la posibilidad de un contraataque hacia fin de año. Luego de ir a votar. Lo que no evitaría la necesidad de una corrección final, que llegaría al 28%. Porcentaje que, licuado por la inflación que se espera entre abril y diciembre, implicaría una mejora real del tipo de cambio de entre el 10% y el 15%. Eso sin contar el inevitable traslado a precios.
Kiguel coincide. “El Gobierno sigue pensando que lo más importante es bajar la inflación de acá a las elecciones. No quiere mover mucho el tipo de cambio”, dijo el economista, aventurando que, tras el acto electivo, las piezas del ajedrez podrían volver a la caja para rearmar el test.
Nadie sabe si esto es lo que sucederá. Si lo que el futuro tiene deparado para el mercado cambiario es el aguante bilardista hasta las legislativas de medio término, donde el oficialismo defenderá los colores libertarios para luego, ahora sí, comenzar con medidas impopulares como la salida de los controles cambiarios y el comienzo del desmantelamiento de las restricciones de acceso a las divisas; bajo aceptación, coordinación y fiscalización del FMI vía el facilidades extedidas que quizás esta semana vea la luz. Se verá.
Hay algo cierto. Gran parte del sistema financiero acepta las reglas del juego y no especulará con debilidades del oficialismo. Ya tuvieron bastante ataque oficial en julio del año pasado, cuando, en medio de una suba del blue que llevó a la moneda alternativa a los $ 1.505, se los tildó de golpistas. Y luego tuvieron que sufrir el desierto. Ahora son prudentes, y aceptan las reglas de juego bilardistas. Como menottistas derrotados pero no vencidos, esperan el momento de la revancha. El que, parece (o ellos creen), llegará luego de las elecciones. Mientras tanto, y luego de presentarse, por fin, el facilidades extendidas, a esperar. Y contabilizar cuantos dólares liquidan los sojeros y los exportadores energéticos. Porque esos serán los dólares que tendrá el Gobierno para pelear el tipo de cambio y su política bilardista. Y luego de la espera, confirmar o no si las previsiones de alteraciones controladas del tipo de cambio se dan después de ir a votar en octubre.