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La restricción del lenguaje

¡Qué mundo de lenguaje diferente plantea el mundo actual! Proliferan los recursos (no naturales), tecnología avanzadísima, más años de vida, plataformas, nuevos planetas… Y sin embargo, las palabras merman. Se emplean muchas menos que antes y el espacio humano se achica. Viviremos más, pero existiremos menos. Aunque Elon Musk quiera llegar a Marte, sin palabras no iremos muy lejos. El mundo que nos rodea existe por la forma en que lo nombramos. Como decía Chesterton, “mientras consideremos a un árbol como cosa obvia, natural y razonablemente creada para alimentar a una jirafa, no podemos maravillarnos cabalmente de él. Ahora bien, si lo consideramos ola prodigiosa de la tierra viviente que se alarga hacia los cielos sin ninguna razón particular, entonces lo admiramos”.

Todo esto me surge de una vivencia combinada. Mientras esperaba la entrega del duplicado de una llave codificada en mi edificio –me avisaron que vendrían de 9 a 17, a considerar el amplísimo margen– revisaba la lectura de una novela profusa en léxico, descripciones voluptuosas, riqueza sensorial, metáforas, que transcurre en la selva. Me refiero a La vorágine, del genial José Eustasio Rivera, una novela que cumplió cien años –anterior a todas las de García Márquez y Guimaraes Rosa–. Según me dijeron, Andrés Rivera eligió ese apellido por su profunda admiración del escritor colombiano.

Embargada por la vitalidad de la prosa –palpando la selva, la muerte, el río, y la belleza–, advierto que ya son las cinco de la tarde y todavía no habían traído la llave. El desplante no me sorprendió. Pero sí el mensaje que llegó por WhatsApp: “Hola, quería avisarle que la entrega de la llave queda para mañana, sepa entender”. El efecto que me produjo el “sepa entender” fue desmesurado. Quizá porque yo estaba inmersa en una trama donde los humanos se la jugaban con palabras significativas. Sepa entender no solo no significaba nada, era un imperativo impersonal, una frase estipulada. No pude dejar de responder: “¿Por qué tendría que saber entender?”. Inmediatamente supuse que me habían enviado una respuesta automática, y que mi pregunta no iba dirigida a nadie.

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